junio
2, 2016 - 3:35 pm
Hay un chiste negro que cuentan los
habitantes de Veracruz sobre el nombre de ese estado en el Golfo de México: se
escribe con “z” porque el destino dictó que sería dominado por un grupo con esa
letra.
Esa broma se repite en la capital —
Xalapa-Enríquez, el nombre oficial —, en ciudades importantes como Orizaba,
Coatzacoalcos, Ciudad Mendoza, Zongolica, Aculztingo, y en los lugares que
tengan una zeta en su nombre, porque en algún momento la leyenda se hizo
realidad: entre 2005 y 2013, el cártel de Los Zetas se convirtió en el gobierno
de facto en grandes porciones del estado.
Por Óscar Balderas y Nathaniel Janowitz
Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo/VICE News).-
Afuera de nuestra habitación, hay un jefe de sicarios de Los Zetas.
Los que viven en la zona centro de Veracruz saben quién es
este tipo o han escuchado de él, y si está del otro lado de tu puerta, significa
que en algún lugar, muy cercano a él, hay un comando de jóvenes sicarios que
trabajan bajo su mando.
Él nos observó a lo lejos, desde la calle, y avanzó detrás
de nosotros, manteniendo una distancia de unos 15 metros para disimular que no
seguía nuestros pasos. Vio que entramos al lobby del hotel, al elevador, al
pasillo en el primer piso, al cuarto y fue detrás de nosotros. A punto de
entrar a la habitación, hizo una pausa, sacó un teléfono móvil de su pantalón y
escribió a alguien — ¿a su superior en el cártel? ¿a los sicarios que trabajan
con él? — para después abrir la puerta y cerrarla.
Ahora está adentro. Pone el seguro y con su cuerpo bloquea la entrada del
pequeño cuarto de hotel barato que se renta por menos de 28 dólares al día: dos
camas individuales, una silla, una televisión empotrada en la pared, un baño
viejo y unas pesadas cortinas que él cierra para impedir que seamos vistos
desde la calle.
‘Anteriormente fui policía ministerial y comandante
municipal… [y luego] ‘me llegaron al precio’.
Ocho meses después de búsquedas, preguntas y seguir
pistas, estamos frente a un mando de “la letra” activo y en su reino de
violencia. Él hará una pausa en su vida asesina para responder sobre la
organización criminal a la que pertenece, los cárteles rivales y el rol que
juega el gobierno de Veracruz en una trama de política y crimen.
Especialmente, está aquí para responder una duda, ¿están
realmente Los Zetas perdiendo presencia en su zona de mayor de influencia en
México?
— Muy bien, señores, estoy listo — dice con una voz
cavernosa — ¿Qué quieren saber?
Todo en él transmite dureza: su apretón de manos es como
atenazar una corteza reseca y su mirada parece cargar con las decenas de
muertos que tiene atorados en el alma. Incluso, sentado en la única silla de la
vieja habitación, tiene una presencia intimidante. El apodo que elige no es en
vano: “El Sangres”.
— ¿Cómo inició usted?, ¿cómo fue que entró a la
organización?
— Fue un momento de mi vida de desesperación, aunado a lo
que yo sé, a lo que yo me dediqué: anteriormente fui policía ministerial y
comandante municipal. Al ver tantas injusticias, yo renuncié a mi cargo. Me
hicieron unos achaques en los que yo no tuve nada que ver y no encontraba
trabajo. Dijeran por ahí que ‘me llegaron al precio’ y así fue como inicié.
— Usted primero fue policía y después esto, ¿mezcló ambas
actividades?
— Para nada.
— ¿En qué año es que ingresa a la organización?
— En la organización llevo ya cinco años.
— ¿Cuáles son las funciones que usted lleva a cabo?
— (Jefe de) Sicarios. Nada más.
— ¿En qué zona?
— Zona centro. Llámese Veracruz, Córdoba, Orizaba,
Mendoza… a donde me manden.
— ¿Cuánto gana aproximadamente?
— Dependiendo del trabajo que vaya yo a realizar es lo que
me pagan. Oscila entre unos 20 y 25.000 pesos [entre 1.000 y 1.350 dólares].
