31 March, 2018 02:43:00
Por Andrés Timoteo
SÁBADO SANTO
Día de silencio y escondites. A quien
consideraban el Cristo ha muerto. Fue crucificado y no bajaron los ángeles a
liberarlo del tormento. Hay desconcierto entre sus seguidores que están
escondidos para evadir las redadas de sediciosos. Su líder murió humillado, en
medio de dos ladrones -los evangelios oficiales no mencionan sus nombres, pero
los apócrifos sí: Dimas y Gestas-, sus vestiduras fueron rifadas entre la tropa
y ni siquiera se tenía una tumba para ser sepultado.
El cadáver iría a la fosa común. No
obstante, dos sumos sacerdotes, José de Arimatea y Nicodemus, resuelven el
problema. Ambos, a pesar de ser ricos fariseos integraban una especie de
oposición a los poderosos lideres clericales Anás y su yerno, Caifás,
controladores del Sanedrín. Los dos proveen mirra para embalsamar el cadáver,
maniobran para que él mismo les fuese entregado y le ceden un sepulcro.
Claro, actuaron en secreto para no
echarse encima a los jerarcas judíos. Ambos ya se habían reunido con el Profeta
en vida, en encuentros sigilosos. La enseñanza es que no todas las
instituciones son canastas con frutas totalmente podridas, en los círculos del
poder hay gente de valía, pero que no se atreve a actuar en consecuencia
públicamente.
Son personajes enigmáticos porque no se
sabe mucho de ellos en los textos bíblicos, pero sí abundan las leyendas urbanas.
Por ejemplo, han dicho que José de Arimatea era tío de María de Nazaret, por
tanto, tío abuelo de Jesús y que fue quien se quedó el grial de la ultima cena.
Que Nicodemus intervino en favor de Jesús frente al pretor Pilato y si bien no
pudo salvarlo, al menos logró recuperar el cadáver.
Otros relatos ubican tanto a José de
Arimatea como a Nicodemus como alguno de los sabios que visitaron el pesebre de
Belén, tres décadas antes. Ambos sacerdotes, hombres adinerados, después
también habrían financiado los periplos de los doce apóstoles por el mundo
antiguo para propagar las enseñanzas de Jesús.
La liturgia moderna llama, desde
1955, a este día Sábado de Gloria, adelantándose al Domingo de
Resurrección, aun cuando todavía es vigía. El Cristo está en el inframundo.
Será hasta el tercer día, como estaba profetizado, cuando resucite en su mismo
cuerpo terrenal. ¿Y quién es la primera persona que lo ve de nuevo con vida?
María Magdalena, la mujer que fue a la tumba a embalsamar a su amado.
La Magdalena y María, la madre,
tuvieron que huir de Judea al igual que los apóstoles para escapar de la furia
sanedrínica. La primera hacía La Galia, hoy Francia, donde hay una
supuesta tumba en una cueva del poblado La-Sainte-Baume, donde reposan sus huesos.
María Magdalena estaba embarazada durante el ajusticiamiento y ya en suelo
francés tuvo una hija, Sara, cuyos descendientes integraron la dinastía
merovingia que, según la leyenda, llegó al trono de Francia en el siglo V.
De la madre, María, se habla que radicó
en Éfeso, la actual Turquía. No hay tumba porque no murió, fue elevada al cielo
en vida, según los testamentos apócrifos. Es uno de los dos únicos humanos en
la historia bíblica que tuvieron tal privilegio, de no morir y en sus cuerpos
terrenales ser llevados al Edén. El otro es el profeta Elías, quien vivió 900
años antes y que en un “carro de fuego” los ángeles lo condujeron a las
alturas.
La huida y ocultamiento de los
seguidores de Jesús se prolongó por muchos años y la mayoría terminó en el
patíbulo, fueron atrapados y ajusticiados. Sus descendientes, los cristianos
primitivos, también tuvieron siglos de persecución. No solo fue el sábado, al
día siguiente de la crucifixión, cuando se mantuvieron ocultos y destilando
miedo. Moraleja de la Semana Santa: El paso terrenal de Jesús es una historia
política, de lucha por el poder y enfrentarse al sistema no es un tronar de
dedos ni pasear en un jardín. Va la vida de por medio.
Segunda moraleja: los actuales jerarcas
religiosos -de todas las iglesias que se dicen cristianas- en su mayoría
se parecen más a los Fariseos y Saduceos del Sanedrín judaico que a los
mensajeros primigenios del Nazareno. Éstos, los modernos sumos sacerdotes
-léase: obispos, arzobispos, cardenales, patriarcas y hasta Papas- si ven a un
predicador defendiendo a los pobres y condenando la riqueza del clero, seguro
lo mandan a crucificar. Lo de antes, sigue vigente, pues.
Tercera moraleja, que no debe dejarse
pasar por el contexto actual: Jesús fue palestino no judío. Belén, donde nació,
se ubica en Cisjordania. Los palestinos de ahora son perseguidos, segregados y
asesinados por Israel. Los israelitas se apropiaron del nominativo “El pueblo
de Dios”, para hacer de las suyas mientras que Palestina, la verdadera nación
del Mesías, está hoy postrada y desangrándose.
LA RISA EN VACACIONES
Criminales ateos. Ayer en Acapulco,
Guerrero, delincuentes se liaron a balazos con la policía donde se realizaba en
viacrucis viviente. Los feligreses salieron en estampida en medio de las balas.
Hasta anoche se hablaba de dos muertos. No es de risa, pero sí de extremos
porque estos malosos no respetan ni la Semana Santa.
Santa ‘mordida’. Inspectores de
Comercio del ayuntamiento de Córdoba, que preside la panista Leticia López
Landero, persiguieron a vendedores ambulantes desde el parque 21 de Mayo hasta
el interior de la catedral de la Inmaculada Concepción para arrebatarles su
mercancía. Un sacerdote tuvo que intervenir para frenar a los rabiosos
empleados municipales. Antes de escabullirse por las salidas laterales del
templo, los perseguidos declararon a la prensa: “se enojaron porque no les
dimos ‘mordida’ para que nos dejaran vender”.
El mal ladrón. Gabriel Deantes,
operador financiero de Javier Duarte y uno de los saqueadores más descarados
del sexenio pasado, recibió un golpe en plenos días santos. Sus cuentas
bancarias fueron ‘congeladas’ por la Secretaría de Hacienda y no pudo hacer
nada porque los jueces se negaron a conocer su petición de amparo. A esté sí lo
hubieran crucificado al lado del Nazareno, aunque por mientras habrá que
esconderlo del partido Morena, no sea que lo quieran hacer candidato.
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