9 de mayo de 2019

ASSANGE, LOS INFORMANTES Y LA IMPUNIDAD PARA CRÍMENES DE EU


En pocas semanas hemos tenido acontecimientos importantes que marcan la intencionalidad expresa del gobierno de Estados Unidos de garantizar la impunidad de sus crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. La impunidad siempre es protección de quién ya cometió un delito, pero es, al mismo tiempo, un impulso a nuevos crímenes por parte de quienes sienten que no deberán responder por sus faltas.

Assange o el arresto del mensajero

El primero es el arresto de Asange, en un acto que avergüenza al Ecuador y que violó la soberanía de una de nuestras embajadas. Theresa May, Primera Ministra de Reino Unido, al anunciar su arresto en la Cámara de los Comunes, dejó claro que “También ha sido arrestado en relación con una solicitud de extradición de las autoridades de los Estados Unidos”. Ese día, 11 de abril, se desbarató la justificación morenista de que había un acuerdo con Reino Unido, del cual no ha presentado ni un documento.

¿Por qué Estados Unidos lo busca? Esto es lo realmente importante. Se trata de persecución por haber difundido videos y documentos de crímenes de guerra. Por la misma razón persigue y encarcela a Chelsea (antes usaba el nombre de Bradley) Maning, quien en 2010 entregó a Wikileaks más de 92.000 documentos sobre la guerra en Afganistán, importantes al grado que la británica Mairead Corrigan-Maguire, quien recibió el Premio Nobel de la Paz en 1976, candidatizó a Manning a ese mismo premio, porque: “Su increíble revelación de documentos secretos a Wikileaks ayudó a poner fin a la guerra de Irak y puede haber ayudado a prevenir más conflictos en otros lugares”.

No se puede olvidar el caso de Edward Snowden, que en 2013 dio las pruebas de violación del derecho a la privacidad y espionaje del gobierno de Estados Unidos dentro y fuera de su país. Continua perseguido aunque tiene refugio en Rusia.

En los tres casos, se trata de informantes, de gente que denuncia crímenes a riesgo de su seguridad personal, ya que ninguno lo hizo por existir un juicio en su contra. Su calidad de informantes de delitos, cuyos culpables deben estar procesados, obliga a los estados a protegerlos. Hay claros casos en la historia que demuestran la importancia judicial e histórica de estas personas (ver: El caso Snowden: entre filtraciones y neocolonialismo, por Edgar Isch L. lalineadefuego.info) por lo que se ve la necesidad de su información para conocer la verdad.

Esta es la información que los halcones de la guerra encumbrados en el gobierno de Trump quieren ocultar y, más aún, que no se pueda juzgar. Su presión es tal que los medios que reprodujeron en su momentos los documentos presentados por wikileaks, ahora atacan a Assange repitiendo cosas de segundo orden: que no es periodista, como si la verdad tuviera que entubarse en los grandes medios de comunicación; que es antipático y malcriado, como si ello significara que no merece derechos humanos incluyendo el de asilo en una embajada; que es información lograda de manera oscura, como si los delincuentes dejaran las pruebas a luz pública y no señalaran como “secretos de Estado” a los crímenes de guerra. Sin embargo, la veracidad de lo difundido por wikileaks no se discute.

Argumentos de ese tipo ponen en riesgo a todo periodismo de investigación. El tratamiento del “lava jato”, de los “papeles de Panamá”, de investigación sobre casos ocultados de acoso y violencia sexual en escuelas ecuatorianas, entre muchos otros, difícilmente podrán realizarse sin temor de juicios contra los periodistas.

Otras formas de impedir denuncias

El 23 de abril el New York Times publicó un reportaje sobre la manera en que fueron presionados siete SEAL (fuerzas de operaciones especiales de la Armada) para que “dejen de hablar” sobre acciones de su oficial en Irak, que incluyen “apuñalar hasta la muerte a un adolescente indefenso cautivo”, “escoger a una niña en edad escolar y a un anciano desde un puesto de francotiradores” y “rociar indiscriminadamente los barrios con cohetes y disparos de ametralladoras”.
A pesar de las amenazas sobre su futuro en la Armada y otros, los denunciantes mantuvieron su posición dentro y fuera de la institucion por más de un año y el oficial denunciado enfrentará un juicio desde mayo próximo. El informe de la investigación indica que varios otros SEAL de alto rango también conocían las acusaciones y no las dieron a conocer. Sin embargo, ninguno está acusado de encubrimiento de los crímenes de guerra.

Las cortes secretas de EU

Chelsea Maning, quien ya estaba libre por haber entregado información sobre los crímenes de guerra, hoy está nuevamente detenido por haberse negado a declarar contra Assange ante un jurado a puertas cerradas. A Manning no se le dijo lo que estaba investigando el gran jurado, y una audiencia en la que ella presentó objeciones a la obligación de testificar ocurrió en secreto.

Es decir que la verdad y la justicia no son asunto de interés de ese jurado, sino armar pruebas sobre los supuestos delitos de Assange. Una declaración forzada no puede considerarse de validez y castigar a quien se niega a realizar una es prueba de que se imponen mentiras.

“Se supone que los grandes jurados deben determinar si existe una causa probable para devolver una acusación penal. Originalmente, se suponía que debían actuar como un control del poder fiscal. Sin embargo, hoy en día, se suele decir que un fiscal puede hacer que un gran jurado «condene un emparedado de jamón». Como resultado, los grandes jurados a menudo se utilizan como expediciones de pesca contra activistas políticos y movimientos sociales. Manning citó estas preocupaciones al explicar su negativa a declarar. Luego, ella señaló: «En solidaridad con muchos activistas que enfrentan las dificultades, mantendré mis principios» … (Chip Gibbons, «Let Chelsea go», The Jacobin, 27 de marzo de 2019).

