Tierra Blanca, Ver.- "No
dejes que me lleven al Seguro Social, gorda. Allá los estatales me van a
terminar de matar. Cuida a mis hijos, a mis nietos y renuncia a la seguridad
del estado", suplicó en la agonía, Pedro Tamayo Rosas, el decimonoveno
periodista asesinado en el sexenio de Javier Duarte.
Los agresores, tuvieron tiempo a placer
para cumplir con su encomienda. En medio de carcajadas, dispararon en 11
ocasiones para doblar de miedo al reportero veracruzano. Fue un último
proyectil, el certero, que le provocó un boquete en el estómago; de anchura
imaginable, para haberlo desangrado en 25 minutos.
"Si hay cómplices en el asesinato, son
los policías estatales. El carro de los matones les pasó al lado. Se fueron a
vuelta de rueda, echando tiros al aire. Una vez que los estatales resguardaron
el lugar, a mi mamá le cortaron cartucho y advirtieron que si asistía a mi papá
también le disparaban", narró su hijo.
Fue hasta que empezó a sacar espuma y
sangre por la boca. Cuando dejó de respirar, el comandante dijo: "Camarada
éste ya se peló, ahora sí échame la ambulancia para acá" acusa el hijo de
Pedro Tamayo, testigo presencial del pasado 20 de julio. Valeroso,
responsabiliza a 11 oficiales de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP)
estatal.
Entre los agentes implicados destacan
quienes descendieron de la unidad 08-2841, una camioneta Ford F150, del año
2015, la misma que ocupó el comandante Marcos Conde, uno de los responsables
por la desaparición forzada y presunto masacre de los cinco jóvenes del caso
Tierra Blanca.
Tamayo Rosas, colaborador de los diarios Al
Calor Político y El Piñero de la Cuenca, fue el primer reportero que difundió
aquella noticia del pasado 11 de enero. Acto difusivo que llevó a la detención
de 21 actores materiales e intelectuales, ocho ex agentes estatales y 13
civiles ligados al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Caso que rebasó fronteras y lo llevó a
refugiarse el 25 de enero en el estado de Oaxaca, por amenazas que el mismo
hiciera públicas: "Bájale de huevos, deja de estar chingando al fiscal y
al gobernador".
El caso fue considerado de alto riesgo por
la Comisión de Atención y Protección a Periodistas (CEAPP), la solución
inmediata fue exiliar al dueño de la página en Facebook Línea de Fuego junto a
su familia.
Alicia Blanco Beiza, viuda del reportero
finado, confirma que en el mes de marzo decidió abandonar su refugio, en el
estado de Baja California. "Atravesaba un cuadro de depresión. Es horrible
el encierro en un lugar que no conoces. Pedro bajó 12 kilos. Obviamente también
extrañaba su oficio, es algo que se le notaba fácilmente".
Es la parte documentada de Pedro Tamayo,
conocido como El Perico en la Cuenca del Papaloapan. Un reportero luchón, lo
describe su esposa, quien aprendió a ganarse las monedas, desde joven, lavando
inodoros y recogiendo propinas en los restaurantes.
El hombre que no podía escuchar la sirena
patrullera porque salía a cumplir con la labor, así fuera de madrugada. A quien
siempre se le vio perseguir la inmediatez con bolígrafo, celular y su libreta
reporteril.
El periodista policial que por la cobertura
de algún enfrentamiento entre malandros, por fotografiar cadáveres putrefactos
de halcones, o ganar las primicias de feminicidios en la región, se conformaba
con 100 pesos por nota informativa.
Jamás perdió la disciplina de escribir a
diario, ni siquiera en su estancia por el norte del país, cual Fernando Pessoa
y las cartas a su novia, Ofelia Queiroz, Tamayo, pedía a su esposa, Alicia
Blanco, leyera sus notas informativas, aunque no se publicaran. Exigía,
también, le precisara si el estilo se le alejaba, de repente, por no estar en
el campo de los hechos.
Así el hombre que nació para la nota roja.
A quien lo han ayudado a vestir una reluciente camisa azul turquesa, antes de
instalarlo en su hogar con paredes de cedro, que será infinito. Sitio lúgubre,
donde colegas, además de santiguarlo, le piden que desde la sucursal celestial
abogue por el periodismo en Veracruz.
Una vez, culminado el interrogatorio con
los agentes periciales, Alicia Blanco Beiza, se dispone a relatar la última
ocasión que convivió con su eterno compañero, Perico. Si lo hace, es porque
espera justicia. En tanto ella y su familia permanecerán en casa. "Ya no
vamos a escapar. Si me matan, pues que sea en mi casa y no lejos de los
míos".
