Jorge Carrillo Olea
Entre las cosas que no se precisaron
durante la campaña y el interregno, una fue lo que se haría con auténtico
denuedo, más allá de la letra, para abatir corrupción e impunidad, esas máculas
sociales. Respecto de la corrupción se anunció con gran ruido la creación de
una Comisión Nacional Anticorrupción, que naturalmente alguna atención convocó,
pero pronto el proyecto empezó a desmoronarse. Sobre la impunidad nada se ha
dicho que no sea referido a mejorar a la procuración de justicia en lo
particular ante los crímenes comunes. Nada comprometedor se ha dicho sobre la
impunidad que nos inunda.
La corrupción es la mujer del
autoritarismo, con ella se ayunta y juntos han procreado la impunidad, así les
conviene. La cleptocracia reinante son los poderosos ascendidos sin méritos
éticos. Creen que su tarea es acumular poder político, económico, criminal o
religioso para con él institucionalizar la corrupción y el clientelismo
político que los sostiene. No hay casos de autócratas impolutos que no se hayan
valido de la corrupción para cooptar. México está enladronado, se ha dicho
siempre. Podríamos montar una industria de exportación. Somos el país número
105 en orden descendente más corrupto del mundo, por abajo aun de Nicaragua, El
Salvador, Uruguay o Dominicana, sólo en América, según el índice de
Transparencia Internacional en su informe 2012.
Como pasa el tiempo y nada pasa, la
opinión pública empieza a preguntarse: ¿para qué serviría la tal comisión que
no pudieran hacer las instituciones ya presentes, la Auditoría Superior de la
Federación, la Secretaría de la Función Pública y la Procuraduría General de la
República? Para más, desaparecer a la Secretaría de la Función Pública implicó
que se esfumara una tarea esencial: el diseño de normatividad, su difusión, implantación
y supervisión. Entonces, ¿por qué no perfeccionar lo existente en vez de
inventar y duplicar? Ojalá no fueran golpes mediáticos y, por ende,
demagógicos.
Y sobre la impunidad con toda legitimidad
podría decirse que la tarea se acumula. Las antiguas corrupciones, algunas
toleradas y alentadas por el propio Enrique Peña, quien retorciendo a su
procuraduría y a su congreso salvó a su tío Arturo Montiel y a su amigo
Humberto Moreira, pero también a Ulises Ruiz y Mario Marín y muchísimos más. A
esa lista, como nuevos indiciados públicamente están Genaro García Luna; Juan
Sabines, ex gobernador de Chiapas; Emilio González, de Jalisco; Andrés Granier,
de Tabasco, y más de ellos y de decenas de presidentes municipales. ¿Por qué
será esta pasividad del Presidente? Y atendiendo la vieja regla consecuente: a
falta de información, toda especulación vale.
En la estropeada escena de presentación de
declaraciones patrimoniales se cometieron pifias. Una que no se ha discutido es
la omisión. Muchos de los miembros del gabinete proceden de provincia (Quintana
Roo, estado de México, Hidalgo, Coahuila), donde se conocen sus enormes
fortunas. Chuayffet, el secretario de Educación de nuestros niños, ya fue
exhibido en este diario comprando bienes muebles e inmuebles de lujo días antes
de su nombramiento. Recordar que un antecesor suyo Fausto Alzati por mentir en
semejantes circunstancias tuvo que dejar ese mimo cargo a los 50 días de
asumido. ¿Acto de dignidad propia o de Zedillo?
Entonces, sin prejuzgar sobre la
legitimidad de esas fortunas, para qué pretender esconderlas. Quisieron pasar
por cuasi pobretones y en casa les esperan enormes fortunas. ¿Para qué mentir
ocultando?, ¿Es eso honestidad? Sólo Enrique Peña tiene la palabra o el
silencio finales.
Mientras los hipermillonarios brotan por
todas partes. ¡Ya no se obsesionen con Slim! Hay centenas de ellos y muchos
salieron del gobierno de Fox y de Calderón. El mismo Fox que no libra el menor
examen en ningún sentido, fue protegido de Calderón y hasta la fecha… ¿Y la fábrica
de millonarios del mismo Calderón? ¡Nada, aquí parece que no pasa nada!
México no será una democracia, no ganará
su propio respeto, ni el de los países de los que lo desea, no tendrá un
sendero franco de progreso, si no abate sustancialmente corrupción e impunidad.
"Cuando el delito prolifera, nadie quiere
verlo."
Bertolt Brecht