TEXTO IRREVERENTE
25 MARZO, 2022
Por Andrés Timoteo
Fabiola, Mabelline, Alejandra, Jeniffer, Montserrat, Anahí y una “Sin Nombre” o “NN” se incorporaron esta semana a la lista de mujeres asesinadas en Veracruz. Ya van treinta y aun no termina el primer trimestre. Las sedes de los feminicidios son Acultzingo, Orizaba, Tezonapa, Altotonga, Cazones de Herrera y Alvarado. Y la tendencia continúa imbatible: un feminicidio cada tres días.
De esas siete nuevas víctimas una era menor de edad, tenía 17 años, y dos no son producto de crímenes recientes pues en Tezonapa se localizaron los restos de una mujer en avanzado estado de descomposición por lo que se presume que su asesinato ocurrió semanas atrás. Tampoco se conoce su identidad y está catalogada como “NN” -Not Name, según el termino inglés –.
En tanto, Sayra Anahí fue asesinada hace seis años, en el 2016. Originaria de Río Blanco, ella era uno de los tres abogados que el 10 de febrero de aquel año “desaparecieron” cuando se dirigían a una diligencia al puerto de Veracruz. Sus restos, junto con los de Giovanni Gerardo Sol Guevara e Israel Ricardo García Sánchez, se extrajeron de la fosa clandestina de Arbolillo, en Alvarado, y fueron identificados en base a exámenes de ADN.
Los tres litigantes fueron parte de aquella ola de desapariciones durante el duartismo, cuando la policía era gobernada por Arturo Bermúdez Zurita, excarcelado en este gobierno quien goza de protección -oh paradoja- de las actuales autoridades. Sin embargo, en la práctica el feminicidio de Sayra Anahí Aguilar Arce se incluye en la estadística de la semana que concluye.
Pero aún restando a esas dos últimas víctimas – la de Tezonapa y la de la fosa de Arbolillo- del conteo, la racha de cinco feminicidios en menos de una semana es tremenda. Casi uno diario. Hoy en Veracruz acontece lo que algunos criminalistas han descrito como “violencia estacional” o “escaladas críticas temporales” que no son más que eufemismos para referirse a las oleadas de asesinatos.
En la primavera del año pasado concretamente en mayo, se emitió una alerta por la racha de feminicidios en España porque se acumularon 9 en diez días. “Es la plaga de violencia machista”, dijeron los activistas. En Alemania hubo una oleada similar en noviembre del 2020, en pleno otoño, con cinco feminicidios. “Lacra sociales”, “terrorismo machista” y “exterminio doméstico”, fueron los conceptos que diputadas alemanas, italianas y francesas expusieron en el Parlamento Europeo ante la escalada de feminicidios de aquel 2020.
A principios de este 2022, las organizaciones civiles pidieron al gobierno colombiano decretar alerta máxima pues 31 mujeres fueron asesinadas solo en el mes de enero, a razón de una diaria. Actualmente es verano en Sudamérica, ¿influye el clima? Algunos teóricos aventuran que sí, entonces ¿la ola de feminicidios en Veracruz obedecería a la estación primaveral? La hipótesis se adapta solo al corto periodo con muchos cadáveres pero la tendencia es permanente -como se dijo al inicio – y desde que comenzó el año, todavía en invierno, no han parado de matar a mujeres.
La deducción es que los feminicidas no solo matan por estaciones sino todo el año, aunque estos cinco o siete crímenes de mujeres en apenas una semana en Veracruz muestran una cresta en toda esa curva mortífera. Eso sí, hay una variable está comprobada en cuanto a la estadística imparable de feminicidios: la impunidad. El feminicida mata porque sabe que hay poco riesgo de que acabe en prisión.
En México, la tasa de impunidad para quienes asesinan a una mujer es del 97 por ciento según las organizaciones civiles. “La impunidad es lo que hace funcionar la máquina feminicida”, señala escritora Cristina Rivera Garza en su libro “El invencible verano de Liliana” -otra vez la referencia estacional – , publicado el año pasado por Random House, en el que narra el feminicidio de su propia hermana en julio de 1990 por quien era su novio y quien 32 años después sigue prófugo e impune.
“Es una guerra contra las mujeres. Cada mañana diez nuevas familias (en México) amanecen rotas, cada mañana diez mujeres nos son arrebatadas a manos de la violencia machista. Las familias que han perdido a un ser querido de esta forma experimentamos un duelo que va muy pegado a la culpa y, si me apuras, a la vergüenza. Es muy perversa la manera en la que el mundo en que vivimos contribuye a callarnos y a internalizar una culpa que no nos corresponde”.
“En esta historia hay un asesino y es a quien se debe cuestionar e interrogar. En cambio, se cuestiona a la familia de la chica por cómo iba vestida o por cuántas horas pasaba con la madre, se patologiza una situación y se deja a un lado la participación del asesino, que es el único culpable”, afirma la escritora al señalar que no solo las autoridades sino la sociedad misma se vuelca sobre la víctima y no sobre el victimario.
FUENTE: NOTIVER
https://www.notiver.com.mx/texto-irreverente-269/
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