El repudio al secuestro de 43 normalistas tiene un nuevo foco en Veracruz, donde se realizan los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe. En ese encuentro de proyección internacional, estudiantes, políticos y activistas se han esforzado por darle visibilidad a uno de los casos de criminalidad gubernamental más brutales de los últimos años. Ese rechazo se suma a la catarata de problemas y críticas que arrastra la justa deportiva: el gobierno estatal optó por acaparar los boletos de la inauguración para evitar rechiflas, los atletas deben irse a comer al mercado porque no les dan comida, los organizadores tienen problemas para hallar alojamiento, las manifestaciones contra el mandatario Javier Duarte se multiplican…
VERACRUZ, Ver. (Proceso).- Con errores, desorganización, inconformidades de algunas delegaciones extranjeras, falta de liquidez en las arcas estatales y una espiral de violencia, Javier Duarte inauguró el viernes 14 los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014 (JCC), que también se ven ensombrecidos por el secuestro y posterior asesinato –según elucubra la Procuraduría General de la República– de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero.
Apenas el jueves 13 se entregó el último de los recintos deportivos (el Velódromo), y con la llegada paulatina de los atletas, el gobierno priista local, la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) y la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe (Odecabe) están batallando para organizar el hospedaje de los atletas. De hecho, algunos deportistas mexicanos se quejan del trato privilegiado que recibieron los extranjeros, que fueron alojados en los mejores hoteles de la zona (cinco y cuatro estrellas) en detrimento de los representantes nacionales.
Aun así, varios atletas de Venezuela –que llegaron a Veracruz con anticipación– prefirieron trasladarse a Guadalajara y a Puebla para entrenar en instalaciones de aquellos lugares, y parte de la delegación cubana arribó hace 15 días a México, pero prefirió entrenar y aclimatarse en el Distrito Federal para evitar contratiempos.
El combinado colombiano de ciclismo se quedó en Xalapa y tuvo problemas: algunos corredores prefirieron entrenar sobre la autopista Xalapa-Veracruz y el bulevar Lázaro Cárdenas, ubicado en una carretera federal, para evitar ir al tramo Xalapa-Coatepec, cerca del Velódromo, en donde los trabajos de reasfaltado, bacheo y contención de montículos de arena no habían concluido cuatro días antes del arranque de los JCC.
A los combinados de Granada y Barbados, en tanto, les tocó observar la indignación social en contra del gobierno de Duarte el pasado lunes 10, cuando ocho manifestaciones sitiaron toda la mañana y tarde el centro histórico, la Plaza Lerdo y el Palacio de Gobierno:
Ese día protestaron organizaciones de colonos, profesores, taxistas, campesinos y hasta un regidor de Naranjos Amatlán, Gandhi Chávez, quien inició una huelga de hambre en contra de la represión gubernamental en el norte de la entidad.
Dos días después, atletas de Colombia, Cuba, México, Honduras, El Salvador y otras naciones recorrían la zona comercial de Xalapa cuando observaron cómo tres campesinos de Soteapan se desnudaron frente al Palacio de Gobierno, para exigir al secretario de Gobierno, Erick Lagos, y al propio Duarte una indemnización por 500 hectáreas de tierra. Ahí, completamente desnudo, el dirigente de la Unión de Pueblos Indígenas de la Sierra, Fidencio Fernández Carrera, advirtió al gobierno priista que, si no les cumple, arrojarán “800 kilogramos de caca y litros de orines” en inmuebles donde se lleven a cabo las competencias deportivas.
Otro hecho que habla de la desorganización de los JCC se dio el miércoles 12: varios atletas de Panamá fueron a comer al xalapeño mercado Jáuregui, en fondas cuyos platillos no exceden los 45 pesos. Los deportistas se quejaban de que la comida simplemente no llegó al hotel donde están hospedados.
La queja evidenció las fallas que tuvo el convenio firmado por el Comité Organizador de los JCC (Cover), el gobierno de Duarte y la Secretaría de Turismo, por un lado, con empresarios hoteleros, por el otro, para que éstos garantizaran el hospedaje, la alimentación y las condiciones adecuadas para el descanso de los atletas a cambio de una tarifa promedio de mil pesos diarios por atleta (Proceso 1973).
(Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 1985, ya en circulación)