Bar Matehuala de Monterrey |
Quinta Columna
Y a mí, ¿Qué me Importa?
FÉLIX CORTÉS CAMARILLO/NOTIVER
Ayer martes, alrededor de la una de la tarde y a unos metros adelante de nuestro auto se desató una balacera en la rampa que desciende de la llamada carretera ribereña en Reynosa, en el sitio de su entronque con la carretera de Reynosa a Monterrey. Esta rampa es el único camino que lleva a Monterrey a los que usan para el paso fronterizo el nuevo puente Anzaldúas.
Soy periodista pero no aspiro a mártir y no tengo vocación suicida. Mi mujer, mi hija de diez años y yo regresamos sobre nuestras rodadas y logramos tomar el cauce de la carretera. Encontramos-de uno y otro lado de la arteria importante- una buena docena de camiones grandes, incluyendo un transporte escolar colocados para bloquear el tráfico en ambos sentidos. Se alguna manera logramos salir, rodeando por brechas y callejuelas para librar el tapón.
Hasta el momento en que esto escribo, bien entrada la noche, no hay una sola información de parte de autoridad alguna tamaulipeca sobre lo que pasó en Reynosa, quienes fueron sus presumibles protagonistas, cuántas fueron las víctimas mortales si las hubo. Nada. NIente. Nichts. Nothing. Nichevo.
La noche anterior, en Monterrey, cuatro mujeres que se dedican a la prostitución andaban escasas de clientela, pese a que suelen deambular por las calles en las que potenciales clientes buscan sus servicios. Decidieron ir a un local que se llama Bar Matehuala, donde hay espectáculo de encueratrices a ver si pescaban alguna alma solitaria con cuerpo inquieto. Les ganó el hambre y decidieron echarse unos tacos al lado, en una taquería que se llama El Nopal.
En eso estaban cuando llegaron tres vehículos con hombres armados. Llegaron, entraron, dispararon y se fueron. Hay nueve muertos más en la lista de los "daños colaterales" de esta guerra de Felipe Calderón.
Lo más sencillo es acudir al "¿y a mí qué?". Después de todo, si creemos en las versiones oficiales de estas matazones, los muertos son en su inmensa mayoría integrantes de grupos de delincuentes que se atacan unos a otros tratando de exterminar al contrario para controlar territorio y negocio. Si muere alguien que no estaba en las filas de esas bandas, sí estaba en el lugar y el momento equivocados.
Como yo no formó parte de ningún grupo delictivo, debiera irme a dormir con toda tranquilidad porque a mí ni a los míos nos va a pasar nada.
No es cierto. Ni voy a dormir tranquilo, ni tengo la certeza de que no nos va a pasar nada. No nos hagamos pendejos.
felixcortescama@yahoo.com
FÉLIX CORTÉS CAMARILLO/NOTIVER
Ayer martes, alrededor de la una de la tarde y a unos metros adelante de nuestro auto se desató una balacera en la rampa que desciende de la llamada carretera ribereña en Reynosa, en el sitio de su entronque con la carretera de Reynosa a Monterrey. Esta rampa es el único camino que lleva a Monterrey a los que usan para el paso fronterizo el nuevo puente Anzaldúas.
Soy periodista pero no aspiro a mártir y no tengo vocación suicida. Mi mujer, mi hija de diez años y yo regresamos sobre nuestras rodadas y logramos tomar el cauce de la carretera. Encontramos-de uno y otro lado de la arteria importante- una buena docena de camiones grandes, incluyendo un transporte escolar colocados para bloquear el tráfico en ambos sentidos. Se alguna manera logramos salir, rodeando por brechas y callejuelas para librar el tapón.
Hasta el momento en que esto escribo, bien entrada la noche, no hay una sola información de parte de autoridad alguna tamaulipeca sobre lo que pasó en Reynosa, quienes fueron sus presumibles protagonistas, cuántas fueron las víctimas mortales si las hubo. Nada. NIente. Nichts. Nothing. Nichevo.
La noche anterior, en Monterrey, cuatro mujeres que se dedican a la prostitución andaban escasas de clientela, pese a que suelen deambular por las calles en las que potenciales clientes buscan sus servicios. Decidieron ir a un local que se llama Bar Matehuala, donde hay espectáculo de encueratrices a ver si pescaban alguna alma solitaria con cuerpo inquieto. Les ganó el hambre y decidieron echarse unos tacos al lado, en una taquería que se llama El Nopal.
En eso estaban cuando llegaron tres vehículos con hombres armados. Llegaron, entraron, dispararon y se fueron. Hay nueve muertos más en la lista de los "daños colaterales" de esta guerra de Felipe Calderón.
Lo más sencillo es acudir al "¿y a mí qué?". Después de todo, si creemos en las versiones oficiales de estas matazones, los muertos son en su inmensa mayoría integrantes de grupos de delincuentes que se atacan unos a otros tratando de exterminar al contrario para controlar territorio y negocio. Si muere alguien que no estaba en las filas de esas bandas, sí estaba en el lugar y el momento equivocados.
Como yo no formó parte de ningún grupo delictivo, debiera irme a dormir con toda tranquilidad porque a mí ni a los míos nos va a pasar nada.
No es cierto. Ni voy a dormir tranquilo, ni tengo la certeza de que no nos va a pasar nada. No nos hagamos pendejos.
felixcortescama@yahoo.com