CIUDAD DE MÉXICO (CNNMéxico) — Cuando Juan Francisco, de 24 años, hijo de Javier Sicilia y estudiante de Administración de la Salud fue brutalmente asesinado por narcotraficantes en marzo, la noticia apareció como una de las principales y acaparó los titulares, debido a que Sicilia, de 55 años, es uno de los escritores y poetas más conocidos.
Pero la tragedia hizo que Sicilia se percatara de cómo han permanecido en el anonimato la mayoría de las 50,000 víctimas de la sangrienta guerra contra las drogas en México. Con la idea de que la campaña militar del presidente Felipe Calderón contra los cárteles del narco mexicanos simplemente ha exacerbado la violencia, creó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad –el cual es denominado de manera informal y popular como “¡Hasta la Madre!”- para presionar por un alto al derramamiento de sangre por estos acontecimientos y para nuevas estrategias y reformas en la lucha contra el crimen. El número de personas en sus mítines y marchas creció rápidamente, pasando de tan sólo unos cientos a cientos de miles, y su punto culminante fue una caravana en junio, misma que recorrió una decena de ciudades, en donde familias portaron fotos de familiares muertos. Al dar nombres, rostros y voces a los muertos de la guerra contra el narco en México, Sicilia ayudó a presionar a Calderón para montar en el verano una conferencia en el Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México, para discutir el tipo de instituciones judiciales modernas y la inversión social que durante mucho tiempo han sido pasadas por alto la clase política de México –pero las cuales podrían ser la única manera de acabar con la narcopesadilla mexicana.
Sicilia, de inclinaciones políticas de la izquierda, católico romano (además de su poesía mística ha escrito una novela sobre Juan Bautista), aún se le ve ese apariencia con ojos de búho y barba bohemia que tenía al principio de su campaña. Habló en la Ciudad de México con el jefe de la oficina de TIME en América Latina, Tim Padgett, sobre convertir un horror personal en esperanza nacional:
"Recibí la terrible noticia del asesinato de Juan Francisco mientras estaba en una conferencia en Filipinas. Cuando llegué a Cuernavaca [la ciudad ubicada al Sur de la Ciudad de México en donde su hijo y seis amigos habían sido torturados y asesinados por un grupo delictivo molesto porque dos de los jóvenes habían reportado a la policía a integrantes de su grupo] tenía mucho dolor emocional, pero cuando llegué al crematorio tuve que tratar con los medios de comunicación. Les pedí a los periodistas un poco de respeto; les dije que me reuniría con ellos el siguiente día en la plaza de la ciudad. Cuando llegué al lugar, encontré que habían puesto una mesa [para una conferencia de prensa] para mí, y me di cuenta de que esto iba a ser más grande que lo que había previsto.
Jamás había pensado en iniciar un movimiento o en ser vocero de nada. Soy poeta, y los poetas son más conocidos por trabajar con intuiciones más recónditas. Pero en esos momentos recordé que la vida del alma también puede ser poderosa. Mi principal intuición entonces era que había que darle nombre y forma a esta tragedia y, de alguna manera, poner esto en acción con los ciudadanos reales, como una forma de decirle al gobierno: 'Necesitamos algo nuevo, sobre todo nuevas instituciones para combatir la falta de aplicación de las leyes y la corrupción y la impunidad, no sólo la de los cárteles de la droga, sino la del Estado'.
Las estadísticas y los rostros
“México tiene una larga historia de movilización, desde la Revolución hasta las manifestaciones de 1968 y el levantamiento zapatista [de 1994]. Confrontar nuestra crisis de seguridad, los asesinatos, los secuestros y la extorsión, se volvió más difícil. Pero, como cualquier movilización, teníamos que llegar a la clase media, y colocar las muertes y las desapariciones en la conciencia nacional -hacer visible el rostro de nuestro dolor nacional. Las estadísticas de la guerra contra el narco escondían esos rostros; los poderes intentaban decirnos que todos los que morían eran criminales, cucarachas. Teníamos que modificar esa forma de pensar y poner nombres a las víctimas para lograr un cambio. Y eso significaba a los muertos delincuentes, así como a los muertos inocentes, como Juan Francisco. También tenemos que centrarnos en la pobreza y en la falta de oportunidades económicas que contribuyen a generar el crimen.