La Corte Penal Internacional cae en el lodazal

Pues bien, hasta aquí está el interés de ocultamiento de la información. Pero ¿Qué pasa si la información sale? Entonces hay que impedir los juicios. Por tanto, la noticia complementaria, del 12 de abril, es que nada menos que la Corte Penal Internacional (CPI) tras amenazas del gobierno de Trump, anunció que no investigará los crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad de los que esté acusado Estados Unidos y otros actores en Afganistán. La CPI sugirió que su decisión se debía a la falta de cooperación del gobierno de Estados Unidos con la investigación, con lo que si no hay colaboración del acusado no podrá haber juicio, un antecedente terrible para la justicia en el mundo.

Esta caída de la CPI en el lodazal se da luego de amenazas de John Bolton, asesor de Trump de sanciones económicas a los miembros de la Corte y pocos días después de que el gobierno estadounidense revocó la visa de la fiscal principal, Fatou Bensouda que encabezaba desde 2016, la acusación contra el ejército de EU por torturas en al menos 61 presos en Afganistán durante la guerra. Dicho informe también acusaba a la CIA de someter a prácticas de tortura —incluyendo violaciones— a por lo menos 27 presos en los centros de detención de la CIA en Afganistán, Polonia, Rumania y Lituania. Estados Unidos no es parte de la CPI pero puede ser juzgado porque los crímenes se cometieron en estados miembros.

Si no se puede acusar a los criminales a pesar de la presentación de pruebas, significa que la justicia no es un interés de la CPI ni las víctimas un asunto de su atención. Y más graves porque estos no son los únicos casos, debido a que Estados Unidos y otras potencias activan guerras en muchas partes y cometen crímenes permanentes. Las guerras son, además un gran negocio de la industria de armas, pues como buenos capitalistas crean las condiciones para vender aceleradamente sus productos, de manera que nuevas guerras y crímenes de lesa humanidad vendrán.

Hay que considerar la declaración de Trump “Desde la creación de la CPI, los Estados Unidos se han negado sistemáticamente a unirse a la corte debido a sus poderes fiscales amplios e irresponsables; la amenaza que representa para la soberanía estadounidense; y otras deficiencias que lo hacen ilegítimo. Cualquier intento de atacar al personal estadounidense, israelí o aliado para ser procesado recibirá una respuesta rápida y vigorosa». Por tanto, la impunidad abarca a otros criminales, mientras estén en la lista de aliados del criminal mayor. Si es pro yanqui, está perdonado.

Enjuiciar al denunciante y proteger al criminal

En suma, el gobierno de Estados Unidos, cuando se trata de crímenes de guerra cometidos por sus militares, lo que pretende es enjuiciar a los que denuncian y proteger a los criminales. Claro, esta es parte de la naturaleza del imperialismo a lo largo de la historia. Otras potencias han actuado de la misma manera, siendo las guerras de agresión un crimen gigantesco en si mismo. Recuérdese que principalmente, pero no solo de allí, fue desde Estados Unidos y el Reino Unido que salieron las mentiras sobre las armas de destrucción masiva que justificaban destruir Irak. Aunque en ambos países más tarde y tras cientos de miles de muertes se reconoció en los respectivos congresos que fue todo mentira, no hay nadie enjuiciado por enormes daños humanos, ecológicos, culturales y otros cometidos.

La lucha por la verdad está en momentos difíciles, pero lógicamente es obligatorio continuarla. La gente debe conocer estos hechos y antecedentes, antes que caiga en la trampa de las mentiras miles de veces dichas y que justifican crímenes mayores. Pero, ante todo, comprender que a las potencias imperialistas no les importan los derechos humanos, qué si los mencionan o hablan de crisis humanitarias, es solo como coartada de sus ataques a pueblos enteros. Justificación que la vemos hoy todos los días en los noticiarios y periódicos más vendidos (en los dos sentidos de la palabra).

*  Académico y ex ministro de Medioambiente de Ecuador. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


