“El negocio
más repugnante, el negocio del miedo”. Así concluía Iñaki Gabilondo su
editorial del día 7 de enero de 2010 en el telediario de la cadena Cuatro
que dirige. Se refería, sí, bingo, al negocio que se ha hecho a base de
expandir el miedo entre la población mundial para vender antivirales y vacunas
contra la presunta pandemia de gripe A. Gabilondo acusaba, basándose en los
datos facilitados por el presidente de la Comisión de Salud del Consejo de
Europa, al lobby de los laboratorios farmacéuticos y a la Organización Mundial
de la Salud (OMS) de organizar la psicosis de la gripe A. No estuvieron mal los
conceptos y frases empleadas por Gabilondo, por menos a otros les llaman
alarmistas, sensacionalistas, conspiranoicos, etc: “Ola de histeria; mucha
gente vinculada de forma muy estrecha con la industria farmacéutica; el pánico
que recorrió el mundo no fue espontáneo sino planificado; no había nada en esta
gripe que justificara tal alarma; la pandemia quedaba definida por la
propagación, no por la gravedad; anunciaba oficialmente la pandemia de la gripe
A; gobiernos, hábilmente pastoreados por los intereses de esos lobbyes;
que “hicieron lo que les correspondía hacer: comprar millones de
unidades”; la gripe A ha producido la décima parte de casos mortales que una
gripe estacional; tenemos millones de dosis con las que no sabemos qué hacer;
intentamos colocar -quien sabe con qué argumentos- en los países
subdesarrollados; investigación sobre el papel de los lobbyes y los gobiernos
en este negocio”.
Las informaciones de calidad y críticas sobre la “pandemia” de gripe A habían
corrido por internet, sobre todo, durante meses. Y no queda muy lejos en el
tiempo el precedente de la gripe aviar, con muchos de los mismos actores. Pero
la televisión es lo que tiene: hasta que un “periodista de masas” no lo dice,
no es realidad. Gabilondo estaba explicando lo que millones de personas ya
sabían o intuían meses antes, que la pandemia de gripe A ha sido un montaje de
las multinacionales farmacéuticas para, con la ayuda de la OMS, vender más
medicamentos. Para ello se ha utilizado una de las estrategias más antiguas y
que ahora se conoce como el marketing del miedo. Miguel Jara
(www.migueljara.com), escritor y periodista freelance lo documenta en su
libro “La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del
miedo” (Península, 2009), del que extraemos parte de uno de los capítulos
más clarificadores:
Miguel Jara
Al miedo le aterra sentirse sólo
cuando se apagan todas las luces de la noche excesiva. El miedo no puede
vacunarse. El miedo es un gran negocio para el que se fabrican vacunas. Éstas
nunca acabarán con ese miedo pero sí que proporcionan la tranquilidad mental
suficiente para seguir vivos. ¿A qué precio? Bajo la presión del marketing del
miedo está expandiéndose la ideología de la prevención farmacológica. Esta
ideología, preñada de un enfoque mercantilista, ampara la promoción de las
vacunas. Tomar medicamentos “por si acaso”, tratar farmacológicamente un estado
de salud, es el penúltimo objetivo de un negocio de inversión que se llama
industria farmacéutica.
La mecánica es la siguiente: en nuestra vida cotidiana
son miles las enfermedades o dolencias que pueden asaltarnos. Sólo unas pocas
llegan a hacernos daño. Entre ellas alguna nos presentará graves
complicaciones. Lo normal es que la mayor parte del tiempo que vivimos estemos
sanos. Pero no podemos olvidar que en una sociedad gobernada por los intereses
económicos la salud, que en la práctica gozamos durante casi toda nuestra vida
y que es nuestra mejor inversión, también es la peor noticia para quienes
fabrican productos para tratar la enfermedad. Crear angustia, perturbar nuestra
tranquilidad haciéndonos creer que corremos algún riesgo, real o imaginario, es
una táctica para incentivar el comercio que puede conducirnos a buscar esa
vacuna milagrosa, ese sortilegio con el que ahuyentar los espíritus del mal.
La vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), denominada también
contra el cáncer de cérvix o de cuello de útero, comenzó su “traviesa” travesía
por el sistema inmunológico de millones de niñas sanas en todo el mundo gracias
al celo con el que las administraciones públicas han promocionado Gardasil (de
Merck, en USA, y Sanofi Pasteur Merck, en Europa) y Cervarix (de GlaxoSmithKline),
como se denominan estos productos. Se trata de una de las mayores operaciones
de marketing del miedo de la Historia, desarrollada por dos de las mayores
multinacionales farmacéuticas del globo terráqueo. Es difícil entender que un
remedio farmacológico que presenta tantas incógnitas como esta vacuna esté
aplicándose a niñas de entre 11 y 14 años de edad, para “prevenir” –no
confundir con curar- el cáncer de cuello de útero o cérvix. Para conseguir su
éxito comercial, los laboratorios han emprendido una campaña de promoción
descomunal que ha precedido la introducción del remedio en el mercado y que la
está acompañando durante el polémico trasiego de su expansión; una auténtica
campaña de marketing viral, nunca mejor empleado el concepto, permitida cuando
no participada, por las administraciones públicas.
“EDUCAR AL MERCADO”
El médico
residente, de medicina familiar y comunitaria, Julio Bonis introducía muy bien
el asunto en su blog “Cocido madrileño con gofio”: “Una vacuna no es una cosa
que te pongas porque ‘tienes síntomas’. Así que es necesario ‘educar’ al
mercado. Es bien conocido que las mujeres (por su rol social de cuidadoras) son
mucho más sensibles a los temas de salud. Así que, aunque los hombres también
tienen verrugas genitales, nada mejor que convencer a las mujeres de que
‘necesitan’ esa vacuna. De que es algo sin lo cual no pueden vivir. Como lo de
prevenir verrugas en el cuello del útero no parece muy alarmante, nada mejor
que apelar al ‘cáncer’. Se magnifica entonces el número de cánceres de cuello
de útero (por ejemplo, hablando de que hay cientos de miles de mujeres que
mueren de ese cáncer, pero en el mundo, evitando dar los datos en España). Y
evitando, además, un pequeño detalle: que la mayoría de las mujeres que mueren
por cáncer de cuello de útero lo hacen en el tercer mundo y son pobres, porque
simplemente no tienen acceso a otras medidas preventivas que sí han demostrado
ser eficaces, como la citología de Papanicolau, para la detección precoz, o la
cirugía por conización (…) Estas campañas de marketing en temas de salud
generan alarma social injustificada”.
Cuando ya se ha conseguido el lúgubre propósito de “meter el miedo en el
cuerpo” a todas las mujeres posibles, es más fácil conseguir que los sistemas
sanitarios, en calidad de pagadores, sean presionados políticamente para
ofrecer el Gran Remedio Contra el Cáncer. Para cualquier presidente del
Gobierno –de una región, de un país, del mundo- es muy goloso anunciar a los
cuatro vientos que, preocupado por la salud de la población, ha decidido
ofrecer una vacuna contra el cáncer sin coste alguno para el ciudadano. Tiempos
de democracia viral: una vacuna un voto. O de Totalitarismo Global Corporativo.
Pero una vez desatado el monstruo, ya nadie lo para. Las mujeres, asustadas,
acuden a las farmacias en busca de la vacuna (a 500 euros el pinchazo). Aunque
ya hayan tenido relaciones sexuales (y por tanto, probablemente, ya estén
infectadas por el virus del papiloma humano). Incluso algunas ancianas se la
están poniendo.
UN ONCÓLOGO HONESTO
Es
verdad que el miedo guarda la viña. En demasiadas ocasiones nos sentimos como
uvas en la prensa a las que presionar hasta que de su sangre se haga vino y de
sus pellejos escurra orujo. El miedo puede ser inducido y con posterioridad
conducido, canalizado hacia la compra de medicamentos en este caso. Diría que
es necesario, para los intereses comerciales, acompañarlo hacia el buen sentido
porque el miedo también puede ser peligroso y conducir a la locura y la
violencia. Por eso este miedo del que les hablo, dirigido por las compañías
farmacéuticas que venden la vacuna contra el VPH está dirigido por la
desinformación.
