Por José Miguel Cobián
El martes 14 de junio de 2011 se cumplen 11 años de la instauración de la diócesis de Córdoba y el nombramiento de su primer obispo Monseñor Patiño Leal. Para una región tan católica, ese día será de fiesta. Un rebaño de fieles recibió el regalo de un príncipe de la Iglesia que sería desde aquélla fecha su pastor… un pastor mucho más cercano, que a lo largo de tantos años, ha podido conocer los pormenores tanto de la propia administración de la Iglesia como de la problemática a la que se enfrenta su feligresía.
El Obispo de Córdoba es un hombre singular, un hombre de claroscuros, un hombre polémico. Dentro de la propia curia tiene sus grandes admiradores y sus grandes detractores. Al parecer la llegada de una supervisión directa provocó el alineamiento de ideas y actitudes dispersas, lo que provocó incluso la renuncia temporal al sacerdocio de más de uno.
El balance es positivo. A fin de cuentas y a pesar de todo, es mejor para la población tener un Obispo más cercano a ellos, un Obispo preocupado no sólo por lo espiritual sino también por las necesidades materiales y humanas de sus fieles. Un Obispo que también se convierte en algunos casos en fiel de la balanza en cuestiones de índole pública, y que en otras ocasiones sin ser el fiel, cuando menos se toma muy en cuenta su opinión. Un Obispo que a pesar del poder real que posee, se ha visto discreto y medido, aunque participante y actuante en la vida pública de la región y en especial la de los municipios más importantes de su área de influencia.
Recuerdo que recién llegado lo felicité por su nombramiento y felicité a la región por tener al fin un Obispo. Le comenté de la falta de presencia en hechos de la verdad de Cristo. Recuerdo haberle dicho: ¨Llevan muchos años las escuelas confesionales en Córdoba, hijos y nietos de los primeros que allí estudiaron son sus alumnos hoy, y sin embargo, no se percibe el amor al prójimo en la vida de la ciudad y la región¨. Posteriormente en otro encuentro lo felicité por no ser de esos príncipes lejanos a la población, que miran desde arriba, sino un padre amoroso y cercano para la población humilde, que tanto necesita de su cercanía, consejo y consuelo.
Conforme avanza su ciclo en la región, no cabe duda que ha habido un cambio en el actuar de los católicos. Hoy se observan grupos más comprometidos con los más desprotegidos. La actividad de la Legión de Cristo se fortalece, a pesar de los problemas generados por la recién descubierta conducta de su fundador. Hay otros grupos relacionados con la religión católica que llevan a cabo congresos, capacitación para la vida y el trabajo, y también se observan actos de caridad muy discretos. Algo de lo que toda la región debe enorgullecerse, pues por lo menos, la gente de la zona ha hecho su tarea, en la cual seguramente mucho ha influido la cercanía y presencia de un Obispo comprometido con la fe y las enseñanzas de Cristo.
Los religiosos, sobre todo los que tienen un don y las altas jerarquías son muy necesarios para un pueblo que no tiene nada, y al que le brindan la esperanza de un mundo mejor, y la certeza de la protección divina ante el desamparo y soledad, a que los propios humanos nos hemos sometido.
Desde la capital del país, el semanario ¨Desde la fe¨ señala esta semana las grandes carencias morales que sufre nuestro país. Ese es el clero que buscamos, el que señale la ruta del beneficio de las grandes mayorías sufridas, explotadas y pauperizadas, el que exija (aunque sea ilegal) una mejora en lo que está mal, en lugar del clero que busca imponerse por la fuerza y el apoyo del gobernante en turno.
Enhorabuena para la diócesis, para la feligresía y para el Obispo Patiño.
Lástima que en estas fechas de celebración existan presidentes municipales como el de Fortín, autorizando antros de vicio en zonas habitacionales. En contra de la corriente de bienestar de la población.