LOS LIBROS EN LA HOGUERA


Quemar libros en forma premeditada indica el grado de barbarie a que puede llegar una sociedad, como se evidenció en diferentes momentos del siglo XX, algunos de los cuales son evocados en este artículo. Es importante rememorar los pormenores de este crimen cultural ahora que se han cumplido 80 años de la masiva combustión de obras escritas en la Alemania nazi y 35 años de la quema de libros en Bucaramanga por parte de un furibundo inquisidor católico que ahora ocupa una alta posición en el Estado colombiano.
“[…] el fuego destruye todo, libros incluidos, pero nunca puede destruir los sentimientos, el saber y la Memoria”. Mempo Giardinelli
Alemania: bibliocausto nazi
El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler fue proclamado como Canciller de Alemania y pronto se vieron las consecuencias “culturales” de esta designación. El 4 de febrero se dictó una ley para la Protección del Pueblo Alemán que restringió la libertad de prensa y precisó las normas que permitirían requisar el material impreso que fuera considerado como peligroso. El 5 de febrero fueron atacadas las sedes del partido comunista en varias ciudades de Alemania y se destruyeron sus bibliotecas. El 27 de ese mismo mes fue incendiado el Parlamento, El Reichstag y se quemaron todos sus archivos.
Uno de los principales lugartenientes de Hitler era Josef Góbbels, designado el 1 de abril de 1933 como ministro de Propaganda, quien se dio a la tarea de “purificar” la educación y la cultura alemana. Como parte de esa “limpieza cultural”, el 8 de abril dirigió un memorándum a las organizaciones estudiantiles de los nazis en donde remarcaba la urgencia de destruir los libros peligrosos, que se encontraran depositados en las bibliotecas. A finales de marzo se inició la quema de libros, lo cual prosiguió durante todo el mes de abril en algunos lugares del país, aunque estos hechos todavía eran algo aislados
El verdadero bibliocausto empezó el 5 de mayo, cuando en la ciudad de Colonia los estudiantes de la Universidad ocuparon la biblioteca y seleccionaron los libros de autores judíos y comunistas y luego los incendiaron. Esto anticipaba lo que vendría inmediatamente después, puesto que el día 10 de mayo se programó una multitudinaria reunión con el objetivo de efectuar una quema pública de libros. En la ciudad de Berlín, los estudiantes de la Universidad Wilhelm Von Humboldt recogieron unos 25 mil libros prohibidos y les prendieron fuego en la Plaza de la Opera, gritando consignas “contra la clase materialista y utilitaria” y “por una comunidad de Pueblo y una forma ideal de vida”. Joseph Goebbels en persona presidía el macabro evento y para darle relieve al acontecimiento pronunció un discurso en el que anunciaba los motivos de la “heroica acción” contra los libros. Sin rodeos sostuvo que “la época extremista del intelectualismo judío ha llegado a su fin y la revolución de Alemania ha abierto las puertas nuevamente para un modo de vida que permita llegar a la verdadera esencia del ser alemán”. Señaló que “durante los pasados catorce años Uds., estudiantes, sufrieron en silencio vergonzoso la humillación de la República de Noviembre, y sus bibliotecas fueron inundadas con la basura y la corrupción del asfalto literario de los judíos”. Según él, esa situación se tornó intolerante y por eso “la juventud alemana ha reestablecido ahora nuevas condiciones en nuestro sistema legal y ha devuelto la normalidad a nuestra vida [...] Uds. están haciendo lo correcto cuando Uds., a esta hora de medianoche, entregan a las llamas el espíritu diabólico del pasado [...] El anterior pasado perece en las llamas; los nuevos tiempos renacen de esas llamas que se queman en nuestros corazones [...]”i. 
Se quería borrar el pasado y la memoria, para construir sobre sus ruinas el Tercer Reich, que se pretendía iba a durar mil años. Por ello, en la hoguera se encontraban las obras de grandes pensadores que habían enaltecido al arte, la ciencia, la política y el conocimiento. Allí ardieron libros de Carlos Marx, de Sigmund Freud, Heinrich Mann, Emil Ludwig, Eric Marie Remarque, Heinrich Heine, Bertolt Brecht, Stefan Zweig, Emilio Zola, H.G. Wells, de un total obras que correspondían a unos 5.500 autores de Alemania y otros países del mundo. Al unísono, en otras 22 ciudades de Alemania se quemaban libros y durante ese trágico mes de mayo millones de libros fueron devorados por el fuego, en medio de la celebración histérica de una juventud enceguecida por el odio sectario contra toda obra escrita que fuera considerada como judía, comunista o antialemana.
Heinrich Heine, un poeta decimonónico de Alemania, cuyas obras también fueron consumidas por el fuego nazi, había dicho en 1821 que allí “donde los libros son quemados, al final también son quemados los hombres”. Esta predicción resultó terriblemente cierta porque antes de que, literalmente, empezaran a ser asados los seres humanos, primero se fundieron los libros que fueron “el conejillo de indias” de los hornos crematorios que vendrían después. Primero se calcinaron los papeles en las hogueras públicas y luego los cuerpos de hombres y mujeres en los campos de concentración.
La “lección alemana” de Hitler, que tendría un gran alcance durante todo el siglo XX, se basaba en el presupuesto que la “purificación” de un país debería comenzar por la eliminación física de los productos culturales que se definían como inmorales y “corruptores” del espíritu de un pueblo. Algunos autores habían entendido claramente el impacto que traería el nazismo sobre los libros, tal y como lo anticipó el escritor Joseph Roth, quien desde antes del ascenso de Hitler había anunciado: “Van a quemar nuestros libros”. Y en efecto sus obras también fueron destruidas y el autor se vio obligado a huir y exiliarse en París en donde moriría en 1939.
Chile, 1973: pinochetazo a los libros
La lección alemana de Hitler sería replicada en América Latina en la década de 1970 y el primer país donde se puso en práctica fue en Chile. Luego del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 contra el gobierno de Salvador Allende, la dictadura asesina de Augusto Pinochet aparte de masacrar, torturar y perseguir con saña a quienes habían apoyado a la Unidad Popular, inició un proyecto de “reconstrucción cultural”, que tenía como misión principal “extirpar” las ideas revolucionarias del alma de los chilenos, especialmente de los jóvenes. La dictadura se declaró antimarxista y persiguió todo lo que considerara relacionado con el marxismo, en donde se incluían libros, revistas y periódicos.
Desde un primer momento procedió a destruir las editoriales de izquierda, con lo cual eliminaba uno de los proyectos centrales del gobierno de Allende, que había fundado en 1971 la Editorial Quimantú (una palabra indígena que significa Sol del Saber). Esta empresa producía libros a bajo precio y durante sus dos años de existencia publicó 250 títulos, que en total sobrepasaron los diez millones de ejemplares, y llegó a editar 500 mil libros al mes. Fue un proyecto encaminado a llevar la literatura y el pensamiento a los más pobres de Chile, como lo recordaba años después Joaquín Gutiérrez, su director: “La gente andaba con sus libritos en la mano para leer en los buses. Era muy lindo el cariño que se despertó en los trabajadores por la cultura [...] Logramos cambiar socialmente el panorama del libro, porque hasta ese momento era privilegio de una elite”ii.