"Lo mataron en el puesto familiar de hamburguesas"
Eran casi las 10 de la noche, las comandas
de comida rápida en el negocio familiar se coreaban al por mayor. El padre de
familia, en un descanso a su labor como mesero, decidió sentarse a leer las
noticias en una silla de plástico. Allí y así le llegaría la muerte.
Un vehículo Bora, color gris, se detuvo
frente a la vivienda. Dos sujetos descendieron de entre 30 y 40 años de edad,
bajaron del auto, luego saludaron efusivos: "Qué onda, Tamayo.
Recomiéndame la especialidad de la casa", solicitaron sin tomar asiento.
El reportero, contestó a uno de los
agresores, a quien refirió como "Fallo", según testigos. Ofreció
hamburguesas con carne de res y estos ordenaron cuatro para llevar. Dato que
sólo sirve para inferir que al menos el mismo número de personas montaron el
atentado.
Fue cuando los dos sujetos corrieron el
seguro de sus armamentos, nueve milímetros. Al menos tres detonaciones
resonaron en la calle 5 de mayo, en la zona centro de Tierra Blanca. La esposa
y uno de los hijos, salieron de inmediato a ver qué pasaba sobre la vía
pública. "Métanse y escóndanse", gritaba Pedro a los suyos.
Sin embargo, uno de ellos no hizo caso en
el afán de ayudarlo, "le soltaron otro balazo. No le pegaban, le decían de
cosas y lo espantaban echando balas por un lado. Mi papá nada más se encogía en
su silla y se llevaba las manos a la cabeza".
Fue el último tiro el que impactó al
reportero, la bala le rozó el brazo derecho, le entró por el estómago y salió
finalmente, destrozando el respaldo del asiento. "Mi padre se quejó y se
fue para atrás. Se pegó en la nuca y comenzó a desangrarse", explica el
entrevistado.
"Tal vez sólo querían meterle un susto"
"No mames, loco, ya la cagaste",
reprendió uno de los agresores. Luego se dirigió a la esposa de Tamayo Rosas,
"Tú ya la libraste, mejor hazte a un lado". Luego se echaron a
correr, echando tiros y carcajadas infernales. La impunidad estaba de su lado.
En la esquina del domicilio del puesto de
hamburguesas se encendieron unas torretas policiales. Se ignora si cumplían con
rondines o custodiaban a los agresores, asegura el hijo. "Los tuvieron a
unos cinco metros de distancia. El carro de estas personas les pasó
junto", detalla.
Ante la inoperancia de las autoridades, el
hijo cogió las llaves de una camioneta de la familia y se dispuso a perseguir
al Bora Gris. "Ahí fue donde apareció una segunda patrulla. Los matones me
llevaban una cuadra de ventaja. Fue en el cruce donde le pitan a los policías,
luego le echan las luces y estos, obedientes, me cerraron el paso, luego de
dejarlos escapar".
El joven, molesto, decidió comenzar a
grabar a los oficiales, quienes se cubren el rostro y aseguran, se ve en la
cinta, su trabajo sólo es acordonar el área. Se trata de la evidencia grabada,
que al igual que en el caso de Tierra Blanca, pudiera responsabilizar a los
subordinados de Arturo Bermúdez Zurita.
Posteriormente corrió a donde estaba su
padre, ya bajo un charco escarlata y con el tono pálido en su semblante.
Familiares, entonces, gritaron a los oficiales que llamaran a una ambulancia.
De igual manera, se ve en el video, que los policías dictan por celular
direcciones distintas a la del lugar de los hechos. Otros ignoraban el dolor de
la esposa, enviando mensajes desde el servidor de Whatsapp, asegura el hijo.
La esposa, en su afán de ayudar a Perico,
se acercó a brindarle los primeros auxilios, sin embargo, otro oficial la tiró
al pavimento y cortó cartucho, amenazando. "Si te acercas te
disparo". La mujer ignoró las amenazas y ganó agresiones en su contra que
la llevaron al piso.
Así transcurrieron 25 minutos. A Pedro ya
le brotaba sangre de la boca. En la agonía, encargó a sus hijos y nietos.
Además, exigió que la familia renunciara a la seguridad de Arturo Bermúdez. Fue
lo último que se le escuchó.
"Camarada, éste ya se peló, ahora sí
échame la ambulancia para acá", ordenó el comandante después, mucho
después de que el paradero de los agresores y la mirada de Pedro Tamayo Rosas
ya estaban en el infinito.