Por Cecilia Durán Mena
El africano Gaspar Yanga lideró las primeras batallas de liberación contra los españoles, 200 años antes de la Guerra de Independencia.
En México, la celebración del inicio de la Guerra de Independencia se corresponde con el famoso grito del cura de Dolores, que arengó a la población para alzarse en armas en contra de la corona española en 1810. Pasarían once años para que se consumara la liberación y el Ejército Trigarante entrara triunfante a la capital. Todos los libros de historia mexicana consignan ambos sucesos.
No obstante, pocos saben que alrededor de 200 años antes de estos hechos, es decir, en 1609, Yanga, una población ubicada en el estado de Veracruz, ganó una importante batalla contra la corona española y se convirtió en la primera ciudad auto-liberada, independiente y soberana de todo el continente americano.
Gaspar Yanga: un liberador con herencia africana
Foto: Getty Images
La ciudad de Yanga se localiza en la región centro oriental de México, en el estado de Veracruz. Lleva el nombre de su fundador, Gaspar Yanga: un africano que nació en 1545 y que lideró la rebelión contra los españoles, según informa la historiadora Karen Juanita Carrillo en su artículo para JStor.
El historiador William H. Dusenberry cuenta que Yanga era un descendiente directo de la realeza en Angola o Gabón, pero perdió sus privilegios cuando fue capturado y vendido como esclavo para trabajar en las tierras de la Nueva España, como se le conocía al actual México en el tiempo colonial. En Veracruz, los africanos esclavizados vivían bajo estrictas leyes en el sistema virreinal.
Al llegar a la Nueva España,
Gaspar Yanga fue esclavizado en la plantación de caña de azúcar de Nuestra
Señora de la Concepción, muy cerca del puerto de Veracruz que se convirtió muy
rápidamente en un puerto álgido para la entrada de esclavos provenientes del
continente africano a México. Los esclavos eran vendidos allí y sometidos a un
brutal sistema de castas que privilegiaba a los colonialistas españoles. La
lucha de Yanga fue larga y abarcó varios años y batallas. Tuvo varias etapas.
La primera rebelión de Yanga, en el año 1570, estuvo acompañada por varios cientos de africanos esclavizados que buscaban huir de los trabajos en la plantación de Nuestra Señora de la Concepción. No aspiraban a mucho más que a salir de ahí. Una vez libres, huyeron a refugiarse cerca de la cima de las montañas, vagaron por toda la extensión del territorio veracruzano. Emprendieron un viaje desde Cofre de Perote a la Sierra de Zongolica, y de ahí, hasta la montaña más alta de México: el Pico de Orizaba.
En una segunda etapa, los rebeldes emancipados encontraron una tierra que les pareció propicia. Se establecieron y fundaron un pequeño pueblo, donde lograron vivir solos en forma autónoma. Dusenberry, quien estudió muchos de los puntos oscuros en la formación de la nación mexicana, resalta que durante años, los yanguícos —como se les empezó a conocer a los seguidores de Yanga— cosecharon sus propios alimentos.
Papas, caña de azúcar, tabaco, frijoles, chile, calabaza y maíz estaban entre los frutos que cosecharon de la tierra. Así también, se dedicaron a la cría de ganado. Con frecuencia usaban machetes y palos para asaltar los suministros de las caravanas españolas que pasaban, igual que lo hacían otros grupos que vagaban por las tierras altas.
Un cambio de orden
Los yanguícos eran una amenaza para el orden colonial durante virreinato. En 1609, comenzó a circular el rumor de que los yanguícos planeaban derrocar a las autoridades españolas locales en las ciudades vecinas y nombrar a Yanga como rey. El virrey de la Corona española, Luis de Velasco, reaccionó y envió un batallón para someterlos.
En la Ciudad de México, jamás se imaginaron que se daría una batalla cruenta. Tanto los yanguícos como los españoles sufrieron graves bajas, pero Gaspar Yanga y sus seguidores no pudieron ser derrotados. Esto aumentó la alerta del virrey de Velasco. Según Karen J. Carrillo, Yanga finalmente negoció un alto el fuego: la Corona española consintió en un tratado que en 1618 permitió a los yanguícos establecer su propio gobierno y vivir en paz.
Gaspar Yanga negoció un acuerdo de paz con el sacerdote católico Alonso de Benavides, y el capitán Manuel Carrillo, quien otorgó a los yanguícos la libertad siempre y cuando no permitieran que otros fugitivos de la esclavitud se unieran a sus filas. Por supuesto, la Corona española intentó desconocer este tratado de paz varias veces, sin éxito. El acuerdo permaneció en vigor hasta que México obtuvo la independencia en 1821.
Así pues, los primeros gritos de libertad que se dieron en territorio mexicano fueron los de un hombre de raza negra que pudo venir de un linaje de majestad en otras latitudes. Gaspar Yanga consiguió dar tierra e independencia a quienes se unieron a su clamor. En esta condición, entre 1618 y 1821, hubo un pueblo que fue el primer bastión autónomo y soberano de lo que hoy conocemos como México.
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