En el momento del golpe se encontraban en las bodegas de Quimantú miles de ejemplares y otros tantos estaban en proceso de elaboración. La jauría militar allanó la sede de la editorial y guillotinó las obras completas del Che Guevara, junto con miles de libros de muchos autores, y no solamente marxistas. Como para mostrar el sentido que tenía este crimen cultural, la televisión lo transmitió a todo Chile, con el sentido de aterrorizar a escritores, intelectuales, estudiantes y pensadores que fueran de izquierda y tuvieran alguna relación con el gobierno de la Unidad Popular. La destrucción de libros no fue un exceso de las primeras horas del cruento golpe de Estado, sino una acción planificada porque cuando fueron allanadas las sedes de los partidos de izquierda se prendió fuego a los materiales bibliográficos que allí se encontraban. Eso sucedió con las oficinas del Partido Socialista que fueron derrumbadas a cañonazos y quemados los impresos que allí se encontraban. A su vez, desde las ventanas del cuarto piso de la sede del MAPU, los militares lanzaban a la calle miles de libros.
La destrucción de libros prosiguió durante las primeras semanas del golpe. Por ejemplo, el 23 de septiembre fue ocupada la Remodelación San Borja, un conjunto habitacional que había sido construido hacia poco tiempo. El allanamiento duró 14 horas y durante ese tiempo se atizó una hoguera con libros y panfletos políticos. Allí se quemaron miles de libros de filosofía, política, sociología, historia, literatura, de autores de América Latina y del resto del mundo. Todo lo que se considerara como marxista o cercano terminaba en la hoguera.
El historiador uruguayo Carlos Rama, quien presenció en forma directa estos viles acontecimientos, relató que los allanamientos se repitieron miles de veces a lo largo de todo Chile: “Los soldados allanan las casas, examinan la documentación de sus habitantes y revisan por si tienen armas y libros. Si los tienen, y eso es normal en un país como Chile, toman todos los que digan en la tapa Marx o Lenin (aunque sea para refutarlos…), las revistas y diarios favorables al gobierno de Allende (aunque no sean marxistas) y todo cuanto se había impreso sobre el fascismo, y lo queman”.
En estas condiciones, el solo hecho de tener libros se convirtió en un delito a los ojos de los “cultos” militares que aniquilaban el tejido democrático de la sociedad chilena. Esto generó como mecanismo de sobrevivencia la autocensura, porque profesores, estudiantes, profesionales, empleados y obreros se vieron obligados a destruir sus propias bibliotecas, con lo cual se consumaba el genocidio bibliográfico que hizo retroceder a Chile en materia cultural varias décadas con respecto a los avances logrados durante la Unidad Popular, porque como lo decía el mencionado historiador: “El pequeño avance conseguido en los últimos tres años en materia de cultura de masas, libros populares, bibliotecas al alcance de los obreros y los jóvenes. Todo eso está perdido”.
Carlos Rama concluía su dolorosa crónica sobre la quema de libros en Chile afirmando que si hasta el golpe de Pinochet “no conocíamos el caso de la persecución a los libros y la quema de bibliotecas, era por la razón muy obvia que no teníamos muchos libros para destruir, y recién ahora comenzamos a tenerlos, y por tanto algunos a temerlos. ¿Estaremos condenados a otros cien años de barbarie analfabeta?”iii.
En Chile, por lo visto en los últimos 40 años de retroceso educativo, escaza producción literaria y poca reflexión intelectual crítica, se puede decir que se impuso esa barbarie analfabeta propia del capitalismo neoliberal, en realidad uno de los objetivos perseguidos por Pinochet, y sus secuaces militares y civiles.
Argentina 1976: golpe a los libros
La dictadura que se instauró en Argentina en marzo de 1976 alcanzó unos impresionantes niveles de brutalidad. No sólo masacró y desapareció a miles de jóvenes, sino que además emprendió una “reconstrucción cultural” de la nación. Como parte de dicho proyecto se prohibió la lectura de una amplia gama de autores, los que fueran considerados como subversivos, comunistas o peronistas.
Los militares-inquisidores enseñaban a los padres la forma cómo debían vigilar lo que leían sus hijos, para detectar la infiltración marxista en las escuelas, como se registraba a comienzos de 1977 en un artículo con instrucciones precisas para captar dicha infiltración: “Lo primero que se puede detectar es la utilización de un determinado vocabulario, que aunque no parezca muy trascendente, tiene mucha importancia para realizar ese transbordo ideológico (sic) que nos preocupa. Aparecerán frecuentemente los vocablos: diálogo, burguesía, proletariado, América Latina, explotación, cambio de estructuras, compromiso, etc.”. También indicaba que la subversión educativa utilizaba “otro sistema sutil”, que consistía en “que los alumnos comenten en clase recortes políticos, sociales o religiosos, aparecidos en diarios y revistas, y que nada tienen que ver con la escuela”. De la misma forma, “el trabajo grupal que ha sustituido a la responsabilidad personal puede ser fácilmente utilizado para despersonalizar al chico. Estas son las tácticas utilizadas por los agentes izquierdistas para abordar la escuela y apuntalar desde la base su semillero de futuros combatientes”. Por supuesto, al final del artículo se sugería a los padres que debían “vigilar, participar y presentar las quejas que estimen convenientes”iv.
Como parte del proceso de reconstrucción de la nación argentina en que se embarcó la junta militar no sólo se transformaron los programas educativos, sino que se censuraron autores y libros, catalogados como subversivos, y se procedió, como en Alemania y Chile, a quemar los libros y, cuando pudieron, a encarcelar, matar, exiliar o desaparecer a sus autores. El 29 de abril, un mes después del golpe, se quemaron los primeros libros en la ciudad de Córdoba, donde los militares hicieron una fogata con obras de Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano, Julio Cortázar, Pablo Neruda, entre otros. Luciano Benjamín Menéndez, el milico que dirigía tan “valerosa” acción de armas, pretendía que no quedara nada “de estos libros, folletos, revistas […] para que con este material no se siga engañando a nuestros hijos”. Y en forma perentoria señaló: “De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina”v. Este siniestro personaje no decía nada original, porque simplemente reproducía lo mismo que habían afirmado Góbbels, Pinochet y otros inquisidores del siglo XX, a la hora de justificar la destrucción física de los libros.
Lo que decía este militar revelaba la magnitud del proyecto “intelectual” y “cultural” de los militares argentinos, dentro del cual había que incluir la destrucción de libros, un crimen cultural que se intensificó en los siguientes años. Así, el 27 de febrero de 1977 fueron echados al fuego unos 90 mil libros de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), uno de los más prestigiosos sellos de todo el continente y un objetivo apetecido por la dictadura y la extrema derecha de Argentina, debido a su rica y variada producción intelectual y académica. Antes del golpe de 1976, grupos de la extrema derecha ya habían procedido contra la editorial. El hecho más notorio se presentó en julio de 1974, cuando uno de estos grupos atracó a mano armada la imprenta donde se imprimían los libros de EUDEBA y al grito “¿dónde está El marxismo de Lefebvre?” procedió a prenderle fuego a una parte del material bibliográfico que allí se encontraba vi.