— ¿Cómo conciben ustedes al cártel?
— Ellos son una familia, mi familia es el grupo que yo
manejo. Puros sicarios. Yo no me dedico a extorsionar a la gente. A mi me dicen
‘ve a tal lugar, está fulano de tal, te lo llevas y no lo quiero volver a ver’
(…) Yo sólo voy a mi trabajo. Yo (a ustedes) no les voy a robar lo que traigan
en la cartera, no les voy a quitar un teléfono, yo no les voy a quitar un
reloj. A mi me dicen ‘llévenselos’ y se acabó.
EL ‘DEZTINO’ DE VERACRUZ
Hay un chiste negro que cuentan los habitantes de Veracruz
sobre el nombre de ese estado en el Golfo de México: se escribe con “z” porque
el destino dictó que sería dominado por un grupo con esa letra.
Esa broma se repite en la capital — Xalapa-Enríquez, el
nombre oficial —, en ciudades importantes como Orizaba, Coatzacoalcos, Ciudad
Mendoza, Zongolica, Aculztingo, y en los lugares que tengan una zeta en su
nombre, porque en algún momento la leyenda se hizo realidad: entre 2005 y 2013,
el cártel de Los Zetas se convirtió en el gobierno de facto en grandes
porciones del estado.
La historia de los Zetas no es una verdad oficial, sino
retazos de versiones de gobierno e investigaciones periodísticas: entre 1997 y
1999, el Cártel del Golfo, la organización criminal vigente más antigua en
México, reclutó a militares de élite desertores del gobierno para convertirlos
en su guardia armada. Los llamó Los Zetas y con el tiempo, tuvieron tanto poder
que se independizaron de sus jefes y les disputaron el estado donde nacieron —
Tamaulipas, que comparte frontera con Texas, Estados Unidos — y sus
alrededores. Para 2005, “la letra” ya había invadido Veracruz, en los tiempos
del gobernador Fidel Herrera, militante del Partido Revolucionario
Institucional y hoy cónsul de México en Barcelona, España.
Para 2010, ya eran un poder de facto que infundía horror
por sus sádicas ejecuciones, que en aquel año elevaron los homicidios a uno
cada seis horas: colgar cuerpos en puentes peatonales, abandonar cabezas frente
a escuelas, desmembrar mujeres, grabar sus asesinatos en video y publicarlos en
línea, disolver cadáveres en ácido, secuestrar gente para luego sembrar sus
cuerpos en alguna de las 144 fosas clandestinas hasta ahora reconocidas
oficialmente, eran sus marcas.
En Veracruz, el crimen organizado está tan presente en la
vida pública que en tres días habrá elecciones para renovar gobernador y dos de
los tres candidatos punteros — los primos hermanos Miguel Ángel Yunes (PAN-PRD)
y el oficialista Héctor Yunes (PRI)— se han cruzado acusaciones de lavar dinero
para Los Zetas. En medio de esa guerra electoral, el expresidente mexicano
Felipe Calderón afirmó que el PRI, partido en el que milita el actual
gobernador Javier Duarte, entregó el estado a los cárteles de la droga.
Ese poder e impunidad con la que actuaban Los Zetas dio
origen a casos como el de Fernanda Rubí, ocurrido un año después de que “El
Sangres” debutó en el mundo criminal.
‘LOS ZETAS SE LA LLEVARON POR
BONITA’
A Fernanda Rubí Salcedo, dicen los investigadores del
gobierno, se la llevaron Los Zetas por ser bonita.
La noche del 7 de septiembre de 2012, ella y varios amigos
fueron a bailar al Bulldog, un bar de moda en el municipio de Orizaba, una
importante ciudad al centro de Veracruz que en los últimos dos años se había
convertido en fortaleza del cártel.
