Por José Miguel Cobián
No cabe duda que Xalapa más que ser la capital política del estado es la capital de la ¨grilla¨. Nada más estar un ratito en distintas oficinas públicas es para disfrutar de una de las más grandes farsas de nuestro escenario teatral en que se ha convertido la cosa pública del país.
Para comenzar hay que ver el trato que le dan los subordinados a los superiores en el sector público. Es un trato que raya en lo vergonzoso por la sumisión y lambisconería que se aprecia en cada acto del subordinado, y la actitud regia y majestuosa del superior jerárquico. Para muestra algunos botones de todos conocidos.
Llega el Sr. (ponga aquí el puesto de mando que desee) y le dice a su subordinado que lo acompaña: ¨Espérame un momento por si algo se me ofrece¨. A partir de ese momento el subordinado asume posición de guardia real de Inglaterra, y permanece de pie o sentado al lado de la puerta que recién se cerró sobre su rostro. Sin importar si tiene algún asunto pendiente, si hay algo importante que realizar o si el propio estado de Veracruz lo requiere, el subordinado pierde una, dos, tres o más horas, a la espera de ver qué cosa se le puede ofrecer a su superior. Normalmente al final de la reunión del Sr. resulta que no se ofreció nada, sin embargo, se perdieron horas hombre en beneficio del estado, a cambio de que el funcionario se diera el lujo de mostrar que es el que manda y tiene personal a su disposición. Cabe aclarar que mientras más encumbrado el puesto del superior, más personal a su disposición sin hacer nada. También hay honrosas excepciones, de funcionarios que traen personal a su cargo, pero que utilizan a todos para atender a los ciudadanos, canalizar sus peticiones o gestiones y resolver, pues para eso están, para resolver los problemas del estado y de sus ciudadanos.
Otro botón de muestra lo tenemos cuando el subordinado se ¨pone de tapete¨ con su superior, y escuchamos expresiones del tipo ¨sí señor, como usted diga¨, ¨con su experiencia, sapiencia y guía podremos resolver lo que se nos presente¨, ¨el sr. (ponga el nombre del puesto) es absoluto conocedor del tema, y nosotros actuaremos conforme a sus sabias instrucciones¨, ¨recibí la instrucción del sr. (nombre del puesto)¨, en fin, tal pareciera que se pierde el criterio propio y la capacidad personal para razonar y aplicar conocimientos en una determinada responsabilidad pública, y que en lugar de que sea el pueblo veracruzano el principio mandante en el gobierno, ahora resulta que el titular de cada área, es algo así como omnipresente, omnipotente y omnisapiente, y hay que rendirle pleitesía.
Salvo grupos de buenos amigos que se conocen se tratan con camaradería, el resto de los funcionarios se mueve dentro de una escala de jerarquías definida, en la cual el superior tiene la razón y el inferior simplemente acata instrucciones. Con una actuación de perdonavidas y propietarios de parte de los de arriba y sumisión abyecta por parte de los de abajo.
Tuve el caso de una secretaria que había entrado a trabajar a las ocho de la mañana, y eran las once de la noche y no había comido ni un sándwich a lo largo de toda su jornada. Lo cual me pareció ridículo, porque entre otras cosas, todos sabemos que no es tan productiva la labor gubernamental, ni tan exigente, más bien es una pose, pues diez minutos para comer un aperitivo cualquiera los puede tener. Pero claro, la idea es poder afirmar ¨ni siquiera he comido¨, ¨trabajo jornadas de veinte horas diarias¨, lo cual para cualquier conocedor de la administración demuestra que no hay verdadera capacidad administrativa, ni de delegación de funciones, ni de organización interna, y sobre todo, de verdadera eficiencia, pues alguien que ocupa veinte horas diarias en atender asuntos públicos, va a acabar cometiendo tonterías por cansancio, además de probar que no sabe ni siquiera organizar su tiempo ni a su equipo de trabajo.
Hay verdaderas excepciones como es el caso de Don Rafael Valverde, un hombre de estado, que en la dirección del registro civil ha permanecido varios sexenios, conocedor de su medio, atentísimo con los ciudadanos comunes, mostrando una caballerosidad, educación y sencillez a toda prueba. Ojalá tenga la oportunidad de conocer a más funcionarios como Don Rafael. (Le pongo lo del ¨Don¨ porque realmente se lo merece y se lo ha ganado a pulso).