La quema más emblemática se efectuó el 26 de junio de 1980, cuando se lanzó a las llamas un millón y medio de libros del Centro Editor de América Latina, un sello fundado y dirigido por Boris Spivacow, un matemático hijo de emigrados rusos y que antes había sido gerente de EUDEBA. El escritor Mempo Giardenelli recuerda ese trágico hecho: “Día frío y gris, pero no llueve. La acción en Sarandí, partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. […] entran y salen camiones cargados de libros. Son veinticuatro toneladas de libros. En silencio, suboficiales, soldados y policías vacían lentamente el depósito bajo las escrutadoras severas miradas de oficiales del Ejército Argentino, algunos muy jóvenes”. En el hecho estuvo presente el propio Spivacow, quien vio cómo, en pocas horas, el fuego deshizo su labor editorial de muchos años de esfuerzo y dedicación. De esta manera se quemaban “años de saber, de cultura, de investigaciones, de sueños y ficciones y poesías. Y se quemó una parte esencial de la Argentina más hermosa, incinerada por la Argentina más horrenda y criminal”vii.
Como tener cierto tipo de libros ya era considerado un delito, una de las consecuencias más perversas de la censura y de la quema de literatura por la dictadura consistió en que la gente se veía obligada a deshacerse de sus libros y documentos personales, en muchos casos también por medio del fuego. Algo similar hicieron los editores que empezaron a quemar por su propia voluntad volúmenes que figuraban como peligrosos en la lista roja de los militares, con lo cual se impuso la autocensura y la autodestrucción bibliográfica. Desaparecieron editoriales críticas, independientes y de tradición de izquierda, y otras fueron diezmadas o transformadas a la fuerza. Como otro efecto de larga duración, las personas dejaron de leer en el transporte público, porque los militares consideraban que esa era una conducta típica de los jóvenes subversivos.
Colombia, 1978: un cruzado medieval redivivo
En el mismo momento en que las tenebrosas dictaduras de Seguridad Nacional quemaban libros en Chile y Argentina, en Colombia acontecía un hecho similar en el año de 1978. El 13 de mayo en la ciudad de Bucaramanga fueron calcinados en plaza pública libros y revistas, que eran catalogados por los organizadores de la acción inquisitorial como un desagravio a la “siempre virgen María”. La fecha escogida no era casual, porque ese es el “día de la Virgen”, y quienes convocaban a la hoguera bibliográfica se presentaban a sí mismos como cruzados medievales que con las llamas, atizadas con los libros, iban a purificar los espíritus de la población bumanguesa.
Para invitar al inquisitorial evento se difundieron volantes, que fueron pegados en sitios estratégicos de la ciudad, que portaban la firma de la Sociedad de San Pio X, entidad que estaba conectada con la tenebrosa Tradición, Familia y Propiedad. Uno de esos volantes decía en forma textual:
“La Sociedad de San Pio X y su órgano informativo EL LEGIONARIO INVITAN AL ACTO DE FE, en donde se quemaran revistas pornográficas y publicaciones corruptoras. Estos actos se realizaron el 13 de mayo, a las 8 de la noche en el parque de San Pio X, en desagravio a Nuestra Señora, la siempre VIRGEN MARIA, madre de Dios y madre nuestra. NOTA: Lleve Ud. periódicos, revistas o libros pornográficos para quemar”viii.
La noche indicada se reunieron unos cuantos fanáticos católicos que procedieron a incinerar libros de Carlos Marx, René Descartes, Friedrich Nietzsche, Víctor Hugo, Marcel Proust, José María Vargas-Villa, Thomas Mann, de Gabriel García Márquez, algunas revistas de educación sexual y una biblia protestante.
A diferencia de los casos antes mencionados en este artículo, lo de Bucaramanga no era un acto oficial, promovido por el Estado, sino un evento organizado por particulares. El asunto hubiera sido una anécdota trágica, que devela el sectarismo de ciertos sectores de la extrema derecha, si no es porque uno de los individuos que carbonizó libros con su propia mano en aquel sábado de mayo de 1978 se desempeña en la actualidad como Procurador General de la Nación. Ese personaje participó en ese crimen cultural, que estuvo acompañado del robo de textos de la biblioteca pública Gabriel Turbay. En una foto publicada en Vanguardia Liberal de Bucaramanga se observa, en primer plano, al citado individuo con un megáfono y tirando papeles a una hoguera.
A partir de este hecho, típico de la inquisición medieval, no sorprende que hoy la Procuraduría General de la Nación persiga y censure a todos aquellos que piensan distinto o disientan con las concepciones clericales del jefe del Ministerio Público. No es extraño que desde allí se respire el tenebroso aire confesional que tanto daño le ha hecho a este país y que fue el pan cotidiano de los colombianos durante la larga hegemonía conservadora (1886-1930) y durante los gobiernos de Laureano Gómez y Gustavo Rojas Pinilla (1950-1957) y que en estos momentos esté en marcha una campaña oficial contra las relaciones homosexuales y al aborto, al tiempo que se exonera, aplaude y premia a reconocidos criminales, algunos de los cuales han ocupado altos cargos burocráticos en el Parlamento y en otras instancias administrativas.
Que un individuo gris y mediocre haya pasado de quemar libros a ocupar uno de los más altos cargos del Estado indica en gran medida cómo es la Colombia actual, en la que no se necesita ninguna preparación intelectual, sino simplemente ser un inquisidor o un censor, con el mismo nivel de brutalidad y cinismo que caracteriza a los grandes medios de comunicación y que a diario someten al linchamiento público a todo aquel que no comulga con el orden establecido y/o piensa distinto. Esto es muy costoso en un país en guerra, como lo estamos, porque no sobra recordar que destruir libros genera pánico, ya que es un acto encaminado a intimidar y confundir a la gente. Por esta razón, quienes destruyen los libros saben el impacto que produce su miserable acción, porque cómo lo dice el venezolano Fernando Báez: “Los biblioclastas saben que, sin la destrucción de los libros y documentos, la guerra está incompleta, porque no basta con la muerte física del adversario. También hay que desmoralizarlo. Sin destruir los libros no se termina de ganar la guerra. Y una táctica frecuente consiste en suprimir los principales elementos de identidad cultural, que suelen ser los que más valor proporcionan para asumir la resistencia o la defensa”ix.
En conclusión, la guerra contra los libros forma parte de un proyecto retrogrado que pretende impedir que la gente piense, analice y reflexione sobre los problemas de su propia sociedad y del mundo, algo en lo cual la palabra escrita es fundamental. Ese ataque aleve a las obras escritas pretende también borrar la memoria de los pueblos y aniquilar sus experiencias de lucha, porque como lo decía el periodista argentino Rodolfo Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”. Además, la quema de libros es un intento por silenciar a aquellos autores incomodos, mediante el escarnio público, con la pretensión vana de que así se bloquea la circulación de las ideas “peligrosas” y se evita la “contaminación” de una sociedad, como lo ha hecho el atrabiliario personaje que hoy ocupa la Procuraduría General de la Nación en Colombia. Ojala que la revista en la que publicamos este artículo, no sea el próximo blanco de los Torquemadas criollos y no se le someta a la ardiente crítica de una crepitante hoguera alimentada de papel impreso, y atizada por el fuego del odio y la intolerancia de los cruzados medievales que nos acechan a diario.
(*) Artículo publicado en papel en la Revista Cepa No. 17 que empieza a circular en Colombia.
Notas:


Citado en Fernando Báez, El bibliocausto nazi, en http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero22/biblioca.html
II. Joaquín Gutiérrez: “Hicimos la revolución del libro”». La Tercera, diciembre 28 de 1999, disponible en http://www.meliwaren.cl/articulo.php?id_articulo=88.
III. Carlos Rama, La quema de libros en Chile, febrero de 1974, disponible en 

LA DOBLE MORAL DE DONALD TRUMP



Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.-

Para que todos sepan la doble moral que tiene el actual inquilino de la Casa Blanca, el pasado mes de abril de 2019, Donald Trump y tres de sus hijos, Donald Jr., Ivanka y Eric, más su empresa la Trump Organization, interpusieron sendas demandas a los bancos Deutsche Bank de la República Alemana y al Capital One, de propiedad estadounidense.

El motivo de las mismas es impedir que los bancos entreguen informaciones sobre sus finanzas personales, a dos Comités de la Cámara de Representantes, situación a la que dichas entidades bancarias están obligadas debido a un requerimiento judicial presentado en la Corte del distrito sur de New York.

El Clan Trump trata de impedir, por todos los medios, la investigación que llevan a cabo los demócratas en la Cámara de Representantes.

El contenido de la demanda de los abogados de los Trump, se hizo público y ha permitido conocer que en la misma alegan que la solicitud de información “no tiene ninguna legitimidad ni fin legítimo y ha sido emitida por los demócratas con un objetivo político”.

