| lunes, 29 ene 2018 La Jornada en linea
En la permanente discusión capitalismo o
socialismo, parece que ahora surge una nueva tesis: el capitalismo en realidad
no puede desaparecer porque siempre ha estado ahí. Este significaría, tal vez
simplificando mucho, que el "capitalismo", en sus formas más características
de actuar en la economía, han estado siempre presentes en la vida productiva de
las sociedades. Tal vez otro tanto podríamos decir, hablando relativamente, del
socialismo.
Pero
vayamos a un mayor detalle, que relativizan las afirmaciones expresadas antes.
En la economía, independientemente de su signo distintivo, por ejemplo en la
economía socialista tal como la hemos conocido, estuvieron innegablemente
presentes, aun cuando fuera de modo relativo, ciertas características del
"capitalismo". Desde luego la venta de objetos de consumo y el
intercambio de los mismos, determinados cálculos de ganancias o pérdidas, la
búsqueda también del comercio internacional, aun cuando pudiera no ser muy
extenso, las inversiones empresariales y a veces individuales, etc. Por lo
demás, debe reconocerse que la producción en el "capitalismo" se
apoya muy fuertemente en el sector estatal. La economía avanzada, la alta
tecnología y similares siempre han dependido ampliamente del sector dinámico de
la economía estatal. En el caso de la informática, la Internet, los aviones y
la biotecnología, la dependencia del Estado ha sido predominante.
Por su
lado, el "socialismo", aun cuando en la práctica ha perdido su
significado, tradicionalmente quería decir, esencialmente, el control de la
producción por parte de los productores, la eliminación del trabajo asalariado,
la democratización en todas las esferas de la vida: la producción, el comercio,
la educación, los medios de comunicación, la autogestión obrera en las fábricas,
el control comunitario de las comunidades, etcétera. Eso fue en su momento el
socialismo. Sin embargo, hace un siglo que dejó de significar todo eso. A decir
verdad, en más de un sentido en los países que se denominaban
"socialistas", lo eran de una manera muy relativa; es posible que los
trabajadores tuvieran menos derechos en la URSS que en Estados Unidos o
Inglaterra.
Por otro
lado, la producción en el "capitalismo" se apoya muy fuertemente en
el sector estatal. No sólo significa libre comercio y libertad de producción.
La economía avanzada, la alta tecnología y similares siempre han dependido
ampliamente del sector dinámico de la economía estatal.
En
realidad, hoy, cuando hablamos de socialismo o capitalismo, nos referimos mucho
más al régimen político prevaleciente y a la ideología manifiesta, que a los
rasgos estrictos de una forma de producción. Tal vez el ejemplo de China sea el
más ilustrativo, puesto que el régimen político, asentado en un partido
comunista y en otras formas organizativas que tradicionalmente han formado
parte del "socialismo", muestra un sistema económico mucho más
cercano al capitalista que al "clásico" tradicional socialista, como
lo entendían sus creadores intelectuales.
No hay
duda de que el capitalismo ha logrado alcanzar muchas de sus metas, pero como
dice Chomsky, metas que se basan en supuestos que muchos consideran
profundamente antihumanos. Y el primero es la idea misma de que debe haber una
clase de personas que dan órdenes en virtud de la riqueza que poseen y otra
clase de personas que reciben órdenes y las acatan debido a que carecen de
acceso a la riqueza y a los medios de producción.
Por
supuesto, todos lo sabemos bien, los diferentes sistemas de producción terminan
expresándose políticamente en partidos, que generalmente se presentan como
democráticos. Ahora bien, lo que define a un partido “genuinamente democrático”
es la conexión profunda entre sus afiliados, el programa que los guía y sus
líderes. “Los miembros del partido son su poder soberano, que se aglutina en torno
a un interés o principio compartido. Mediante deliberación, los militantes
eligen un programa para defender sus intereses. El partido educa al público
sobre el programa, que le sirve como guía de actuación. Finalmente, los
miembros eligen a un grupo de liderazgo, que incluye candidatos electorales,
que responden ante los miembros y deben respetar el programa”. Todo esto,
sostiene el profesor de Yale Thomas Ackerman, parece muy sencillo pero “lo
curioso es que el Partido Demócrata no tiene ninguna de esas características”,
sino que sus líderes electos o en búsqueda de la elección no responden a nadie
más que a sus donantes y, en teoría, al electorado cada cuatro años. El
partido, su programa y sus militantes no figuran en la ecuación, por lo que
resulta casi imposible conseguir cambios significativos "desde
dentro" de dicho partido.
Como
otros términos en el lenguaje político, "socialismo" es un término
vago y demasiado amplio en su aplicación. Noam Chomsky, por ejemplo, nos dice
que su definición depende de nuestros valores y fines. Y afirma que esta
definición es un buen comienzo y se ajusta bien al contexto estadunidense, si
recordamos las recomendaciones principales de John Dewey, uno de los
principales filósofos en la historia de Estados Unidos. quien recomienda la
democratización genuina en todos los aspectos de la política. la economía y de
la vida social. Y añade que "los trabajadores deben ser los amos de su
destino industrial, y que los medios de producción, intercambio, publicidad,
transporte y comunicaciones deben permanecer bajo el control público. De otra
manera la sociedad permanecerá bajo el control del big business y la
política social en su conjunto permanecerá bajo el control del interés de los
amos".
Podríamos
continuar ampliamente estableciendo paralelos y diferencias entre los modos de
producción "socialista" y "capitalista", pero lo importante
son dos cuestiones: una, que por necesidad en nuestro tiempo en ambas formas de
producción encontramos necesariamente rasgos de ambas, lo que remite a dos
cuestiones: las diferencias serían de grado, independientemente de la
terminología utilizada, y segundo, que la diferencia sustancial es sobre todo
de carácter político y de medios y fines, en lo cual el carácter
"humanista" o no del sistema establecería la diferencia de sustancia.
De todos
modos la gran batalla está abierta, y las militancia se definen por el
contenido ético o no de sus medios y fines que ponga en obra cada uno de los
sistemas. Por eso no resulta tan falsa la proclamación que se difundió
extensamente durante el siglo XX, con sus matices: socialismo o barbarie.
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