Por periodistasdigitales - 14
Sep 17 en Sociedad
Por Gloria Leticia Díaz/
Xalapa, VER. (Proceso).–
A la mayoría de los padres de las personas desaparecidas la certeza de la
muerte de su ser querido les da tranquilidad, pero a Pedro Mavil y
su esposa, Gema Hernández, saber que su hija –secuestrada el 3 de mayo de 2011
en esta ciudad– no respira, más les provoca dolor.
“El estado de Veracruz me robó a mi
hija”, sostiene el abatido don Pedro, contador público egresado de la
Universidad Autónoma de Veracruz, durante la entrevista con la reportera en el
panteón municipal de esta ciudad, donde presuntamente están los restos de Gemma
Mavil Hernández. El problema es que nunca fueron inhumados en el área de fosa
común, como corresponde a las personas no identificadas.
Ubicado en un amplio predio de
pequeñas colinas, el cementerio tiene pasillos pavimentados sólo en su primera
área; al fondo, en una franja de dos hectáreas, se encuentran las tumbas
plenamente identificadas al lado de la zona de las fosas comunes.
Durante cinco años la familia Mavil
Hernández albergó la esperanza de encontrar viva a Gemma, luego de que un
operativo policiaco fallido para detener a los presuntos plagiarios.
Al principio fueron detenidas tres
personas, una de las cuales incluso ya fue sentenciada; otra fue liberada el
mismo día de su detención, y la tercera –el exagente de tránsito Efrén Landa
Méndez– murió en los separos de la Unidad Especializada Contra el Secuestro
(UECS) durante los interrogatorios a los que fue sometido por agentes
ministeriales.
“Desde aquel 3 de mayo que Gemma
salió de Xico hacia Xalapa a una entrevista de trabajo, no he parado de buscar
a mi hija”, relata don Pedro.
“La última vez que tuve comunicación con
los secuestradores fue al mes siguiente, pero en la UECS no hicieron lo
necesario para encontrarla. El caso también está en el fuero federal, en la
SEIDO(Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia
Organizada) y en la Fiscalía Especializada de Búsqueda de Personas
Desaparecidas.”
La carpeta 844/2011
El pasto y la espesa hierba
silvestre, propia de la fértil tierra veracruzana, impiden distinguir dónde
empiezan o terminan las tumbas, por lo que uno termina por caminar sobre ellas.
Es en esa área, la de las fosas
comunes, donde el cuerpo de Gemma reposa, según la carpeta de investigación
844/2011, que don Pedro descubrió en 2016, durante sus investigaciones sobre el
paradero de hija, que entonces tenía 29 años.
El legajo estaba archivado y se
refería a la localización del cuerpo sin vida de una mujer en una bolsa de
plástico abandonada en calles de una colonia de Xalapa.
“Quien la levantó dijo que el cuerpo no
presentaba ninguna larva de descomposición, aunque posiblemente la habían
asesinado en julio (de 2011). Eso quiere decir que debió haber estado en
refrigeración”, detalla don Pedro.
Una vez ingresada en Servicios
Periciales, relata, a Gemma se le tomó una muestra ósea para obtener su perfil
genético, pero éste nunca fue ingresado a la base de datos de personas no
identificadas, según un documento de la dirección de Servicios Periciales
fechado el 1 de junio de 2016.
No fue hasta que don Pedro descubrió
la carpeta de investigación que se cotejaron los perfiles genéticos de él y su
esposa con el del cuerpo desconocido.
Ello, dice, pese a que a él se le
tomaron muestras de ADN en 2012 y a su cónyuge en 2014. Y en
febrero de 2015 se hizo un primer cotejo infructuoso con la base de datos de
personas no identificadas de acuerdo con documentos de la Dirección de
Servicios Periciales.
Pese a saber que Gemma estaba muerta,
el calvario de la familia Mavil Hernández, representada por el Instituto
Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD), continúa.
De agosto a septiembre de 2016, don
Pedro y su representante del IMDHD, Volga de Pina Ravest, promovieron
exhumaciones en tres fosas para localizar a Gemma. Esas exhumaciones pusieron
al descubierto las irregularidades en cinco de los 10 cuerpos examinados.
Ninguno era el de Gemma.
Ella debería estar en una fosa junto
con otros dos cadáveres masculinos inhumados en octubre de 2011. A los
sepultureros se les ordenó cavar tres fosas, pero sólo se depositaron dos
cuerpos; el otro, presuntamente el de Gemma, se quedó en un ataúd dentro de la
camioneta de Servicios Periciales.
Reclamos infructuosos
Entre agosto de 2014 y septiembre de
2015, Luis Ángel Bravo y Gilberto Aguirre Garza, funcionarios de la
entonces Procuraduría General de Justicia de Veracruz y de la Dirección de
Servicios Periciales, respectivamente, realizaron varias exhumaciones e inhumaciones
en esas mismas fosas, según el entrevistado.
Ambos, dice don Pedro, “sabían desde
2014 que en esas fosas no estaba mi hija, pero me lo ocultaron. No sé por qué
lo sabían, pues no se había hecho el cotejo de ADN. Eso habla de las
complicidades que hubo en el caso de mi hija”, que incluso ameritó la
recomendación 02/2017 de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
Según el ómbudsman veracruzano, “la
mayoría de las acciones encaminadas a la búsqueda de la verdad han resultado
infructuosas por haber actuado de manera tardía e ineficiente, trayendo como
consecuencia la negativa de acceso a la justicia, aunado a la indignación del
señor PMM y de sus familiares”.
En la actual administración el caso
permitió un acuerdo de cooperación entre el Comité de la Cruz Roja
Internacional y la Fiscalía General del Estado de Veracruz para poner orden en
los panteones municipales, destinar un espacio para fosa común y no inhumar
cuerpos sin perfil genético de las personas no identificadas.
“Los servicios de fosa común en el
estado de Veracruz son un caos –insiste don Pedro–. Se supone que en Xalapa hay
192 cuerpos en calidad de desconocidos que fueron localizados entre 2010 y
2016, y que en el puerto de Veracruz hay 3 mil 600, pero el caso de mi hija
demostró el desastre que hay en los panteones municipales.”
Visiblemente cansado por su búsqueda
infructuosa, don Pedro comenta: “He acompañado a otras familias a recuperar
cuerpos de sus desaparecidos. En mi caso no he podido cerrar el duelo; mi
herida es más grande y más profunda. Antes albergaba la esperanza de encontrar
con vida a mi hija, pero no es así.
“Gemma sigue desaparecida aun
fallecida. Por eso digo que a mi hija se la robó el estado. La tenía en sus
manos y no me entregó los restos”.