Cerca de la medianoche, cuatro hombres armados entraron al
bar y se dirigieron directamente hasta Rubí, una joven de 21 años de rasgos
finos y figura espigada. Adentro del lugar había un centenar de clientes y
afuera había seguridad privada, según recuerdan los testigos, pero nada impidió
que el comando se llevara a la aspirante a chef con jalones de cabello desde la
pista de baile hasta una camioneta que se perdió en la noche. Tampoco sirvió
que el Bulldog estuviera a 50 metros de la comandancia de la policía municipal
y a menos de medio kilómetro de una base de la policía estatal.
— Que a un narco le había gustado mi hija y por eso se la
llevaron, eso me dijeron — se queja Araceli Salcedo, con un gesto amargo que no
se le quita desde hace cuatro años y que se endurece aún más cuando recuerda
que el gobierno le quería cobrar 990 pesos por cada manta que quisiera exhibir
en la vía pública con el rostro de su hija bajo la leyenda “Desaparecida”.
Ella aún no sabe el paradero de su hija Rubí y el caso
parecía olvidarse bajo la pila de 680 desapariciones en el estado, según el
Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, pero su
figura tomó dimensiones nacionales el 22 de octubre pasado, cuando un diario
local la grabó reclamando a gritos la “ineptitud” del gobernador Javier Duarte,
exempleado de su antecesor Fidel Herrera.
“¡No se vale, usted viene con su familia! ¿y la mía dónde
está?”, le espetó Araceli, de frente, tratando de que el gobernador se
detuviera a atenderla. Duarte siguió caminando, tratando de ignorarla y
sonriendo ante el cartel con la foto de Rubí. “¡Y no se burle! ¡Quite su
sonrisa! ¡El fiscal es lo mismo que ustedes: pura corrupción!”
— El gobierno tuvo muchas pruebas en sus manos para
resolver el caso de mi hija. Yo me metí a investigar muy hondo y les di
direcciones, nombres, pistas. Y no actuaron ¿por qué? Porque ellos conocen a
Los Zetas. Ellos saben con quiénes están involucrados y no le pueden pegar a
esa gente. Son los mismos.
‘EL GOBIERNO METIÓ AL CÁRTEL’
Cuando alguien piensa en un jefe de sicarios de Los Zetas,
llegan a la mente estereotipos que poco tienen que ver con “El Sangres”. Él es
un tipo de apariencia “normal” y por ello, tal vez sus víctimas nunca
sospecharon que él iba a ejecutarlos… hasta que lo tuvieron encima.
Ha pedido que no se le describa físicamente, pero sí es
posible decir que es un adulto, una rareza en el mundo de los cárteles de la
droga, pues sus contemporáneos están muertos o encarcelados. Tampoco es posible
revelar el lugar exacto del encuentro ni su verdadero alias. Para esta
entrevista, él creó su propio apodo que, piensa, representa su carrera
criminal.
VICE News corroboró con tres fuentes confiables que él es quien dice
ser: un expolicía durante el gobierno de Fidel Herrera, zeta activo y el líder
de unos diez jóvenes sicarios que asesinan por dinero, por diversión y por
venganza.
— ¿Cuál es el orgullo por pertenecer a los Zetas?
— El sicario nunca debe andar sucio, nunca debe
demostrarlo, debes actuar como eres. Tú me revisas mi cuerpo y yo no tengo
tatuajes, no tengo nada. Yo no puedo andar en la calle, ¿cómo te diré?,
expresando lo que soy. ¿Ando nervioso? Sí, ando nervioso. Y siempre me verás
solo, pero en contacto con mis ‘angelitos’, que es el grupo que yo tengo.
— ¿El grupo es grande?
— No. Es pequeño. El grupo que yo manejo es de 10 personas
nada más.
— ¿Y usted es el líder?
— Yo lo manejo, pero yo pertenezco a la organización. A la
grande.
“El Sangres” suelta respuestas cortas, porque el encuentro
debe durar menos de una hora. Su explicación es que su “trabajo” le obliga a
cambiar de ubicación cada 60 minutos. Vive con la paranoia latente de que si se
queda quieto, un comando llegará a “levantarlo” o a rafaguearlo con la misma
frialdad que él ha mostrado con sus víctimas.
