Andrés
Manuel López Obrador, líder de Morena. Foto:
Eduardo Miranda
POR PABLO GÓMEZ , 13
JULIO, 2017 ANÁLISIS
Entre
los directivos del Partido de la Revolución Democrática que se encuentran más
comprometidos con el proyecto de hacer una alianza con el Partido Acción
Nacional, destacan aquellos que sostienen la tesis de que los propósitos de tal
coalición electoral serían, dicen, impedir que el PRI repita en el gobierno y
evitar que Andrés Manuel López Obrador sea presidente de la República.
El planteamiento, así de sencillo y directo, es algo inusitado
en México. Un partido de izquierda postula que es preciso detener a la
izquierda y sostiene la idea de que para ello sería preciso llevar a la derecha
panista al gobierno nacional. Esta es la línea que se ejecutó recientemente en
el Estado de México, aunque entonces fue para beneficiar al PRI. Por ello hemos
dicho que el PRD actúa ahora como parte del mercado político.
La fundamentación analítica de tal línea política no existe en
realidad. Lo que se dice al respecto es que Morena es “populista conservador”,
pretendida categoría que no se explica, pero que de cualquier forma no podría
ser suficiente para preferir a los reaccionarios de Acción Nacional.
Es evidente que en una alianza entre el PRD y el PAN se le
entregaría la candidatura a quien los panistas decidieran postular a través de
sus mecanismos internos. De otra forma, sencillamente no habría coalición y,
entonces, ¿para qué tanta estridencia?
Durante casi 25 años, varios actuales voceros perredistas que
hoy proclaman la lucha contra López Obrador apoyaron a éste muchas veces, le
acompañaron en el desempeño de la presidencia del PRD, en la gestión de la
jefatura de gobierno de la Ciudad de México, en las campañas electorales
nacionales. ¿Qué ha ocurrido en el mundo, en México, en la ciudad, para que
aquella fuerte coincidencia política y programática se haya traducido en su
contrario?
Para cualquiera es claro que entre más desunidas vayan las
izquierdas en las elecciones, menor será la probabilidad de que éstas obtengan
la mayoría. Lo vemos por casi todo el mundo. También está claro que los
partidos más competitivos, en general, no pueden ir solos debido a la
atomización política existente en el electorado del país. Es dentro de este
esquema que el grupo dirigente perredista hace militancia con la pretensión de
llevar a la Presidencia de la República a un nuevo Fox, a un nuevo Calderón, porque
repudia la idea de llevar a López Obrador, a pesar de haberlo intentado en dos
ocasiones.
La excusa de algunos es que el problema radica en que Andrés
Manuel ha rehusado un acuerdo electoral con el PRD, pero no recuerdan el
denominado ultimátum en el Estado de México, el cual fue contestado con un
rotundo no por parte del entonces candidato perredista, con el entusiasta
aplauso de su propia dirigencia nacional. Se replica, al respecto, que con
ultimátum no se puede construir nada, como si en la lucha política no lo
encontráramos con frecuencia como método de advertencia y presión que, en aquel
caso, era una forma de seguir insistiendo en el apoyo del PRD a Morena para
llegar al gobierno mexiquense, lo cual estaba verdaderamente al alcance de la
mano: Morena obtuvo más votos que el PRI según los cómputos oficiales, es el
partido más votado en el Estado de México; los partidos bonsái hicieron la
diferencia. Todo esto, sin descontar la descomunal compra de votos y el exceso
de gastos, es decir, el fraude electoral que pudo haberse neutralizado.
Si en verdad se tratara de derrotar al PRI, mejor sería buscar
la convergencia del conjunto de la izquierda, la cual haría más probable la
victoria que si se marchara al lado de la derecha panista que no ofrece cambio
alguno para el país. Por ello, no cuesta trabajo advertir que la tesis de
apoyar al PAN para contener a la otra izquierda, Morena, es en realidad una
retractación ideológica y un entreguismo político. El grupo que impulsa en el
PRD la coalición con Acción Nacional se integra por renegados de la izquierda
que buscan con desesperación un gobierno panista para “resolver los problemas
del país”, según han apostillado en sus infundados discursos.
Lo peor, sin embargo, es que, al admitir de facto que la disputa
electoral principal pudiera estar entre Morena y el PRI, el grupo que
usufructúa la franquicia electoral del PRD intenta dividir a la izquierda,
vista ésta como parte del pueblo mexicano, lo cual terminaría favoreciendo al
actual partido oficial.
En cualquier escenario, el mejor servicio que se puede hacer a
las fuerzas conservadoras y reaccionarias es luchar desde la izquierda contra
la izquierda. Bajo la línea de claudicación y entreguismo, el problema entonces
no es el PRD, el cual de todas maneras perdería, ya fuera yendo en coalición
con Acción Nacional o lanzando un candidato propio sin alianzas. La lamentable
cuestión de fondo es el sitio en el que la ilegítima dirección perredista
pretende colocar a la corriente histórica de la que surgió ese mismo partido y
de la que hoy evidentemente reniega.
La respuesta que hay que propinar a esa traición al partido y a
su programa escrito es unir nuevamente a la gente de izquierda dentro de una
sola opción electoral nacional, tal como se comportó esa gran corriente
mexicana a partir de 1988.
http://www.proceso.com.mx/494796/renegados-la-izquierda