Narra el oncólogo Javier Herráez en una carta al director de la revista
Discovery DSalud que un buen día llegó al centro médico en el que trabaja y vio
un montón de folletos en recepción sobre los que le explicaron que los había
dejado allí “alguien de un laboratorio”. Se trataba de un folleto color naranja
expandible cuyo título era: “¿Has oído? El cáncer de cuello de útero se puede
prevenir”. Y en un texto más pequeño: “Consúltalo con tu médico”. En él se
veían dibujos de mujeres, una de ellas hablando con una niña “muy delgadita”.
En la parte baja de la primera hoja ponía: “Información importante sobre el
cáncer de cuello de útero para niñas y jóvenes. Fundación MD Anderson
Internacional, AEP [Asociación Española de Pediatría] y SEGO [Sociedad Española
de Ginecología y Obstetricia] (con los correspondientes logotipos)”.
El resto del folleto se dedicaba a hablar del cáncer de cuello de útero
pero sin nombrarlo ni justificar lo que intentaba vender. “Ya se encargarán,
supongo, de promocionarlo entre todos los médicos de la AEP y SEGO”, escribía
Herráez. “Lo lamentable –continuaba este médico- es que la principal intención
de ese folleto es inducir el miedo. ¿Cómo? Pues con palabras del estilo de ‘La
amenaza del...’, ‘Aunque las citologías periódicas pueden ayudar,
desgraciadamente mueren 40 mujeres al día en Europa...’, ‘Este virus se
transmite muy fácilmente de una persona a otra’. Pero la que produce más
vergüenza es ésta: ‘Toda mujer que se infecte con el Virus del Papiloma Humano
está en peligro de desarrollar este cáncer’. ¿Toda mujer? Basta leer en las
fuentes médicas que la asociación entre la infección por el Virus del Papiloma
Humano y el cáncer de cuello de útero es de carácter epidemiológico y se
justifica por ‘criterios de causalidad’. Y lo que la gente corriente no
entiende –ni al parecer muchos médicos- es que eso no significa que tal
relación se haya probado científicamente. Por eso sólo puede considerarse a ese
virus un mero ‘factor de riesgo’ y no un factor ‘etiológico’. Ahora bien, un
‘factor de riesgo’ sólo indica que el mismo puede ser causa del problema o coadyuvar
a él... o no”.
FABRICAR ENFERMEDADES
Lo que
explica Javier Herráez es que un factor de riesgo no es una enfermedad. El
negocio del miedo se basa en fabricar enfermedades, en asustar a la población
hasta que crea que está enferma. Y si no se consigue, al menos que se vacune
“por si acaso”. Continúa este médico preocupado por la salud pública: “Lo
singular es que en ese folleto –por no decir panfleto o pasquín- caen en su
propia trampa cuando al intentar meter miedo dicen: ‘El 70% de hombres y mujeres
entrará en contacto con el virus. Afortunadamente en el 90% de los casos el
virus se elimina de forma natural’. Es decir, que según ellos mismos sólo se
infectaría un 10% del 70% de mujeres. Es decir, el 7% del total. Ahora bien,
los datos oficiales indican que la tasa de incidencia en España del cáncer de
cuello de útero es del 0,0072%. En otras palabras, lo sufren 7,2 de cada
100.000 mujeres. Resumiendo: dicen que de cada 100.000 personas en España
entran “en contacto” con el virus 70.000 y que de ellas sólo el 10% resulta
infectada porque no lo supera de forma natural. Es decir, se infectan 7.000 de
cada 100.000 mujeres. Y como quiera que, según sus propios datos, la incidencia
del cáncer de cuello de útero en nuestro país es del 0,0072 (o lo que es lo
mismo, afecta a 7,2 de cada 100.000 mujeres) ello implica que sólo terminan
padeciendo cáncer menos de una de cada mil infectadas. Tales son los datos
oficiales. Y esa proporción de 1.000 a 1 es la que se alega para decir que
existe un claro nexo de causalidad.
¡Alucinante! Me pregunto cómo con tan peregrina justificación hay médicos que
se atreven a recomendar a los padres de miles de niñas que las vacunen”.
En el citado “panfleto” promocional el laboratorio ni cita el nombre de
la vacuna ni se cita a sí mismo. La marca de su preparado no puede mencionarla,
pues en Europa es ilegal hacer publicidad de fármacos que necesitan receta para
ser expendidos. Herráez tiene una razón por la que el fabricante no aparece en
su publicidad: “Al no mencionarse el nombre el laboratorio no puede ser
denunciado. Lo que no está en cambio tan claro es que no puedan serlo los
médicos que ingenuamente receten la vacuna si tiene efectos secundarios en sus
pacientes infantiles”.
