23 de enero de 2018

EL GATOPARDO


TEXTO IRREVERENTE
Por Andrés Timoteo

Festinando el arribo a su proyecto de esos que antaño llamó “pirruris” y “señoritingos”, los mismos que en su momento lo descalificaron tildándole de ser “un peligro para México”, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador tendrá que comerse sus propias palabras porque Morena se está nutriendo de la “mafia del poder”. Cada vez hay más de esos  “mafiosos” de la política  que lo arropan y a los que les obsequia candidaturas para que continúen-¡oh paradoja!- en el poder.

El caso más reciente es el de la senadora Gabriela Cuevas, a quien ya le prometió una candidatura plurinominal ‘ipso facto’–rapidísimo- a la diputación. Es el premio por abandonar el PAN, pero el tabasqueño simula que tiene una memoria corta y  le apuesta a que los militantes de Morena –que no el resto de los ciudadanos- también padezcan Alzheimer político.

Gabriela Cuevas fue la panista quien junto con Jorge Lara pagaron la fianza a López Obrador cuando fue desaforado en el 2005, en un intento de que no se convirtiera en mártir. Ella era integrante de la Asamblea Legislativa del entonces Distrito Federal y una ferviente anti-pejista. Era el tiempo en que Vicente Fox intentó frenar a López Obrador para que no llegara a la candidatura presidencial. Cuevas, la “panista más fresa”, le escupía a la cara cada vez que lo mencionaba en alguna conferencia de prensa.

Trece años después Gabriela Cuevas renuncia al panismo y se va a Morena donde López Obrador la recibe con los brazos abiertos. ¿Un síntoma de que padece el Síndrome de Estocolmo porque se enamoró de su verdugo? Sí, pero es más bien un pragmatismo descocado de ambas partes. Morena está abandonando su propuesta ideológica para convertirse en un santuario del gatopardismo.

Se nota a nivel nacional y también en Veracruz donde recoge impresentables por doquier. La segunda fórmula al Senado está encabezada por el fidelista Ricardo Ahued y para las diputaciones se espera toda una pléyade de mafiosos de la política “arrepentidos” y  “perdonados” por Morena. Y así, López Obrador desacredita su propio proyecto de buscar “el cambio verdadero” y en lugar de eso, está en un proceso kafkiano de mutación: de Pejelagarto a gatopardo, dirían los desocupados.

Vaya, ya hasta está en acuerdos con la profesora Elba Esther Gordillo –corrupta entre los corruptos y a la que rechazó en el 2006- cuyo yerno es operador de redes morenistas. El tabasqueño honra lo que el escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa, dijo en su obra “Il Gattopardo” –el libro que sirvió de base para acuñar la tesis del gatopardismo político: “está librando una batalla de cambio para que todo siga como siempre”. ¿Qué dirán los militantes de Morena, los auténticos, esos que siempre han estado en la izquierda progresista, no los Peje-zombis descerebrados? La pregunta arde.

Por cierto, hace un par de días López Obrador desde el municipio de San Juan Evangelista, al sur del estado, volvió a arremeter contra el exgobernador veracruzano, Dante Delgado, llamándolo “corrupto, sin ideales ni principios” porque el Partido Movimiento Ciudadano se sumó a la alianza con el PAN y el PRD. Otra vez la memoria corta del tabasqueño cuyo proyecto fue sostenido muchos años con parte de las prerrogativas del Movimiento Ciudadano, cuando no existía Morena y no tenían acceso al financiamiento público. ¿Alzheimer o ingratitud?

CASTIGO PETROLERO

El pasado  fin de semana estuvo en el sur de Veracruz el (pre) candidato priísta – pero de corazón azul- José Antonio Meade, el más rezagado en la carrera por Los Pinos y su visita fue emblemática por varias razones. La principal es que pisó el corredor petrolero y petroquímico del sur de la entidad, uno de los más golpeados por la reforma que privatizó el petróleo y terminó por desquebrajar la industria petroquímica nacional. Tan en esa región más de 45 mil obreros serán echados a la calle –varios miles ya fueron despedidos-.

La presencia de Meade, uno de los impulsores  y operadores de dicha reforma constitucional, en Minatitlán  es un agravio para los miles de afectados. Por esa razón, el discurso del priísta no se basó en logros para el sector petrolero –no los hay- sino en promesas de regresar el resplandor de la industria y también en un intento de calmar el enojo popular. La mentira para los petroleros fue prometer “un cambio necesario para responderle a una ciudadanía que está enojada, a una ciudadanía que está indignada, cuando vemos que los delincuentes y que los corruptos se quedan con un dinero mal habido”.

Dice que va a promover cambios constitucionales para quitarles el dinero a “los corruptos” y los “delincuentes”. Umm, parece que  Meade descubrió el hilo negro y el agua tibia, ¿no sería mejor aplicar la ley tal como está?,  solo hace falta voluntad política para castigar a los hampones. Fue un discurso lamentable, de justificación y promesas mentirosas para evitar lo inevitable: el voto de castigo de los petroleros.

Además, Minatitlán y Coatzacoalcos, los dos grandes ayuntamientos del corredor petrolero del sur, ya no son gobernados por el PRI sino por Morena. La presencia del tricolor es mínima en la zona ya que los otros municipios de la región tienen administraciones de  Acción Nacional por lo que el tricolor perdió uno de sus motores para generar votos: los presupuestos municipales y la capacidad de movilización de electores.

La única  opción para el PRI es recurrir al Sindicato Petrolero que encabeza el corruptísimo Carlos Romero Deschamps, pero con el agregado de que dicho gremio está diezmado por los  miles de despedidos y éstos no votarán por quienes son los causantes de su tragedia. Es malo el panorama electoral para el priismo en las zonas petroleras, habrá castigo electoral. Ah, y Meade estuvo con José Yunes Zorrilla, el priísta que quiere ser gobernador, pero que cuando era senador en funciones aprobó la privatización del petróleo, ¿los agraviados del sur votarán por él?

Envoyé depuis Paris, France.


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