Su nerviosismo es evidente. En la esquina de la habitación
está sentado en la misma postura que un condenado a muerte en la silla
eléctrica: un pie alineado a cada pata y las manos agarran con fuerza los
brazos de la silla. Sus yemas están blancas de tanta tensión y mira
constantemente la puerta. Aunque no ha pasado la media hora acordada, cada
minuto parece más inquieto, así que la conversación debe alejarse de su persona
y centrarse en el cártel, su presunta pérdida de fuerza y sus nexos con el
gobierno.
Seguramente “El Sangres” recuerda un video aún disponible
en internet, solemne, de pobre calidad, pero cargado de violencia: un comando
armado declaró la “guerra” a Los Zetas en un mensaje transmitido en Youtube en
julio de 2011.
“Le hacemos saber por este conducto, a todo el estado de
Veracruz, que ya estamos aquí. Y a toda la República Mexicana, que somos el
grupo Matazetas del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG)… Hacerles saber
que esta lucha en contra del grupo de secuestradores que se hace llamar Los
Zetas ha sido a raíz del daño que le han hecho a muchos de nuestros
colaboradores, amigos y familiares y al pueblo entero del estado de Veracruz
(…) Aquí ya no es novedad que la policía municipal y estatal trabajan para Los
Zetas (…) Asimismo, decirles que no teman, que el que les permitió asentarse en
este estado, ya cumplió su tiempo como gobernador el señor Fidel Herrera
Beltrán alias ‘Z1’. Todos en la República entera sabemos que él los apoyó para
cometer todos los secuestros, extorsiones y demás ilícitos”.
Cuatro años más tarde, a finales de 2015, la
Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés)
publicó un mapa con la nueva distribución de los cárteles en México y ponía al
CJNG como los dueños del centro de Veracruz y con una metástasis tan rápida y
amplia que es probable que desplacen a Los Zetas de todo el estado.
— Hay una narrativa de gobierno federal que dice que su
organización está minada y que han ido perdiendo fuerza porque han ido
surgiendo más grupos con un mayor fortalecimiento en la zona, ¿ustedes han ido
perdiendo fuerza en Veracruz o la han ido afianzando?
— Se ha perdido…
— ¿En qué zonas han perdido presencia?
— Muy fuerte en Boca del Río, Córdoba, Orizaba, se perdió
presencia.
— ¿Ante el grupo del Cártel Jalisco Nueva Generación?
— Al grupo contrario, a la contra, se ha perdido presencia
¿por qué? Porque desgraciadamente la organización de la letra está contratando
gente inexperta, puro chiquillo que son los que mandan al frente, a los
enfrentamientos y no están capacitadas esas personas. Yo te puedo decir que
aquí, antes, cuando ingresaba en esto, te mandaban al campo a entrenar, a
tirar, yo entrenaba a los chamacos, pero ahorita nada más llegan, les dicen
‘súbete y vámonos’. No hay una capacitación. Si tu ahorita vieras a algunos de
los chavos, de 15 a 20 años no pasan. Somos muy pocos los que tenemos una edad
madura y conocimiento de a lo que nos dedicamos.
— ¿Cuáles han sido las consecuencias para el grupo de
tener gente poco experimentada?
— Estar perdiendo terreno, presencia, respeto, todo.
Otro informe de la DEA, pone al CJNG y a sus socios Los
Cuinis como los narcotraficantes más ricos del mundo, por encima del legendario
Cártel de Sinaloa y su ahora detenido líder Joaquín El Chapo Guzmán. El estudio
ubica a Veracruz con color rojo, como clave para la superioridad económica:
gracias a ese estado, el CJNG puede traficar cocaína y metanfetamina hacia
Europa, Canadá y Asia.
— ¿Qué problemas están pasando con los otros grupos? ¿hay
broncas entre “las letras” o con otros grupos?
— Ahorita el problema es con los grupos, que se están
llegando a empoderar o están teniendo más presencia. Los enfrentamientos que se
han dado (son por eso).
— ¿Qué otros grupos específicamente?
