Por Andrés Timoteo
Festinando el arribo a su proyecto de
esos que antaño llamó “pirruris” y “señoritingos”, los mismos que en su momento
lo descalificaron tildándole de ser “un peligro para México”, el tabasqueño
Andrés Manuel López Obrador tendrá que comerse sus propias palabras porque
Morena se está nutriendo de la “mafia del poder”. Cada vez hay más de
esos “mafiosos” de la política que lo arropan y a los que les
obsequia candidaturas para que continúen-¡oh paradoja!- en el poder.
El caso más reciente es el de la
senadora Gabriela Cuevas, a quien ya le prometió una candidatura plurinominal
‘ipso facto’–rapidísimo- a la diputación. Es el premio por abandonar el PAN,
pero el tabasqueño simula que tiene una memoria corta y le apuesta a que
los militantes de Morena –que no el resto de los ciudadanos- también padezcan
Alzheimer político.
Gabriela Cuevas fue la panista quien
junto con Jorge Lara pagaron la fianza a López Obrador cuando fue desaforado en
el 2005, en un intento de que no se convirtiera en mártir. Ella era integrante
de la Asamblea Legislativa del entonces Distrito Federal y una ferviente
anti-pejista. Era el tiempo en que Vicente Fox intentó frenar a López Obrador
para que no llegara a la candidatura presidencial. Cuevas, la “panista más
fresa”, le escupía a la cara cada vez que lo mencionaba en alguna conferencia
de prensa.
Trece años después Gabriela Cuevas
renuncia al panismo y se va a Morena donde López Obrador la recibe con los
brazos abiertos. ¿Un síntoma de que padece el Síndrome de Estocolmo porque se
enamoró de su verdugo? Sí, pero es más bien un pragmatismo descocado de ambas
partes. Morena está abandonando su propuesta ideológica para convertirse en un
santuario del gatopardismo.
Se nota a nivel nacional y también en
Veracruz donde recoge impresentables por doquier. La segunda fórmula al Senado
está encabezada por el fidelista Ricardo Ahued y para las diputaciones se
espera toda una pléyade de mafiosos de la política “arrepentidos” y “perdonados”
por Morena. Y así, López Obrador desacredita su propio proyecto de buscar “el
cambio verdadero” y en lugar de eso, está en un proceso kafkiano de mutación:
de Pejelagarto a gatopardo, dirían los desocupados.
Vaya, ya hasta está en acuerdos con la
profesora Elba Esther Gordillo –corrupta entre los corruptos y a la que rechazó
en el 2006- cuyo yerno es operador de redes morenistas. El tabasqueño honra lo
que el escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa, dijo en su obra “Il
Gattopardo” –el libro que sirvió de base para acuñar la tesis del gatopardismo
político: “está librando una batalla de cambio para que todo siga como
siempre”. ¿Qué dirán los militantes de Morena, los auténticos, esos que siempre
han estado en la izquierda progresista, no los Peje-zombis descerebrados? La
pregunta arde.
Por cierto, hace un par de días López
Obrador desde el municipio de San Juan Evangelista, al sur del estado, volvió a
arremeter contra el exgobernador veracruzano, Dante Delgado, llamándolo
“corrupto, sin ideales ni principios” porque el Partido Movimiento Ciudadano se
sumó a la alianza con el PAN y el PRD. Otra vez la memoria corta del tabasqueño
cuyo proyecto fue sostenido muchos años con parte de las prerrogativas del
Movimiento Ciudadano, cuando no existía Morena y no tenían acceso al
financiamiento público. ¿Alzheimer o ingratitud?
CASTIGO PETROLERO
El pasado fin de semana estuvo en
el sur de Veracruz el (pre) candidato priísta – pero de corazón azul- José
Antonio Meade, el más rezagado en la carrera por Los Pinos y su visita fue
emblemática por varias razones. La principal es que pisó el corredor petrolero
y petroquímico del sur de la entidad, uno de los más golpeados por la reforma
que privatizó el petróleo y terminó por desquebrajar la industria petroquímica
nacional. Tan en esa región más de 45 mil obreros serán echados a la calle
–varios miles ya fueron despedidos-.
La presencia de Meade, uno de los
impulsores y operadores de dicha reforma constitucional, en
Minatitlán es un agravio para los miles de afectados. Por esa razón, el
discurso del priísta no se basó en logros para el sector petrolero –no los hay-
sino en promesas de regresar el resplandor de la industria y también en un
intento de calmar el enojo popular. La mentira para los petroleros fue prometer
“un cambio necesario para responderle a una ciudadanía que está enojada, a una
ciudadanía que está indignada, cuando vemos que los delincuentes y que los
corruptos se quedan con un dinero mal habido”.
Dice que va a promover cambios
constitucionales para quitarles el dinero a “los corruptos” y los
“delincuentes”. Umm, parece que Meade descubrió el hilo negro y el agua
tibia, ¿no sería mejor aplicar la ley tal como está?, solo hace falta
voluntad política para castigar a los hampones. Fue un discurso lamentable, de
justificación y promesas mentirosas para evitar lo inevitable: el voto de
castigo de los petroleros.
Además, Minatitlán y Coatzacoalcos, los
dos grandes ayuntamientos del corredor petrolero del sur, ya no son gobernados
por el PRI sino por Morena. La presencia del tricolor es mínima en la zona ya
que los otros municipios de la región tienen administraciones de Acción
Nacional por lo que el tricolor perdió uno de sus motores para generar votos:
los presupuestos municipales y la capacidad de movilización de electores.
La única opción para el PRI es
recurrir al Sindicato Petrolero que encabeza el corruptísimo Carlos Romero
Deschamps, pero con el agregado de que dicho gremio está diezmado por los
miles de despedidos y éstos no votarán por quienes son los causantes de su
tragedia. Es malo el panorama electoral para el priismo en las zonas
petroleras, habrá castigo electoral. Ah, y Meade estuvo con José Yunes
Zorrilla, el priísta que quiere ser gobernador, pero que cuando era senador en
funciones aprobó la privatización del petróleo, ¿los agraviados del sur votarán
por él?
Envoyé depuis Paris, France.