abril 01, 2018
11:30am
En el municipio cercano a Ciudad Juárez, en el norte de México, el 70
por ciento de la población huyó por la violencia. Hace diez años que
comenzó la guerra entre los cárteles de Sinaloa y de Juárez que se disputaban
el territorio, un lugar ideal para el tráfico de droga, personas y armas porque
no hay muro y el río lleva poca agua gran parte del año, las brechas que
existen del lado norteamericano llevan a la carretera Interestatal 10 que
conecta los estados fronterizos.
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Por
Marco Antonio López Romero
Ciudad de México, 1 de abril
(Infobae/SinEmbargo).- La guerra quedó grabada a manera de memoria dolorosa y
amenazante en las estructuras cadavéricas de lo que fueron casas y negocios. A
manera de lo que fue, sí; pero también de lo que no se ha ido. Guadalupe,
municipio al este de Ciudad Juárez, colindante con Texas, es casi un pueblo
fantasma, todavía.
“La violencia no está
detenida, es de diferente forma, pero sigue”, dice una mujer que vive desde
niña en Guadalupe y que prefiere no dar su nombre. “Siempre hay alguien
vigilándonos”, cuenta.
Hace diez años que comenzó la guerra
en este pueblo. Los cárteles de Sinaloa y de Juárez se disputaban el
territorio, ideal para el tráfico de droga, personas y armas porque no hay muro
y el río lleva poca agua gran parte del año, las brechas que existen del lado
norteamericano llevan a la carretera Interestatal 10 que conecta los estados
fronterizos. Al enfrentamiento se sumaron el Ejército y la Policía Federal y
este pueblo fue una devastada zona de guerra entre tres bandos.
Marzo de 2008 llegó con el anuncio
del inicio del Operativo Conjunto Chihuahua, impulsado por el entonces
presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa. Llegó también con el
arribo de 11 mil 840 elementos de seguridad, entre policías federales,
ministeriales y Ejército, al estado. Marzo cambió todo y no ha vuelto a la
normalidad desde entonces.
Por ejemplo, en 2010 fueron
asesinadas entre Ciudad Juárez y Guadalupe, municipios que representan apenas
el 1 por ciento de la población total del país, 3 mil 825 personas, es decir,
el 15 por ciento de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico en México,
las puso este puntito del mapa junto al río Bravo. Y el 50 por ciento de los
homicidios fueron contra hombres de entre 15 y 29 años de edad, de acuerdo con
datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. La cabecera municipal
de Guadalupe es el poblado que lleva el mismo nombre, es parte de lo que se
conoce como el Valle de Juárez, que comprende una parte de Ciudad Juárez,
Guadalupe y Praxedis G. Guerrero. Son más de 60 kilómetros de frontera que
comparte el río con los poblados de Fabens, Tornillo y San Elizario, en Texas.
Hace diez años que comenzó la guerra en este
pueblo. Foto: Especial/Infobae
DENIGRAR
A LA POLICÍA Y EXTERMINAR FAMILIAS
Aunque parezca contradictorio,
Guadalupe, uno de los municipios más violentos del estado de Chihuahua, no
tiene Policía Municipal. A sus integrantes los asesinaron, secuestraron,
desaparecieron o amenazaron para que renunciaran.
Éricka Gándara Archuleta tenía 28
años cuando se convirtió en la primera comandante de la Policía Municipal de
Guadalupe. Tenía bajo su mando a siete policías; todos renunciaron ante las
amenazas y ella se quedó sola. Era la única policía que salía a patrullar el
pueblo cada día con un fusil AK47 cuando, el 23 de diciembre de 2010, víspera
de Navidad, fue secuestrada. Un grupo armado la sacó de su casa, a la que le
prendió fuego, antes de irse con Éricka.
“Guadalupe, uno de
los municipios más violentos del estado de Chihuahua, no tiene Policía
Municipal. A sus integrantes los asesinaron, secuestraron, desaparecieron o
amenazaron para que renunciaran”.
Casi dos meses después, el 12 de
febrero, fue hallada muerta en un canal de aguas negras, pero eso no se supo
hasta que pasaron ocho meses y el cuerpo, que fue encontrado en avanzado estado
de descomposición, pudo ser reconocido.
Seis meses antes del secuestro de
Éricka, el alcalde de Guadalupe huyó hacia Ciudad Juárez por las amenazadas del
crimen organizado. Jesús Manuel Lara fue acribillado frente a su familia y
dentro de la casa en que se refugiaba, el 19 de junio de 2010.
Pasaron cuatro años y la familia de
Éricka se enlutó de nuevo. El 11 de diciembre de 2014 fueron encontrados los
cuerpos de tres hombres cada uno enredado en una cobija. El multihomicidio de
Élmer García Archuleta, estudiante de Psicología en la Universidad Autónoma de
Ciudad Juárez y activista, así como de su hermano Édgar Iván García y de su
primo Gabriel Gándara Archuleta, conmocionó a la comunidad de ambos municipios.
Los cuerpos tuvieron que ser velados en El Paso, Texas, a donde huyó el resto
de la familia en busca de asilo.