— Están surgiendo de dos a tres grupos diarios, ¿cómo los
ubicamos? Porque muchos de nuestros compañeros se fueron a otros grupos y ellos
mismos nos han dicho que ‘ya llegó fulano, ya llegó sutano’.
— Esos grupos ¿están apoyados por el gobierno?
— Así es. Te digo que yo no puedo hablarte de eso porque
esos grupos los está manejando el gobierno. Una parte es el gobierno del estado
y otra parte es el gobierno federal.
— ¿Es una estrategia…
— Así es…
— … del gobierno para acabar con ustedes?
— Ha habido enfrentamientos para rompernos la madre a
nosotros, pero ahí viene disfrazada la Marina, Policía Federal, Mando Único.
Vienen mezclados con los grupos (criminales). Prácticamente estamos peleando
contra fuerzas federales.
— ¿Qué piensa de México, de su país?
— Pienso que por los políticos estamos como estamos. Aquí
en Veracruz, nosotros no estábamos. Entramos porque nos lo permitió el gobierno
de (el exgobernador del PRI) Fidel Herrera y eso sí te lo garantizo.
— ¿Cómo fue eso?
— Nosotros estábamos en otro estado (Tamaulipas), aquí
había respeto, no podíamos entrar. No había nada acá. Pero Fidel Herrera tenía
problemas, mandó a traer al patrón y el Señor mandó a los primeros grupos acá.
Pero después empezaron a venir todos. Llegó otro Señor — nuestros jefes — y
empezó el secuestro, el homicidio, la extorsión. Fue cuando Fidel ya no pudo
con nosotros. A Fidel se le salió de control, ya no pudo, por eso fue que nos
asentamos totalmente acá, pero ahorita los grupos que están entrando los está
permitiendo el gobierno federal.
— ¿Y la relación con el actual gobernador, Javier Duarte,
cómo es?
— Está totalmente rota. Es un títere.
— Está la versión de que no hay una buena relación con el
actual gobernador, porque él está permitiendo la entrada de nuevos grupos…
— Así es…
— ¿Para él hacer un nuevo pacto?
— Así es. Él quiere desaparecer a la letra, pero esto
nunca se acaba. Matan a uno de nosotros y surgen tres, cuatro.
— ¿El gobernador Javier Duarte está apoyando al CJNG?
— Por supuesto.
— ¿Usted cree que en algún momento Veracruz pueda vivir
sin cárteles?
—Sí… sí, se puede. Siempre y cuando, el gobierno del
estado autorizara bien que nos rompieran la madre. Hay capacidad en la policía,
pero como hay contratos y convenios, no hay nada. La policía no se mete en
enfrentamientos. La policía no se va a meter si yo ahorita salgo y te balaceo.
La respuesta flota en la habitación: “la policía no se va
a meter, si yo ahorita salgo y te balaceo”
YA LLEGÓ EL ‘CÁRTEL JALISCO’
Si la historia de Rubí es ejemplo de la vida bajo el
poderío de Los Zetas y mandos con el estilo de “El Sangres”, la de la familia
Quevedo Orozco es ejemplo de la vida bajo el nuevo poder: el CJNG. Diferentes
nomenclaturas, tragedias similares.
La mañana del sábado 15 de marzo de 2014, Gerson Quevedo,
de 19 años, fue secuestrado a la salida de una tienda de conveniencia en
Medellín de Bravo, Veracruz. Horas más tarde, sus captores habían fijado un
precio por su vida: 80.000 pesos [4.300 dólares] a cambio de la liberación del
estudiante de arquitectura. Esa misma tarde, la familia entregó el dinero, según
las condiciones exigidas por los plagiarios, pero la llamada que avisaría a la
familia dónde reencontrarse con su primogénito no llegaba.
Cada minuto, aumentaba la desesperación y, con ella, la
posibilidad de que Gerson no fuera liberado. En casa, aguardaban papá, mamá,
hermana, cuñado, hermano menor y la novia de Gerson, hasta que un supuesto
amigo de la familia les dijo que no esperaran más: él sabía donde estaba
retenido.