“Por lo que el primer domingo después de la muerte de Juan Francisco envié una carta abierta a los políticos del país, y dije, ‘¡Estamos hasta la madre!’ Me sorprendí por la reacción que esto provocó, pero no debí haberlo estado. Por un lado, sí, hasta la madre es un argot mexicano, pero también tiene un componente religioso. La ‘madre’, como la Virgen de Guadalupe’ [la patrona católica mexicana], es sacra. Decir que estás hasta la madre significa que han insultado a nuestra madre protectora, que han cometido un sacrilegio. Es muy fuerte, pero también muy poético a su manera. De cualquier forma, esto resonó de maneras que sobrepasaron mis expectativas.
“El día más memorable, entonces, resultó ser la primera marcha de Cuernavaca a la Ciudad de México, en mayo. Parecía que comenzamos con alrededor de 200 personas, y cuando llegamos al Zócalo [la plaza principal] aquí en la capital, había más de 100,000. Recuerdo llegar a la Ciudad de México, cerca de la UNAM [Universidad Nacional Autónoma de México] y escucharles ejecutar el Réquiem, de Mozart, en uno de los edificios de la universidad. Pero después, en el Zócalo, se podía sentir de nuevo la promesa de la vida. Se sentía como el milagro cívico que necesitábamos.
La respuesta al dolor
“No obstante, el éxito del movimiento me sorprendió un poco. Mi intención, en el comienzo, fue el señalar el horror de los crímenes que habían sido cometidos, así como la fallida reacción del gobierno ante esto. Sólo hice lo que mi corazón dictó. Fue una gran sorpresa para mí ver la respuesta a nivel nacional. Como católico, pienso mucho sobre la gracia, y esto fue tan sorprendente como la llegada de la gracia de Dios. No la esperas, pero fue como la respuesta a mi dolor. Aminoró el dolor por la muerte de mi hijo.
“Uno de los momentos más gratificantes sucedió [en la conferencia] en el Castillo de Chapultepec, cuando el presidente Calderón se encontró con una mujer llamada María Elena Herrera, del estado natal de Calderón, Michoacán, cuyos cuatro hijos desaparecieron tras haber sido secuestrados por las bandas del crimen organizado. El presidente la abrazó y pude observar que él quedó sacudido por la experiencia de la mujer. Vi su reconocimiento de que las víctimas son seres humanos y las estadísticas no. Vi su rostro de dolor, y en ese momento el presidente se volvió más humanizado para mí.
“El hecho más decepcionante fue lo que ocurrió al final de la caravana en [la ciudad de la frontera norte] Juárez, [que hoy tiene la mayor tasa de asesinatos en el mundo], cuando grupos de izquierda trataron de secuestrar el movimiento para sus propias agendas políticas. [Los grupos, por ejemplo, trataron de que el movimiento insistiera en que Calderón retirara todas las tropas de las calles de México, algo que hasta Sicilia sabía que era una exigencia poco viable e irresponsable.] Esto amenazó con restar la fuerza del movimiento. Me enseñó que una protesta no puede ser demasiado ideológica si se quiere conseguir el éxito.
“La otra situación decepcionante fue el obtener una mejor apreciación de la poca idea que tiene la clase política de México en lo que se refiere a la crisis de violencia. Comenzaron a hacer algunas intentonas de reformas de la legislación el año pasado, pero en el fondo, no siento que de verdad hayan pensado cómo combatir los cárteles de la droga de una manera más eficaz y menos mortal. Me temo que estamos llegando a las elecciones [generales] del próximo año sin esa conciencia, sin llegar a reconocer de verdad la magnitud del problema que México enfrenta.
