John M. Ackerman
"¡Ya inició el movimiento y vamos a tirar tu gobierno. Vamos a
derrocarte! ¡Yo voy a transformar este país; voy a ser Presidente y vamos a
acabar con tu gobierno!”, gritó el valiente joven Daniel Blázquez Aguilar
durante la pomposa ceremonia de promulgación de la contrarreforma energética en
Palacio Nacional el pasado 20 de diciembre. Fueron las únicas palabras
auténticas y verdaderamente audaces pronunciadas
durante el acto en que se consumó una de las traiciones a la patria más grandes
de la historia. En contraste con los huecos e hipócritas discursos de la caduca
clase política que sólo sirvieron como cortina de humo para tapar la inmundicia
que pavimenta el camino para el saqueo del país, se levantó cual ave fénix la
voz de Blázquez Aguilar con una imponente claridad que seguirá retumbando por
cada una de las paredes y los rincones de Palacio Nacional hasta que el pueblo
sacie su sed de justicia.
La inédita velocidad con la cual los
políticos corruptos impusieron las reformas a los artículos 25, 27 y 28 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos refleja su enorme miedo
al pueblo que universalmente rechaza el remate de la riqueza nacional a las
empresas trasnacionales. Aprovecharon de la desorganización y el desánimo de
los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, generados a raíz de la
enfermedad de su líder, para acelerar el paso y consolidar el atraco antes de
que el gigante dormido de la protesta social despertara. Así como compraron la
Presidencia de la República en 2012, los mismos actores hoy venden el país a
cambio de unas cuantas migajas ofrecidas por las empresas petroleras.
La interesada y desbordada celebración
de la contrarreforma energética por parte de los principales medios
estadunidenses contrasta con la creciente indignación y rabia del pueblo
mexicano. No es gratuito que The Economist, medio británico
comúnmente complaciente con el régimen, reconozca que México se encuentra al
borde de un estallido social, al incluirlo entre los 65 países en el mundo con altas o muy
altas probabilidades de experimentar una rebelión durante 2014
(véase:http://ow.ly/rZOej).
Solamente es cuestión de tiempo para
que irrumpa el descontento social. Recordemos que durante el sexenio de Felipe
Calderón no fue hasta cuatro años después de su declaración de guerracontra
el pueblo que surgió un movimiento masivo en contra de la irresponsabilidad
criminal del presidente, primero con la campaña No más sangre, después con
el Movimiento por la Paz y finalmente con la presentación de una demanda
colectiva ante la Corte Penal Internacional en La Haya. Y hoy esta lucha
continúa con la multiplicación de grupos ciudadanos de autodefensa a lo largo y
ancho del país ante el fracaso del gobierno para garantizar la seguridad.
También pasaron varios años entre el
lanzamiento mediático de Enrique Peña Nieto como el candidato de continuidad
del régimen neoliberal a la Presidencia de la República y el surgimiento del
movimiento #YoSoy132 cuya enorme fuerza casi detuvo la llegada a Los Pinos de
alguien considerado un asesino corrupto por los jóvenes. Y el año
pasado el movimiento magisterial nacional tomó varios meses para madurarse
después de la aprobación de la contrarreforma educativa antes de salir a las
calles de manera masiva y contundente. El Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) también requirió de más de una década para consolidar su fuerza
antes de irrumpir en la escena política nacional el 1º de enero de 1994.
No se trata, desde luego, de cruzarnos
de brazos para esperar una futura revolución en favor de la justicia y la paz,
sino de que cada quien actúe ahora desde su ámbito personal, laboral,
profesional y comunitario para multiplicar las muestras de repudio, articular
acciones y acumular fuerzas. Hay que asegurar que el próximo e inevitable
estallido social no se quede como un desahogo más, sino que siente las bases
para una profunda transformación de la República.
Ello es el objetivo, por ejemplo, de la
propuesta de constituir un congreso popular el próximo 5 de febrero,
día en que se conmemora la promulgación de nuestra Constitución revolucionaria
de 1917. Se trata de desconocer a los vendepatrias y sus cómplices que
impusieron la contrarreforma energética, revertir las modificaciones
constitucionales aprobadas e instalar una nueva instancia política-popular que
cuente con mayor legitimidad social que las instituciones formalmente constituidas.
Esta idea ya ha tenido una amplia aceptación tanto en las redes sociales como
por los asistentes a la emotiva y multitudinaria #MarchaEnDefensaDeMéxico
convocada por artistas, periodistas e intelectuales el pasado 20 de diciembre.
También es importante reconocer que las
vías jurídicas no están completamente agotadas. Por un lado, habría que
respaldar los necesarios e importantes esfuerzos de impugnar la
constitucionalidad y la legalidad de la reforma, de realizar una consulta
popular y de demandar a Peña Nieto por el delito de traición a la patria. Por
otro lado, habría que vigilar con lupa la eventual redacción de las leyes
secundarias en la materia. Los traidores no se atrevieron a incluir las partes
más privatizadoras de la reforma en el texto constitucional, sino que fueron
incorporadas en una serie de artículos cuyo incumplimiento no genera sanción
alguna. Se mantiene incólume la tajante prohibición del otorgamiento de
concesiones en materia de petróleo y de todos los hidrocarburos sólidos, líquidos
o gaseosos en el subsuelo. Así que cualquier intento de incluir en las leyes
secundarias licencias o contratos de riesgo que en los
hechos serían concesiones disfrazadas tendría que ser revocado inmediatamente
por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Ningún artículo constitucional se
aplica solo, sino que su eficacia práctica siempre requiere de una fuerte dosis
de apoyo social y político, algo de lo cual carece totalmente la contrarreforma
energética. Con una consistente movilización social y la construcción de
alternativas de contrapoder ciudadano, tarde o temprano el pueblo mexicano una
vez más será victorioso en defender su legado revolucionario del saqueo de los
oligarcas.
Twitter: @JohnMAckerman
FUENTE: LA JORNADA