Temerosos de que los secuestradores tuvieran nexos con la
policía, el hermano menor de Gerson, Alan, de 15 años, — portero del equipo
sub-17 de los Tiburones Rojos de Veracruz — y el cuñado de Gerson, Miguel, de
25, — taekwondoísta — condujeron, sin avisar a las autoridades, hasta una
dirección en el mismo municipio Medellín de Bravo. Iban a rescatar a su
familiar, pero apenas se acercaron a la fachada de la casa de seguridad, fueron
interceptados y rafagueados.
Alan y Miguel fallecieron al instante. Gerson aún está
desaparecido. Y la familia huyó de Veracruz a tratar de recomponer lo que les
queda de vida, porque tienen la certeza de que los secuestradores son parte del
CJNG y están protegidos por las autoridades.
— La célula que se lleva a mi hijo y asesinó a mi otro
hijo eran de Los Zetas y ahora son Cártel Jalisco (Nueva Generación). El jefe
de la plaza en ese entonces era “don Beto”. El gobierno tiene todos los datos,
desde el segundo día, pero como trabajan para ellos, no hacen nada — cuenta
Marisela Orozco, mamá de Gerson y Alan.
Ya hay un presunto responsable en la cárcel y, según los
dichos del acusado, el grupo criminal tiene en la nómina a autoridades
municipales y estatales.
— Es casi imposible buscar. Ya llevamos dos años y, pese a
todo lo que este muchacho habló, no se ha logrado casi nada. No sólo
desaparecen a nuestros familiares, también desaparecen evidencia, ¿cómo le
haces con tanta corrupción? Es nadar a contracorriente — reclama y su voz se
quiebra — ¿Qué hacemos? Pinche gobierno, es el que nos está acabando.
VIVIR COMO UN FANTASMA
— ¿Cómo ha tenido que cambiar su vida para adecuarse a lo
que hace?
— Tu vida no cambia, tu vida empeora en todos los
aspectos. En lo sentimental, en lo rudo, en todo. Tu vida no cambia, al
contrario, se va empeorando cada vez más (…) No duermes tranquilo. Con un
presentimiento tienes que andar de un lado para otro, moviéndote, ¿por qué?
Porque la misma organización también te quiere dar para abajo.
— Parece que usted trabaja entre dos fuegos: entre la
autoridad y sus compañeros.
— Así es, tengo compañeros y excompañeros de mi trabajo y
tengo los que se dicen ser compañeros del actual trabajo, pero ahí no hay
amigos, hay compañeros. Ahí sí simplemente se hace el trabajo y cada quien por
su rumbo. Se dice que somos una familia, pero eso es mentira. Por acá se
termina el trabajo y cada quien agarra su rumbo. Esa es mi manera de trabajar.
— ¿Cómo compensan perder terreno? Eso impacta
económicamente al grupo, ¿cómo se nivelan?
— No se puede nivelar. Ahorita como estamos nosotros,
muchos han desertado, se tienen que ir ¿a dónde? A la contra o a otro lado.
— ¿Es posible desertar?
— Estarás tranquilo uno o dos meses, pero después te
ubican y para abajo. Siempre que estás metido en esto o a lo que ya me dediqué.
— ¿Usted está bien con la idea de que en cualquier momento
lo van a matar?
— Sí…
— ¿Cómo es su ritmo de vida?
— No aspiro a nada. Mi ritmo de vida es andar huyendo, un
momento estás acá, mañana estás allá, hoy duermes en un hotel, mañana duermes
en otro lugar, te olvidas de tu familia. La familia para mi ya no existe, estoy
solo, a pesar de que sé que la tengo, pero no… ellos ya son…. Ni ellos saben de
mi, yo sí sé de ellos, pero no…
— ¿Ellos saben a qué se dedica usted?
— Mi exmujer sí, mis hijos no.
“El Sangres”, por un breve instante, se quiebra. Algo en
la dura coraza de su apariencia se requebraja, pero se recompone en segundos.
— ¿Qué piensan ustedes de lo que la gente piensa de
ustedes?