Compañeros de caravana
“Una de las personas más memorables que conocí fue Julián LeBaron, [un granjero mormón del estado fronterizo de Chihuahua, cuyo hermano activista en la lucha contra la delincuencia, Benjamín, fue asesinado en 2009 por bandas del crimen organizado]. Recuerdo un día, durante la caravana, en el que yo intentaba poner una placa con nombres en un monumento dedicado a los muertos, y utilizaba de forma muy torpe un desarmador, como es de esperarse de un poeta. Julián se acercó y dijo, ‘Javier, toma tu pluma y dame el desarmador’. Sus discursos en los mítines de la caravana fueron así: muy breves, pero fuertes y directos.
“Ese mormón se convirtió en un símbolo muy importante para el movimiento. Hubo un momento peligroso en Durango, en la plaza del lugar, cuando hombres armados y enmascarados aparecieron en nuestra manifestación. LeBaron tomó el micrófono y dijo, ‘Si aquí entre nosotros hay asesinos, por favor, levanten la mano’. Los hombres enmascarados se fueron. Julián le dijo a la multitud: ‘Ven, cuando un país se une, éste da menos espacio para los criminales’.
“Un exitoso movimiento de protesta también necesita humor. Una vez estábamos en un tramo de carretera peligroso cerca de Coatzacoalcos, en [el estado de] Tabasco, donde los narcos eran conocidos por secuestrar a la gente en bloqueos carreteros. En un bloqueo, pensamos que grupos del crimen organizado iban subir a nuestro autobús, y quizá matarnos. Uno de nuestros compañeros dijo que tenía un nido en la garganta; le dije, '¿No querrás decir un nudo?’. Y dijo, 'No, un nido, porque estoy tan asustado en estos momentos que tengo a mis dos huevos de pájaro ahí’. Ningún criminal abordó el autobús, afortunadamente, pero la broma de nuestro amigo alivió la tensión. El humor ayuda a hacer el peso de la muerte más relativo.
El dolor que inspira
“No puedo decir que otras protestas en este año tuvieran una gran influencia sobre nosotros. Es obvio que hay un milagro cívico que está ocurriendo en algunas partes del mundo, sobre todo en Medio Oriente. Pero no creo que yo y otros involucrados en este movimiento estuvieran realmente muy inspirados por algo que no fuese nuestro propio dolor y sufrimiento. En mi caso, mi corazón sencillamente respondió a la muerte de mi hijo más que a cualquier cosa que estuviera ocurriendo en la Primavera Árabe.
“Creo que el mayor cambio que el movimiento produjo es que hemos hecho visibles los nombres de las víctimas [de la guerra contra el narco] y los rostros –protestamos por las víctimas, pusimos fotos de ellos sonriendo, antes de que todo este horror nos alcance, en la conciencia nacional. Logramos que el resto de México reconociera que tenemos que enfrentar una emergencia nacional, y conseguimos juntar a la nación y sus familias para preguntar cómo el gobierno estaba enfrentándose a esto.
“En lo personal, esto hizo más profunda mi fe –hizo desnudarla por primera vez en mi vida. Para mí hizo la mediación de la religión algo más real que nunca. Creo que la poesía de ¡Hasta la Madre! contribuyó a hacer más posible la movilización -es un poco como la idea de la profecía en la tradición judeocristiana, una voz que habla dentro de la tribu. Aunque personalmente, he renunciado a la poesía tras el asesinato de Juan Francisco, porque el lenguaje ya no me consuela, y en lugar de la poesía ahora dependo de esa profundidad de la fe que no puede ser expresada o verbalizada.
“Le digo a mi hija que me siento como Ulises intentando regresar, entre monstruos y deberes morales, a la nostalgia de mi casa, y sé que finalmente un día regresaré a casa. Pero hasta entonces, la casa ya no es un lugar para mí; es un concepto mucho más amplio -una comunidad, una nación. En todo caso, creo que ayudamos a México a dar un gran paso hacia la recuperación del espacio público para nosotros, y no para los criminales”.
Epílogo: El mes pasado, dos activistas del movimiento de Sicilia fueron asesinados. Otros dos fueron secuestrados y están desaparecidos. Otro activista de derechos humanos fue asesinado en Ciudad Juárez.