Por: José Miguel Cobián
Curiosa reflexión. Tres grandes
amortiguadores sociales ha tenido México para evitar que el mal desempeño
económico de los últimos gobiernos impacte en un problema social más grave de
los que actualmente vivimos, sin embargo, también ha sido parte de la
generación de la violencia que hoy se vive.
Si se quiere buscar culpables, además de la apatía e irresponsabilidad
del pueblo de México que no le cobra las facturas del mal desempeño a sus
políticos, particularmente presidente de la República, diputados (locales y
federales), senadores y gobernadores, también hay que hacer responsables a los
políticos, principalmente a los partidos, que tienen secuestrados los cambios
legales que pueden hacer despegar este país, siempre con mezquinos fines
partidistas que se han convertido en un freno para el desarrollo de todos los
mexicanos.
Cuando una economía como la
mexicana no crece, pero la población sigue creciendo de manera acelerada. Los
jóvenes que se integran a un mercado laboral que no ofrece suficientes plazas
se convierten en un problema político y social de dimensiones inimaginables, y
estas situaciones llevan generalmente a cambios violentos o pacíficos en las
estructuras de gobierno de un país.
En México no ha sucedido así,
porque hemos canalizado ese excedente de fuerza laboral en tres direcciones,
todas ellas dolorosas para los mexicanos, pero que han servido gracias a
nuestro ingenio natural, para amortiguar los problemas económicos generados por
la falta de crecimiento y empleo.
Hay más de doce millones de
mexicanos viviendo en Estados Unidos, más del 10% de la población ha tenido que
emigrar –la mayoría de manera ilegal-, buscando un mejor nivel de vida, o
cuando menos un empleo, aunque sea explotado y mal remunerado. Eso por sí sólo
representa ya una vergüenza para la clase política nacional. Sobre todo, cuando más de la mitad de esos
doce millones han emigrado del año 2000 a la fecha, demostrando que los
gobiernos del cambio, han sido igual o peor administradores que los anteriores.
El segundo amortiguador
económico y social es el comercio informal. Tanto el ambulantaje como los
tianguis y los vendedores de puerta en puerta, han venido a convertirse en una
opción que mantiene a veinticinco millones de mexicanos. Alrededor del 20% de la población nacional
depende de actividades comerciales ilegales o cuando menos inseguras. Este es
el origen de la tolerancia hacia el comercio informal de parte de nuestras
autoridades, aunque se dedique a actividades como distribución de artículos
robados, piratería, venta de artículos falsificados, venta de fayuca y sobre
todo sin pagar los impuestos correspondientes, etc. Es mejor tener a esa población ocupada y con
un ingreso mínimo de subsistencia, que tenerlos en las calles protestando por
la falla en las políticas económicas.
Curiosamente el grave problema
de violencia que existe en el país, también es un amortiguador económico.
Jóvenes sin ninguna esperanza en el futuro son contratados por los cárteles del
crimen organizado, quienes les ofrecen un ingreso muy superior al que podrían
aspirar ante la deprimida economía nacional, y por eso, resulta tan fácil para
estos grupos criminales obtener reclutas a lo largo y ancho del país. Sin embargo, este tercer amortiguador
económico, se ha convertido en la serpiente que muerde su propia cola, pues por una parte resuelve parte del
problema económico de falta de empleo, generado por gobiernos ineficientes e
incompetentes, pero por otro lado, genera un problema económico ante la enorme
cantidad de recursos que deben aplicarse para buscar controlar al crimen
organizado.
En sociedades como la
norteamericana, las redes del crimen organizado están ubicadas a lo largo y
ancho de la sociedad, pero los niveles de violencia son extremadamente menores
a los que vemos en México, porque allá el estímulo y la competencia para ocupar
un puesto dentro de las bandas criminales es mucho menor que en México, porque
existen otras posibilidades de ganarse la vida, que aunque con menor
expectativa de utilidad a largo plazo, ofrecen mayor seguridad, y esto
equilibra el mercado y reduce la demanda de puestos en el mercado criminal.
En México gobiernos chambones,
han propiciado también una impunidad del 98%, lo cual coadyuva conjuntamente
con la falta de rendición de cuentas y una población apática que no reclama a
los gobernantes su mala administración, a convertir a este país en el paraíso
de la anarquía ante la absoluta ausencia de respeto a las leyes.
@jmcmex