El Deutsche Bank, a través de su portavoz, Kerrie McHugh, declaró que “están comprometidos en brindar la información correspondiente para todas las investigaciones que han sido autorizadas y ellos cumplirán con las órdenes judiciales”.

La negativa del Clan Trump pone en evidencia la doble moral yanqui, que mientras obstaculizan las informaciones sobre sus finanzas, aprueban anualmente altos presupuestos para que la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro, se ocupe de exigirle a los bancos de todo el mundo, información sobre las transacciones que ejecutan con entidades cubanas, incluso para pagar las cuotas de los organismos internacionales, entre ellas las de Naciones Unidas, todo eso con un fin político.

Precisamente en el 2014 bajo la administración de Barack Obama, la OFAC solicitó al Deutsche Bank, información concerniente a los pagos en dólares efectuados por sus instituciones, provenientes o hacia Cuba.
En 2015 el banco alemán Commerzbank, fue obligado a pagar a varias autoridades estadounidenses 1,196 millones de euros (1,452 millones de dólares) por haber realizado transacciones con empresas de Cuba. Otras compañías comerciales alemanas como Siemens, Daimler y Deutsche Telekom, recibieron advertencias de la OFAC para que no ejecutaran ninguna acción financiera con la Isla.

Ante tales imposiciones imperiales, el abogado y profesor de Derecho Internacional en Düsseldorf, Siegfried Elsing, declaró en ese momento:
“En Estados Unidos existe la tendencia de imponer sus propias leyes y un banco que actúa a nivel global, no puede evitar a Estados Unidos, por eso hay que someterse ante ellos”.

Con anterioridad la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), había multado a una de las sucursales del banco alemán Commerzbank, situada en Nueva York, por respaldar transacciones con entidades cubanas, que violan la guerra económica, comercial y financiera que Estados Unidos impone a la Isla desde hace más de medio siglo.

La multa más alta aplicada por los yanquis a bancos extranjeros que mantienen relaciones con Cuba, la recibió en 2015 bajo el gobierno de Obama, el BNP Paribas, el mayor banco de Francia, por un total de 10 mil millones de dólares, rebajado a 8 mil 834 millones de dólares después de un largo proceso de conversaciones entre París y Washington.

Adicionalmente, dicho banco fue sancionado a no realizar operaciones en dólares durante un año, especialmente en el sector del petróleo y el gas, demostrando con ese proceder que Estados Unidos está por encima de lo regulado en derecho internacional, al imponerles sanciones por comerciar directamente con Cuba a naciones soberanas.

Con esos antecedentes, es posible que el banco alemán entregue los requerimientos solicitados por la Corte de New York respecto a las cuentas del Clan Trump, como desquite por las multas y presiones políticas que reciben las entidades alemanas, pues como afirmó José Martí:

“La historia salda cuentas”.
*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.
  
IV. http://cronicasdelahistoria.blogspot.com/2007/10/vigilar-participar-denunciar.html
V. La Opinión, 30 de abril de 1976, citado en Dia de la Vergüenza del libro argentino en la Casa por la Memoria, en http://comisionporlamemoria.chaco.gov.ar/sitio/?p=1122
VI. Marcelo Mazzarino, La hoguera del miedo, en http://www.voltairenet.org/article136818.html
VII. Mempo Giardinelli, “24 toneladas de fuego y memoria”, Pagina 12, junio 26 del 2013.
VIII. Citado en “El triste aniversario de la quema de libros”, en http://www.semana.com/nacion/articulo/el-triste-aniversario-quema-libros/342756-3
IX. Fernando Báez, “Sin destruir los libros no se gana la guerra”, en La Nación, abril 10 de 2005.
* Historiador, profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Capitalismo y Despojo.

8 de mayo de 2019

ABRE WINCKLER INVESTIGACIÓN POR COMPRA Y RENTA DE PATRULLAS E INVESTIGA A SECRETARIOS POR PRESUNTA USURPACIÓN DE FUNCIONES



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Gobernantes.com 

En la guerra infructuosa entre Gobernador Cuitláhuac García Jiménez y el Fiscal General del Estado, Jorge Winckler Ortiz se vale de todo, y esta vez el responsable de la procuración de justicia –tras ser denunciado por omisión ante la Fiscalía General de la República-, anuncia que se abrió una carpeta de investigación por la compra de patrullas y los señalamientos de que estas fueron adquiridas a “sobreprecio”. 

Dice Winckler que no es él, sino que el Fiscal Especializado en Combate a Corrupción, Marcos Even Torres Zamudio le informó lo anterior (si, si, como no), de tal suerte que la instancia mencionada analizara el contexto de la adquisición de las 160 patrullas para la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), ya que el Gobernador Cuitláhuac García Jiménez, después de mucho trastabillar con el tema, indicó que se trata de la compra de 50 patrullas y el arrendamiento de 110 unidades. “Tenemos que investigar para establecer si existe este hecho (de la compra a sobreprecio) y determinar la conducta ilícita que se genere para poder acudir ante un juez de control y poder hacer la solicitud pertinente”, advierte Winckler con el sartén cogido por el mando. García Jiménez dijo el pasado lunes que el costo de las 50 patrullas fue de poco más de 39 millones de pesos y que por el arrendamiento de las 110 restantes el Gobierno deberá pagar 144 millones de pesos durante los próximos tres años. Pero Winckler dice: “Tenemos que ver el contrato, primero dijeron que había sido compra, luego que arrendamiento, ya no sé qué es y necesitamos saber cómo ocurrió el hecho”. 