El oncólogo concluye su escrito denunciando “otras dos mentiras más de
ese papelillo con logotipos varios: la primera es que en él se dice
textualmente que‘a diferencia de muchos otros cánceres, el cáncer de cuello de
útero no es hereditario’, cuando eso es falso, ya que la inmensa mayoría de los
cánceres no son hereditarios; la segunda es que el cáncer de cuello de útero
‘siempre está causado por el Virus del Papiloma Humano’, cuando eso nadie lo ha
demostrado jamás. Claro que, por eso, en este caso el laboratorio ni siquiera
firma lo que reparte entre los médicos. Se cubre las espaldas. Y es que todo
esto es puro negocio”.
PROMOCIÓN DEL MIEDO Y MENTIRAS
A finales de
marzo de 2007, al poco de estrenarse la vacuna, ya existían 57 países que
habían dado luz verde a la utilización del preparado y en otros 50 se habían
presentado solicitudes de aprobación ante las agencias regulatorias
pertinentes. La publicidad ha azuzado los instintos primarios de la ciudadanía.
Se trataba de hacer dudar, de noquear con la crudeza de las peores palabras, de
aturdir la mente con los epítetos que ningún oído quiere transportar al
cerebro. En España la compañía encargada de conmover los corazones para que
abrazasen la suerte y entregasen su dinero a los fabricantes de vacunas fue
Shakelton. La campaña incluyó televisión, marketing directo y una web con
“efecto viral”, según sus impulsores, nunca mejor utilizado el término. Una de
las estrellas del show fue la construcción de un afilado y aséptico monumento
en los jardines del Turia, Valencia, dedicado “al fin del cáncer de útero”.
La campaña citaba la existencia de una vacuna para tratar este cáncer
pero no mencionaba a los laboratorios fabricantes, de nuevo. Esto, unido a que
en ella participaban los ayuntamientos españoles, le daba un aire institucional
que ayudaba a reforzar la confianza del público; a creer que hay alguien que se
preocupaba por las posibles enfermas. Entre bambalinas, a la tímida luz de una
vela, dos de los laboratorios farmacéuticos más poderosos del mundo dirigían la
función. La propia compañía publicitaria afirmaba que se firmó un Documento de
Consenso por la vacunación frente al VPH por parte de seis sociedades
sanitarias que se unieron expresamente para la campaña publicitaria de las
farmacéuticas. Estos fueron los actores: La Sociedad Española de Ginecología y
Obstetricia (SEGO), la Asociación Española de Pediatría (AEP), la Sociedad
Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), la Asociación Española de
Patología Cervical y Colposcopia (AEPCC), la Asociación de Microbiología y
Salud (AMYS) y la Sociedad Española de Citología (SEC).
Estas sociedades científicas no son independientes de los laboratorios.
La SEGO organiza, junto con la Sociedad Española de Contracepción, la campaña
“Píldora y mujer: 30 años de evolución”, patrocinada por el laboratorio Bayer.
La AEP ha ofrecido cursos como el de “Pequeño para la edad gestacional”, por
ejemplo, financiados por Merck Serono. SEMERGEN está apoyada económicamente por
la compañía farmacéutica Almirall. Merck Sanofi Pasteur, la coalición de laboratorios
que comercializan Gardasil en Europa y GSK, patrocinan la página web de la
AEPCC. Uno de los doctores de la Junta Directiva de esta asociación profesional
es Javier Cortés-Bordoy, que ha sido el coordinador del Documento de Consenso
de las sociedades científicas españolas. Cuando se presentaba en sociedad esta
vacuna, el diario El Mundo le cedió su espacio de encuentros digitales; estaba
patrocinado por el laboratorio Sanofi Aventis. La AMYS entiende que “la
industria del diagnóstico es parte integrante de la microbiología clínica y
sanitaria y como tal debe estar representada en esta asociación”, por ello,
entre otras compañías de diagnóstico, entre sus “socios institucionales” está
Bayer. Y la SEC cuenta con el patrocinio de la empresa de diagnósticos Hologic
y de Cytology stuff.
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