Rosario Robles
Las franquicias partidarias al servicio del mejor postor en los ámbitos municipales, paradójicamente, son las que más contacto tienen con la gente.
Ilustración: Luis Miguel Morales
En la lógica del alcalde priista de Navolato (como en la de muchos), las mujeres son siempre las culpables. Porque usan escote o minifalda, porque andan solas a altas horas de la noche (lo que en buen español se entiende sin un hombre que las acompañe), porque sonríen con coquetería, el caso es que son las responsables de ser acosadas, golpeadas, violentadas y, vaya cosa, del incremento de embarazos en algún municipio norteño, en el que seguramente más creció la violencia y la inseguridad, pero eso no da para nota nacional. La culpa no es del oscurantismo o de la falta de información y educación. La responsabilidad es de estas Evas modernas a las que les gusta lucir las piernas. Para este alcalde de quinta la solución es sencilla. Los embarazos se previenen bajándole el dobladillo a las faldas, ocultando a la mujer, haciéndola invisible para que no ande por ahí provocando. Pero más allá de esta visión machista en un servidor público (cuyos comentarios generaron afortunadamente un repudio generalizado), lo significativo es analizar la poca estatura de quienes tienen la responsabilidad de gobernar o legislar, de asumir una encargo, de representar a los ciudadanos que depositaron en ellos su confianza. Pero lo mismo pasa en otros partidos. Celestino Rivera, ex presidente municipal de Tempoal, ex diputado local y consejero nacional del PRD, fue detenido por la violación de un menor de 12 años y contaba en su haber con una denuncia de hace varios años que fue archivada (seguramente por razones políticas). Un representante de la izquierda acusado de pederasta. Las franquicias partidarias al servicio del mejor postor en los ámbitos municipales son las que paradójicamente tienen más contacto con la gente, en las que los partidos debieran ser rigurosamente cuidadosos en la selección de sus abanderados.
De ahí la preocupación, por ejemplo, de un grupo de empresarios michoacanos que ha solicitado que las tres principales fuerzas políticas registren una candidatura común ciudadana para la elección de gobernador en esa entidad con el objetivo de evitar intromisiones de poderes fácticos (más concretamente del narcotráfico). No se trata, en su postura, de suspender elecciones (la única legitimidad proviene de la soberanía popular expresada a través del voto), sino de evitar que la violencia que prevalece en Michoacán sea caldo de cultivo para un proceso conflictivo. Desde luego que la propuesta no es viable, pues los partidos difícilmente declinarán la posibilidad de presentar sus propios candidatos en un estado en el que cualquiera de los tres puede erigirse con el triunfo, pero expresa que diversos sectores de la sociedad están buscando mecanismos para darle la vuelta al hecho de que los únicos que detentan el poder son los partidos. Esta petición refleja el agotamiento de este sistema de democracia representativa que les otorga el monopolio del poder y, en consecuencia, un cierto margen de impunidad y de no rendición de cuentas (de qué otra manera se explican los casos arriba mencionados, entre otros). Si la clase política no entiende este hartazgo, esta animadversión, y no se hace cargo de la necesidad de oxigenar el quehacer político, de abrir puerta y ventanas, de generar cauces para que se expresen los ciudadanos más allá del acto de votar, la olla de presión va a explotar. Tienen en sus manos la posibilidad de asumir decisiones rápidas y de aprobar en breve una reforma política que incluya modalidades de democracia participativa como el referendo, la iniciativa popular, el plebiscito, la revocación del mandato y las candidaturas ciudadanas, para romper con esta partidocracia que, a estas alturas, no es suficiente en una sociedad que aspira a una mayor participación y a la posibilidad de quitar institucionalmente a sus gobernantes cuando éstos no estén a la altura de su responsabilidad. Pero lejos de entender este ánimo social, se empecinan en cerrar los ojos y se encierran en sus cuatro paredes para regodearse en ese poder que es temporal, que les fue prestado. Ojalá que cuando los abran no sea demasiado tarde. Por el bien de todos.
Ser… o neceser
Leonora Carrington, la última surrealista, murió en el país que se engalanó con su arte y su obra. Artista y mujer extraordinaria. Descanse en paz.