Ante eso, Torres Zamudio aseguró que la investigación se hará sin tintes políticos. “La Fiscalía Anticorrupción hará lo que le corresponde sin atender a cuestiones partidistas porque es lo que la ciudadanía está reclamando”. Adicionalmente, señaló que existen otras investigaciones contra funcionarios de la actual administración por no reunir los requisitos para fingir como secretarios de despacho. “Está caminando, estamos obteniendo datos de prueba para determinar si hay o no una responsabilidad penal”.


“COBRO DE PISO” AQUEJA AHORA A LAS AGENCIAS DE VIAJES EN VERACRUZ


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POR NOÉ ZAVALETA , 8 MAYO, 2019

XALAPA, Ver. (apro). – Bares, discotecas, cantinas, empresarios, constructoras, transportistas, ganaderos y ahora hasta las agencias de viaje en Veracruz son víctimas del “cobro de piso” o “cuota” a manos del crimen organizado.
Ideana Gómez Ortiz, presidenta de la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes en Xalapa denunció que el 50 por ciento de sus agremiados han sido víctimas de “extorsiones” por grupos de la delincuencia organizada, situación que ha recrudecido en los últimos 15 días.
Gómez se reservó el nombre de la organización criminal que ha estado extorsionando a sus agremiados, sólo hizo énfasis en que varios de ellos ya interpusieron denuncias ante la Fiscalía General del Estado (FGE).
Al lanzar un llamado de auxilio al gobierno estatal y a la propia FGE, sostuvo que el “cobro de cuota” que piden organizaciones criminales van de los 30 mil pesos a los 100 mil pesos mensuales.
“En algunos negocios ya se han presentado personas a hacer el cobro. En otros casos han pasado a dejar amenazas”.
Incluso, dijo, los giros negros, como los prostíbulos han sido víctimas de estos cobros.
El 25 de abril pasado, un grupo de sicarios irrumpió en la casa de masajes-bar “Seducción” en la transitada Lázaro Cárdenas en Xalapa y acribilló a la encargada del lugar. La pusieron de rodillas y le dispararon en una de las habitaciones, antes de salir del lugar, amenazaron a las trabajadoras sexuales que dicha situación podría seguir pagando si no pagaban la cuota (sic)”.
En noviembre del 2018, una célula de la delincuencia organizada rafagueó una casa de masajes en la colonia Rafael Lucio, en la periferia de Xalapa. Ahí una mujer resultó con heridas de balas. El ataque venía precedido de extorsiones telefónicas por parte del crimen organizado.
El 19 de abril pasado, al menos seis sicarios del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) irrumpieron con violencia en la palapa “Las Potras” privando de la vida a 13 personas en la colonia Obrera del municipio de Minatitlán, al sur de Veracruz.
La hipótesis principal del móvil criminal que sigue la Fiscalía General del Estado fue “el cobro de piso” hacía los bares “La Esquina del Cha-Kl” y “La Crudería”, en los cuales se negó a pagar el llamado “derecho de piso”, Julio Cesar González Reyna “La Becky”, por este motivo –según la FGE-, “La Becky” y 12 personas más fueron acribilladas.
En Minatitlán, al sur de Veracruz, el cobro de piso está más recrudecido, pues antes del ataque a la palapa “Las Potras”, ya habían sido ejecutados los encargados de los restaurantes y bares “Los Compas”, “La Casa de la Arrachera”, “El Original”, entre otros más.
En febrero del 2019, dos comerciantes fueron ejecutados en la Plaza Clavijero y en el Mercado Rendón a manos del crimen organizado, quien entró de forma violenta a estos centros comerciales para ejecutar a dos de sus agremiados para mandar un mensaje de intimidación para quienes no quisieran “cooperar” con la “cuota”.
En el caso de las agencias de viaje, su presidenta, Ideana Gómez denunció la extorsión y la llamada “cuota” que ya ha provocado el cierre de algunos establecimientos.
“A muchos de nuestros agremiados, ya fueron a pedirles el dinero y queremos saber qué están haciendo las autoridades. Es un foco rojo y la Secretaria de Seguridad Pública lo tendría que atender”.

ASESINAN A EMPRESARIO Y A LÍDER DE COMERCIANTES EN CUERNAVACA


Las víctimas del ataque son Jesús García, empresario y líder de la CTM y el líder de comerciantes Roberto Castrejón Jr.
La mañana de este miércoles se registró una balacera en el centro de Cuernavaca, Morelos, en la que fueron asesinados Jesús García, empresario y líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y el líder de comerciantes Roberto Castrejón Jr.

En el ataque, ocurrido en la Plaza de Armas de Cuernavaca, también resultó herido el camarógrafo, René 'N'.

En videos difundidos en redes sociales se observan personas heridas en calles del centro de Cuernavaca y gente corriendo, mientras se escuchan balazos.
  
  
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Los disparos comenzaron mientras el secretario de Desarrollo Social de Morelos, Gilberto Alcalá, daba declaraciones sobre una manifestación de comerciantes ambulantes que se realizaba en el lugar.

Un joven de alrededor de 25 años fue detenido por ser el presunto agresor y se investiga si hubo un segundo atacante.

“Le pedimos a la gente que denuncie si vio a un segundo tirador”, dijo el comisionado de seguridad de Morelos, José Antonio Ortiz, en conferencia de prensa.

Después de la pregunta de una reportera sobre la situación inseguridad en la entidad, Ortiz aseguró que “poner a un policía detrás de cada ciudadano es imposible”.

VIDEOS SOBRE LA INFORMACIÓN: