Con motivo del
décimo aniversario luctuoso de Julio Scherer García, se presenta un fragmento
de la entrevista publicada en 1981 que el fundador de Proceso hizo a Fidel
Castro, bajo el título “En 1962, Cuba no fue avisada del retiro de los
misiles”.
Fuente:
Revista Proceso
Por Julio
Scherer García
sábado, 11 de
enero de 2025
LA HABANA.–
Existe un equilibrio entre sus palabras y su personalidad, entre la
inteligencia y su historia inverosímil. Máquina del verbo, avasalla cualquier
límite cuando ha pronunciado las primeras cinco frases. Embriaga y se embriaga
y disfruta de su auditorio tanto como éste de él.
Las patas de
gallo, precursoras de todos los mapas posibles en el rostro, no aparecen aún en
la cara de Fidel. Los ojos incandescentes son los de sus discursos. La barba es
negra bajo la luz del sol, rojiza bajo la luz artificial. Sencillo y
desbordado, en él se mezclan la suavidad y la firmeza.
Formalizó la
entrevista durante la fiesta que ofreció a los intelectuales que concurrieron
al Encuentro por la Soberanía de los Pueblos. Cercado por un tumulto que lo
seguía a donde fuera, impotente y dueño de la situación, dijo sin metáfora:
–Soy tu
prisionero.
–¿Autoriza la
grabadora?
–Haz lo que
quieras.
Horas
permaneció en la marejada asfixiante del salón de recepciones del Consejo de
Estado. Decorado el palacio como un pedazo de la Sierra Maestra, hasta él fue
llevada la vegetación de un trópico que debe ser inconmensurablemente bello.
Los helechos son gigantescos, las orquídeas tienen colores de pájaros y los
árboles son de maderas suaves y dulces. Al fondo, alucina el mural de
Portocarrero, famoso porque las formas son tantas que no caben en los ojos.
* * * * *
Ofreció que
llegaría a la casa del viceministro de Cultura, Antonio Núñez Jiménez, poco
después de las once de la noche. Se presentó a las once diez. Un reducido grupo
de amigos íntimos le esperaba. Besó a las señoras en la mejilla, saludó a sus
maridos con la cordialidad de un hermano y ahuyentó del rostro la sensación de
acoso que es una nota en su vida.
Acostumbrados
a Fidel, que agazapa el cuerpo y mira por todos lados cuando aparece en
público, la naturalidad perdida, nervioso, los cubanos dicen que el comandante
es tímido. Y lo ovacionan hasta el delirio.
En una sala
pequeña, impensado el lujo, se despojó del cinturón y ordenó a su ayudante que
se llevara la pistola. Pidió whiskey solo y encendió el habano con el que
jugaría toda la noche. Aún sin sentirse a sus anchas, se desabrochó el cuello
de la casaca, cruzó las piernas y se miró las negras botas relucientes.
–¿Como está el
mundo? –preguntó alguien.
–Un manicomio.
Preguntó a su
vez:
–¿Quién es
peor: la Thatcher o Reagan?
No esperó la
respuesta. Habló del heroísmo tranquilo de los irlandeses. Ya dominaron a la
muerte. Vencerán a la inquilina de Downing Street 10.
Contó
historias de un valor inaudito, narradas por Tito Livio. La conversación era
dispersa, pero poco a poco tomaba un rumbo.
–Mira –me dijo
de pronto–, yo soy un tipo al que le gusta el desafío. Pero no es fácil dar
entrevistas, porque el interrogado se ve en la necesidad de hablar de lo que
quiere y muchas veces de lo que no quiere e incluso de lo que no le conviene
hablar. Es la contradicción que existe entre el periodista y el político. El
político tiene sus momentos y para el periodista todos los momentos son
oportunos.
Ya en el marco
de sus declaraciones a Proceso, dice:
“No quiero que
esta entrevista la tomes como una deferencia especial, porque aprecio mi
compromiso contigo en la medida en que te aprecio a ti y aprecio tu trabajo al
lado de tus compañeros. Tu pluma en Excélsior fue, a nuestro juicio, una pluma
justa.”
Se llevó el
whiskey a los labios.
* * * * *
–El primero de
enero de 1959 Eisenhower era presidente de Estados Unidos y usted entró en La
Habana al frente del ejército rebelde. De entonces a la fecha ¿qué ha pasado en
este país? ¿Cómo fue el mundo de Eisenhower y cómo es el mundo de Reagan?
–Yo diría que
en la época de Eisenhower Estados Unidos tenían una aureola, una cierta aureola
como país que participó en la guerra contra el fascismo. Eisenhower fue un
destacado jefe militar y un héroe para el pueblo norteamericano.
“Pero en las
circunstancias relativas de esa guerra no resultaba muy difícil ser un general
victorioso. Contaba Eisenhower con superabundancia de soldados y superabundancia
de recursos técnicos. Contaba, sobre todo, con el precio que había pagado la
Unión Soviética en su lucha contra los nazis. Ésta es una verdad histórica
objetiva. Los soviéticos perdieron veintidós millones de seres humanos. Esto
incluye soldados, incluye hombres, mujeres, niños que perecieron bajo la
metralla, el bombardeo, los asesinatos, la represión, el frío.
“Estados
Unidos perdió un número de hombres relativamente reducido (unos trescientos
mil) y no perdió riqueza alguna. Por el contrario. En el periodo de la guerra
acumuló el oro del mundo. Lo acaparó y terminó como acreedor de todos, su
riqueza intacta, sus industrias intactas, una población que prácticamente no
conoció la guerra, intacta también.
“Eisenhower,
de todas maneras, era un líder indiscutible, tenía prestigio y fue electo
presidente en el mejor momento político, económico y militar de su país.
“Cosechó los
laureles de la guerra y cosechó las ventajas de su buena estrella. Su gestión
se desenvolvió sin mayores problemas. No creo que el general dedicara muchas
horas a los problemas del Estado y la administración. Le gustaba el deporte, el
golf, le gustaba la distracción.
Si Eisenhower
es un héroe de la victoria, Reagan es un héroe de la frustración. Se dice que
utilizó el trauma que dejó a Estados Unidos la derrota en Vietnam y la desazón
nacional que trajo consigo. Pero yo me pregunto: ¿cuál frustración? Porque la
llamada frustración por el fracaso de Vietnam fue la consecuencia justa de un
gran error histórico y de un gran crimen.
“Triunfa el
hijo de la derrota en un periodo de inflación y recesión, que también había
explotado con fines electorales. Pero la victoria coincide con el desarrollo
tecnológico de los países occidentales, que hacen una competencia creciente a
la industria y a los monopolios norteamericanos, incluidos, por supuesto, el
colosal desarrollo japonés que sobrepasa la producción de automóviles de
Estados Unidos, y la eficacia de la República Federal Alemana, que los obliga a
abandonar las leyes clásicas de la libre empresa y el libre comercio para
ampararse tras el escudo de las cuotas de importación.
“A esto se
sumó la crisis de los energéticos, que tan fuertemente golpeó la conciencia de
Estados Unidos, pues no obstante que es uno de los mayores productores de
petróleo, gas y carbón en el mundo, encaró un hecho desconocido: en este caso
específico las naciones del Tercer Mundo contaban con la fuerza suficiente para
enfrentarse al imperio y al Occidente entero.
“Se agregan
los acontecimientos de Irán, importantes por la humillación que infligieron al
orgullo de los norteamericanos. El episodio de los rehenes liquidó a Kennedy como
aspirante presidencial, pues el lanzamiento de su candidatura fue casi
simultáneo con la unificación de la opinión pública alrededor del súbito
problema que enfrentaba. Kennedy habría ganado las elecciones a Reagan.
Eisenhower
conoció la época de la superioridad mundial indiscutible. Reagan conoce la
época del indiscutible equilibrio de fuerzas. En favor de una plataforma
antiliberal, sueña con alterar ese equilibrio en su favor sin medir las
consecuencias terroríficas que pueden desencadenar.
“Su política
interior es desaforada: gastos militares a costa de las clases más pobres y
necesitadas, de la población negra, de la población latina, de todos los grupos
marginados. Sus concepciones corresponden al reverso de la mente roosweltiana,
que salvó al capitalismo con el incremento de los gastos sociales y un conjunto
de medidas que elevaron el poder adquisitivo del pueblo. Reagan es
antirroosweltiano. Cree que mientras más tengan los ricos, más invertirán. Yo
diría que esta es una vieja idea que no tiene lugar en el mundo actual. La
Thatcher aplicó la misma teoría en Inglaterra y padece las consecuencias: tres
millones de trabajadores sin empleo.
“Suman 7.2
millones los cesantes en Estados Unidos y la inflación no disminuye. La promesa
de equilibrar los presupuestos para 1984 no tiene posibilidad de éxito, pues el
tren de gastos militares y la reducción de impuestos a los ricos sólo
incrementará el déficit nacional.
“Hay un último
dato a propósito de estos dos mundos, el de Reagan y el de Eisenhower: estamos
hoy mucho mejor educados políticamente, más conscientes. Pese a los monopolios
en los medios de información masiva, la sociedad actual es una sociedad de
opiniones, conceptos y convicciones, una sociedad mejor enterada que la de los
tiempos del general.
“Reagan irá al
desfiladero si no modifica su conducta. A los fracasos de los demás, que
catalizó admirablemente, unirá el fracaso propio.”
* * * * *
–¿Cómo fue el
mundo de Batista y cómo es el de Pinochet? De Batista a Pinochet ¿qué ha pasado
en América Latina?
–En el ancho
río que derrocó a Machado, también se encontraba Fulgencio Batista. Apenas
participó en los acontecimientos, pero tuvo la fortuna de convertirse en un
caudillo del ejército.
“Pese al éxito
alcanzado, no fue completo el triunfo del pueblo en aquellos días de 1933, pues
el ejército, instrumento de la opresión en manos del tirano, quedó intacto. Los
abusos del poder habían calado entre los soldados, pero no en sus jefes,
empeñados en conservar las canonjías.
“Sin embargo,
el grupo de sargentos capitalizó el descontento de la tropa. Batista no se
encontraba en la primera línea, pero atisbaba, listo para el salto. A la
primera oportunidad agrupó a los sargentos y dio el golpe contra la...
Fragmento del
texto publicado en la edición 0019 de la revista Proceso, correspondiente a
enero de 2025, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este
enlace.