— La gente piensa mal de uno. Para la gente somos lo peor,
para la sociedad somos de lo peor ¿estamos de acuerdo? Pero no es así. Yo, a
los que me he despachado, me los he despachado por algo ¿por qué? Porque la
debían, porque se metieron. Yo no he matado gente inocente, ¿qué lo he hecho en
caliente y en frío? Sí, cómo va. Pero la gente no lo entiende, que esa gente
que está haciendo daño son los que han provocado que el estado esté así.
— ¿Cuál es su opinión de las autodefensas?
— Esto viene siendo porque a la organización que yo
pertenezco se divide y unas personas, unos mugrosos, suben a la sierra a
extorsionar a la gente. Por eso la gente de la sierra se está defendiendo y qué
bueno, qué bueno que lo hagan, pero también qué malo ¿por qué? Porque el día
que subamos nosotros, pobre gente, no va a tener la capacidad para defenderse.
— ¿Usted vota en elecciones, se asume como ciudadano
mexicano?
— No. Yo no tengo identificación. Yo ya no figuro en
ningún lado. Mis expedientes cuando estaba en el gobierno los saqué. Nada…
— Como un fantasma…
— Así es. Puedes buscar mis datos donde quieras, no los
van encontrar. Pero si yo te busco, sí te encuentro.
En los próximos días, la nota roja Veracruz saldrá de los
diarios locales para llegar a los periódicos nacionales con dos historias: en
Xalapa-Enríquez, cinco personas fueron ejecutadas en un bar y en Amatlán de los
Reyes se hallaron cinco cuerpos desmembrados de presuntos integrantes de Los
Zetas con un narcomensaje que decía “La limpia CJNG, ya estamos aquí (…) X
(por) un Veracruz limpio. Esto me pasó por venir a meterme a Veracruz donde
limpian con todo a los mugres Z”.
Ese mensaje lo pudo leer todo el país, porque, por alguna
razón, la Fiscalía de Veracruz eligió transcribir el mensaje de la narcomanta y
enviar el contenido a través de un comunicado oficial. Queriéndolo, o no, el
gobierno de Veracruz sirvió como altavoz de las palabras del CJNG.
‘Aquí en Veracruz, nosotros no estábamos. Entramos porque
nos lo permitió el gobierno de Fidel Herrera y eso sí te lo garantizo’.
La vibración del teléfono sobre el piso de la habitación avisa que los treinta minutos se han acabado. El pacto que hicimos obliga a parar la conversación.
La vibración del teléfono sobre el piso de la habitación avisa que los treinta minutos se han acabado. El pacto que hicimos obliga a parar la conversación.
En unos minutos, el zeta se despedirá. Sonreirá, o eso
creeremos, y pedirá — ordenará — que salgamos nosotros primero y lo dejemos
dentro de la habitación. Él esperará un momento y abandonará la habitación
hacia un rumbo desconocido. A partir de entonces, la comunicación se cortará.
Antes de que eso suceda, queremos un último registro del encuentro.
“¿Podemos tomarle una fotografía, aunque sea de
espaldas?”, preguntamos y él se niega. “No quiero nada de eso”. Asentimos,
sabiendo que hay un plan B: una máscara de plástico blanca, que le cubriría sus
facciones y sólo le dejaría mostrar sus ojos.
“Bueno… pero también tápenme el cabello”, accede y se
voltea para ajustarse la liga de la máscara al cabello. Cuando levanta sus
brazos, se asoma la cacha de su pistola. Todo el tiempo estuvo armado. Se
asomará una segunda vez cuando vuelva a elevar sus brazos para colocarse sobre
la cabeza una sábana blanca que le oculte el cabello.
Se coloca frente a una pared blanca e improvisa un gesto
que nadie le pidió: sube la mano, encoge el meñique, anular y dedo medio,
extiende el índice y yergue su pulgar.
Mejor explicado: un jefe de sicarios de Los Zetas en
Veracruz, vestido como fantasma, armado de verdad, en una habitación de hotel
cerrada con llave, nos apunta con su mano convertida en pistola, luego de
contar cómo son los pactos entre su cártel, el gobierno y sus rivales.
Clic.