Por: Alfredo Bielma Villanueva
Tiempos difíciles los que vive México, pero quizás no tanto como los que se avecinan en la medida en que se acerca el ya inminente proceso electoral de 2012 para el cambio del titular del Poder Ejecutivo Federal y de los integrantes del Legislativo en sus dos cámaras.
Las estrategias del presidente Calderón poco a poco se han ido evidenciando, la primera es salir a campo abierto como el operador principal, pareciera que único, de la campaña de su partido, el PAN. Ya para nadie es un secreto la incontenible fobia que el presidente de la república le profesa al PRI, a sus métodos de conducta y a sus militantes más conspicuos, tampoco es oculta la decisión de impedir a toda costa la posibilidad de que el tricolor vuelva a Los Pinos. Si consigue o no sus propósitos, está por verse; por lo pronto, al margen de la clase política de este país, la ciudadanía mexicana se estremece entre el espasmo de la inseguridad pública y la esperanza de un verdadero cambio, el que a pesar de la alternancia no acaba de llegar.
Tal y como se perciben los acontecimientos es una hecho incontrastable el que los contendientes por el poder echarán mano de todas las argucias y herramientas a su alcance para lograr sus propósitos, bordando incluso en los límites de la normatividad establecida.
Sin duda, un elemento social que estará presente será la violencia, ya como una patología a combatir, ya como factor que incidirá en el desarrollo del proceso electoral. Porque-¿quien pudiera dudarlo?- una forma de hacer violencia es, por ejemplo, el desdoro al Estado de Derecho cuando se utiliza la justicia como medio de presionar al adversario.
¿La condición de nuestro Estado es de Derecho o Autoritario? Si la conducta de Jorge Hank Rhon acredita “conductas probablemente ilícitas” tal cual dice la SIEDO ¿Por qué se le detiene de una manera que de entrada le posibilita una exitosa defensa jurídica? En todo caso, ¿por qué no se actuó antes en contra de Hank Rhon y sí ahora, casi al fin del sexenio, en el umbral del proceso electoral de 2012? Porque sería infantil pensar que la acción solo tuvo motivaciones legales. El gran fiasco que resultó la acción punitiva contra el magnate priísta viene a ser un tremendo bumerang con aportaciones negativas para el gobierno federal. Al recuperar la libertad, Hank Rhon adquiere otra dimensión más allá de sus mecenazgos políticos.
Es bastante sintomático el que hayan coincidido en el tiempo las capturas de dos personajes de la política mexicana. El encarcelamiento del exgobernador chiapaneco Pablo Salazar configura otra vertiente del mismo tema. Aunque en este caso parece que sí se cuentan con sólidos argumentos para mantenerlo a buen recaudo y un sinnúmero de adversarios políticos que le alborotan la gallera para pintarlo como el peor de los gobernantes de su estado habrá que esperar el razonamiento de la defensa.
En breve paréntesis habrá que aclarar que no se juzga que la acción punitiva del ministerio público se haga al margen de la legalidad, pues ambos personajes han tenido la oportunidad de defenderse por la vía jurídica, Hank pudo supera el escollo. En el caso de Salazar Mendiguchía será juzgado conforme a derecho y el ministerio público del estado de Chiapas tendrá que comprobar los cargos que le imputa al exgobernador.
La opinión pública mexicana permanece a la expectativa porque una redada contra la impunidad debiera alcanzar a muchos pájaros de cuenta cuya actuación al frente de responsabilidades públicas ha sido severamente cuestionada por la ciudadanía. Abundan y debieran estar tras las rejas, son personajes de la política- ex gobernadores entre ellos- con sólidos antecedentes de corrupción tras de sus gestiones como mandatarios estatales.
Limpiarle el rostro a la política mexicana demanda de una profunda labor de profilaxis política, atacando de raíz al hasta ahora indisoluble binomio que forman la impunidad y la corrupción. Casos en donde aplicar la depuración hormiguean, se señalan aquí en Veracruz y se encuentran en toda la república mexicana, solo se necesita voluntad política para emprender la acción, tal como en otros estados se han iniciado y no precisamente por “cacería de brujas” sino por la simple aplicación de la ley.
Para ello se requiere de una política de estado en el combate a la corrupción y a la impunidad, no de maquillaje o de ocurrencias. De estas últimas ya las presenciamos cuando López Portillo encarceló a Félix Barra, a Fausto Cantú Peña, a Alfredo Ríos Camarena, etc. pero fue un asunto que supo a revancha política. De igual manera en el sexenio de “la renovación moral”, cuando Miguel de la Madrid persiguió y encarceló a Jorge Díaz Serrano. También en el sexenio “del bienestar para la familia”, cuando Zedillo, transgrediendo a su lema de campaña metió al bote a Raúl, el operador de la familia Salinas de Gortari. En un entorno en el que la corrupción transitaba (y aún transita) imperturbable en los pasillos del poder, en tiempos de López Portillo toda la nación escuchó aquello que en su apesadumbrada situación, ya camino a la cárcel, Alfredo Ríos Camarena exclamaba: Si se encierra a todos los corruptos ¿Quién cerrará la puerta del estadio azteca?
En México, ante la ley todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario. Sin embargo, hay políticos a los que el índice de vox populi los incrimina y los persigue a todas partes. En Veracruz sería ocioso repetir los nombres de los así señalados, pero nada sería tan saludable como realizar un ejercicio de consulta ciudadana respecto de qué nombres se sugerirían para obtener la distinción del más corrupto.
Pero hablábamos de política electoral y del proceso electoral que viene, al que vislumbramos diferente de los que hemos sido testigos en pasados años. Los sibilinos procedimientos de nuestra cultura política por su periodicidad casi consuetudinaria se develan automáticamente; como en el ajedrez, la siguiente jugada es una reacción a la anterior.
En un spot de moda, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, Humberto Morerira, hace un breve recuento de lo logrado por los gobiernos priístas durante el siglo XX mexicano. Después, como deslindándose subliminalmente de quienes hicieron posible los logros mencionados, hace referencia a que la militancia de ahora (él entre ellos, por supuesto) forma “una generación diferente”. Esa es una afirmación simplemente vergonzante, porque en todo caso habría que comprobar si son diferentes y, de ser así, ¿serán mejores?
Pronto sabremos lo que resulte de la acusación que en contra del dirigente nacional priísta ha presentado el senador panista Federico Doring ante la Procuraduría General de la República. ¿Será otra distracción informativa o quemará píes de barro? Para que adivinar lo que pronto conoceremos.
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