El pasado lunes, a unas horas de
Nochebuena, la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso, y su esposo y
antecesor en el cargo, el senador Rafael Moreno Valle, perdieron la vida junto
con otras tres personas –el piloto Roberto Coppe Obregón, el copiloto Marco
Antonio Tavera y el asistente Héctor Baltazar Mendoza– cuando el helicóptero
rentado en el que viajaban a Ciudad de México se precipitó a tierra en el
municipio poblano de Santa María Coronango, poco después de haber despegado de
la Angelópolis.
Las causas del trágico accidente no han
sido esclarecidas y es posible que la investigación correspondiente tome algún
tiempo, como es habitual en esta clase de sucesos, aunque el gobierno de Andrés
Manuel López Obrador reaccionó con rapidez al anunciar una investigación
exhaustiva del percance, señalamiento que fue refrendado por la secretaria de
Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y el titular de Seguridad y Protección
Ciudadana, Alfonso Durazo.
Con algunas excepciones, el conjunto de
la clase política, independientemente de partidos e ideologías, se sumó a las
muestras de consternación y de solidaridad con los familiares de los
fallecidos.
La tragedia tuvo dos insoslayables
elementos de contexto: por una parte, la polarización política que ha imperado
en Puebla tras el conflicto poselectoral que se desarrolló en la entidad luego
de los comicios de julio pasado y las impugnaciones al triunfo de Alonso, que a
la postre fue ratificado en última instancia por el Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación; por la otra, la crisis del auge delictivo que
se registra en el territorio poblano, en donde ha sentado sus reales el robo y
el trasiego de combustibles.
Ninguno de esos factores justifica, sin
embargo, la andanada de especulaciones, rumores, informaciones falsas y
groseras difamaciones que han proliferado en el ámbito de la oposición al
actual gobierno federal. Los intentos por capitalizar políticamente la tragedia
cundieron en las redes sociales, y no sólo por parte de usuarios reales y de
cuentas falsas –los llamados bots– sino también por comentócratas y
autodenominados informadores que han hecho de la desinformación su modo de
vida. La insidia y la especulación fueron incluso rubricadas en Twitter por
firmas no exentas de credibilidad, ya fuera para señalar una supuesta
vinculación entre el accidente aéreo y la operación de grupos delictivos en
Puebla sino, aun más deplorable, para sugerir o afirmar que Alonso y Moreno
Valle habrían sido asesinados por sus adversarios políticos.
Se evidencia de esta forma la pobreza
moral en que han caído sectores de la oposición, incapaces de procesar el
triunfo de López Obrador en las urnas el pasado primero de julio y el arranque
de su gobierno, el primer día de este mes, e imposibilitados incluso para
articular un discurso crítico mínimamente serio y fundamentado. Se exhibe,
además, la asombrosa mezquindad de quienes están dispuestos a aprovechar la
lamentable pérdida de vidas humanas para atacar un proyecto de gobierno y de
nación con el que se puede estar de acuerdo, o no, pero que ha sido impulsado
en una lucha de muchos años por los cauces legales, pacíficos y democráticos.
Los fallecidos en el percance del 24 de
diciembre y sus familiares merecen respeto y Puebla y el país requiere debates
de altura, no infundios y desinformación. En estas circunstancias trágicas, es
lamentable e inadmisible que algunos se empeñen en intoxicar a la opinión
pública con rumores, insidias y calumnias.
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