Chomsky invita a reflexionar con elegantes toques de ironía sobre la realidad que no vemos delante de nuestros ojos. Una lección de historia y de actualidad.
Noam Chomsky, ese incómodo
profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT, vuelve a
la carga con un libro, ¿Quién domina el mundo? (Ediciones B, 2016) en el que,
como suelen los suyos, plantea una sencilla pregunta que requiere casi 400
páginas de respuestas.
La mente brillante de la persona probablemente mejor documentada
del orbe insiste en su denuncia de las atrocidades y enormes “equivocaciones”
que los poderosos, y más concretamente Estados Unidos con su recua de aliados,
siguen cometiendo en todas partes –ahora, significativamente, en Siria- con el
pretexto de salvaguardar la seguridad de las personas de todo el mundo.
Esa arrogante atribución se repite año tras año por no importa
cuál sea la cabeza de la administración del país que sigue gobernando el
destino de las naciones. Quizás sea el profesor Chomsky la más reputada mosca
cojonera que le ha salido al Imperio, cuando se empeña en señalar, con pelos y
señales y una documentación aplastante, las meteduras de pata y las violaciones
de la ley internacional que han ido logrando –y en ello siguen- crear mayor
inseguridad que aquella que disfrutábamos todos en tiempos de la Guerra Fría.
Como recuerda el autor, lejos ha quedado el año en que un incuestionado Abraham
Lincoln consiguió la prohibición del asesinato en el derecho internacional, con
su enérgica proclama de 1863 contra lo que él llamó “bandolerismo
internacional” impropio de naciones civilizadas.
En este libro, Noam Chomsky, en la espléndida traducción de
Javier Guerrero, analiza las estrategias que movilizan a las fuerzas
privilegiadas estadounidenses –no siempre, solamente las armadas- a
salvaguardar principalmente los intereses de Washington y del más poderoso
sector empresarial. Repasa, poniendo puntos sobre las íes, los panoramas
actuales de los teatros en conflicto, particularmente Palestina, y su reciente
evolución hasta llegar a donde estamos ahora.
Pone sobre el tapete las circunstancias por las que el todavía
negado cambio climático está acabando con los polos y el hábitat de la selva,
entre otras amenazas; propone dos formas de ver lo que pasó en el atentado
terrorista de Charlie Hebdo; traza un esquema histórico clarificador de cómo el
control del mundo por parte de los Estados Unidos requiere el de los gasoductos
que provienen de Oriente Próximo y todo lo que pasa desde que Franklin Delano
Roosevelt comenzara su cruzada, apenas estalló la Segunda Guerra Mundial.
La maestría de Chomsky para traer asuntos de la historia con los
que aclarar la situación presente es admirable. Se podrá estar de acuerdo o no
con sus conclusiones, pero de lo que no puede dudar nadie con argumentación
contrastada es de su capacidad de lector atento a lo que ocurre en el mundo,
cómo ocurre y quién está detrás, esa mano invisible del poder con que titula
uno de los capítulos del libro.
El volumen comienza con una atención dedicada a la
responsabilidad de los intelectuales: un estribillo que se repite ante
determinados acontecimientos que quedan huérfanos de reflexiones de peso. Pone
como ejemplo el de John Dewey que, tras la Gran Guerra (1914/1918) cambió su
posición de “intelectual responsable” por la de “anarquista de atril”,
mostrando una sumisión a la que no cedieron voces como las de Rosa Luxemburg,
Bertrand Russell o Eugene Debbs, que conocieron el frío de aquellas cárceles.
En resumen, un libro de lectura muy recomendable que llega a
apasionar, en el que Chomsky domina el ejercicio de intercambiar protagonistas
de situaciones conflictivas, para lucubrar sobre las reacciones de la opinión
pública; o el de animar al lector a mirar los acontecimientos y las actuaciones
de los líderes con ojos diferentes, poniéndolo en el brete de determinar qué
postura es éticamente plausible y cuál no.
Ante los que sospechan de los que sospechan de los Estados
Unidos (ese “destacado Estado terrorista”), Chomsky invita a reflexionar con
elegantes toques de ironía sobre la realidad que no vemos delante de nuestros
ojos. Una lección de historia y de actualidad.
Fuente información completa: http://www.cuartopoder.es/