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LOS
REYES SALAZAR
A la familia Reyes Salazar le
asesinaron siete integrantes, los demás, todos, tuvieron que huir y sus casas
fueron saqueadas y quemadas. A Estados Unidos pidieron refugio 36 integrantes y
otros tantos en la Ciudad de México.
Josefina Reyes Salazar esperaba a su
hijo de 19 años cuando sonó el teléfono. Julio César fue asesinado por un grupo
armado que irrumpió la boda en la que se encontraba. Era 15 de noviembre de
2008.
Con la entrada del Operativo Conjunto
Chihuahua llegaron las amenazas para Josefina, ella exigía y se sumaba al
movimiento contra la militarización del municipio. Fundó el Centro de Derechos
Humanos Pro Valle de Juárez. En agosto de 2008, durante un cateo, un grupo de
militares se llevó a otro de sus hijos, Miguel Ángel. Cuando acudió al cuartel
le dijeron que ahí no estaba. Josefina se puso en huelga de hambre y logró que
le regresaran a su hijo.
Julio César fue asesinado por un grupo armado que
irrumpió la boda en la que se encontraba. Foto: Especial/Infobae
Josefina fue asesinada por dos
hombres que la seguían. Cuando se dio cuenta se estacionó en un establecimiento
de comida a donde intentó correr. Las balas la alcanzaron antes. Era 3 de enero
de 2010.
A Rubén Reyes, otro de los hermanos,
también activista hacía más de 30 años, le dio alcance una camioneta luego de
dejar a su hija en la escuela. Desde ahí lo acribillaron. La primera en llegar
a la escena fue su hermana Marisela que trabajaba en la escuela, consiguió una
sábana para tapar el cuerpo perforado.
De un retén militar se llevaron a
Elías Salazar, a su esposa María Luisa Ornelas y a su hermana Magdalena Salazar
en febrero de 2011, a mediados del mes aparecieron los tres cuerpos torturados.
No queda ninguno en Guadalupe y todas las casas de la familia fueron quemadas.
Tras el asesinato de la comandante
Éricka Gándara Archuleta se extinguió la Policía Municipal. Sin embargo, para
2015 invitó a la comunidad a reintegrarla. Esta vez el comandante fue Máximo
Carrillo Limones. El 21 de junio de 2015 fue sacado del estadio de béisbol por
hombres armados, torturado y asesinado el mismo día.
El
comandante Máximo fue relevado enseguida por Joaquín Hernández. El 7 de julio,
se encontraba con su hijo, Jonathan Uriel Hernández, de 24 años y un hombre que
fue a pedir trabajo. A la estación llamaron para reportar un accidente en la
carretera Juárez El Porvenir. Los seguía una ambulancia que vio cómo los
emboscaban y disparaban. El paramédico llamó a la reportera de El Diario Luz
del Carmen Sosa, con la culpa de quien mata porque no pudieron ayudarlos,
“nosotros no tenemos armas”, le dijo, como si tuviera que confesar o justificar
la huida.
Para una visita del ex Gobernador César Duarte, las
casas del pueblo se pintaron de colores fosforescentes en un intento de
disimular el abandono. Foto: Especial/Infobae
Desde entonces no existe la Policía Municipal
y es el Estado el que se encarga de enviar elementos para que patrullen la
zona. De acuerdo con empleados del DIF municipal la población ronda los mil 500
habitantes, a 10 años de la guerra se considera que el 70 por ciento de la
población huyó. En 2005 el censo de población del INEGI fue de 4 mil 647.
El 4 de febrero el Presidente Enrique
Peña Nieto, acudió para inaugurar el puente internacional GuadalupeTornillo, al
que se le invirtieron 500 millones de pesos y se anunció como uno de los
puertos más importantes en la frontera. Entonces y desde antes, para una visita
del ex Gobernador César Duarte, las casas del pueblo se pintaron de colores
fosforescentes en un intento de disimular el abandono. Como en la Fiscalía,
donde no hay ninguna denuncia por el incendio de las casas. Un intento estéril.
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Cuando llegas a Guadalupe alguien te
sigue. Es sábado y en el gimnasio municipal se celebra una pelea de gallos,
adentro improvisaron un palenque, un grupo de hombres toma cerveza y fuma atrás
de las pajas que rodean a los gallos. La directora del DIF y esposa del
presidente municipal, Patricia Olguín, cuenta que es un evento del Municipio a
beneficio de una iglesia cristiana. Ahí está el presidente pero no accede a
entrevista, se tiene que ir de emergencia. Afuera dos patrullas de la Policía
del Estado cuidan el evento.
Los empleados municipales dicen que
todo está bien y seguro. Pero la gente no quiere hablar o si lo hace da una
recomendación, que no se detengan, que no tomen fotos: “Es un grupo que nunca
se va a acabar. Es un consejo que les doy porque les pueden dar un asustadón
que no se la van a acabar, los pueden para ministeriales o civiles, es lo
mismo”.
“Anoche escuché
balazos”, dice una mujer sin nombre.
Por Redacción / Sin Embargo