Raymundo Riva Palacio
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Cómo cayó
Duarte (I)
Veracruz, 01 de noviembre de 2016.-Lo que le sucedió a Javier Duarte es
una hecatombe para él, quien aún después de solicitar licencia como gobernador
de Veracruz, pensaba que el presidente Enrique Peña Nieto lo protegía. La
cronología de los meses de la crisis de Duarte es un caso de estudio impecable
de la forma como el presidente Enrique Peña Nieto ha gobernado.
Revela su decisión original de respaldar a Duarte, que migró a buscar la
entrega pacífica de la gubernatura a Miguel Ángel Yunes y que chivos
expiatorios pagaran por la corrupción, a buscar respaldo en la Conago para las
acciones legales contra el mandatario, para que finalmente, mediante engaños,
lo empujaran a solicitar licencia y perseguirlo. En poco más de un año, la ruta
crítica de la caída de Duarte, por cuanto a la toma de decisiones, fue
esquizofrénica.
Desde otoño del año pasado el entonces secretario de Hacienda, Luis
Videgaray, tenía la información sobre el hoyo financiero en Veracruz. Uno de
sus colaboradores lo parafraseaba: “Los estados no quiebran, pero Veracruz es
la excepción; está quebrado”. El secretario había expuesto en Los Pinos que
había evidencias de que Duarte había desviado recursos públicos. En esa misma
línea, el exlíder del PRI, Manlio Fabio Beltrones, pidió al presidente varias
veces que le ofreciera un cargo en el gobierno para sacarlo de Veracruz. Peña
Nieto no escuchó a Videgaray y rechazó las peticiones de Beltrones, quien decía
que su permanencia provocaría la derrota del PRI en las elecciones para
gobernador el 5 de junio.
Peña Nieto, de acuerdo con la reconstrucción cronológica de la caída de
Duarte, rechazó hacerlo, pero al mismo tiempo, no lo recibía. Públicamente,
Duarte se mostraba seguro y confiado. Sobrado, inclusive, donde difícilmente
permitía que sus interlocutores terminaran sus diagnósticos sobre la pendiente
por la cual estaba cayendo. Pero en privado, Duarte estaba congelado por Peña
Nieto. Inclusive una vez fue sin cita a Los Pinos y esperó cinco horas en vano
que lo recibiera. A la salida fue a ahogar sus penas y empezó a mencionar en público
que no podían tratarlo de esa manera después de haber apoyado a su campaña
presidencial, en 2012, con unos dos mil 500 millones de pesos. El gobernador
pensaba que quien le generaba un mal ambiente en Los Pinos era Videgaray, quien
durante los dos últimos años que estuvo al frente de Hacienda, no lo recibió a
él ni a ningún subsecretario para hablar sobre temas presupuestales o recursos.
Duarte, enfrentado con Videgaray, se recargó en el secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien trabajó con él en contra de la
candidatura a gobernador del priista Héctor Yunes. En varias regiones del norte
del estado, legisladores priistas leales a Osorio Chong trabajaron por el
panista Yunes, mientras que Duarte habló dos veces con el jefe de Morena,
Andrés Manuel López Obrador, para ofrecerle todo su apoyo al candidato de su
partido en Veracruz, Cuitláhuac García. Morena no ganó la elección para
gobernador, pero tuvo un enorme avance en el estado, particularmente en
Coatzacoalcos, uno de los refugios de Duarte cuando comenzó su escape tras
saber que la PGR lo estaba buscando. Veracruz fue uno de los estados donde la
lectura subliminal del proceso fue la confrontación de Osorio Chong con
Videgaray y Beltrones.
El escándalo mediático contra Duarte crecía. Dos semanas antes de la
elección, una investigación del portal Animal Político, con el apoyo de la ONG
financiada por el sector privado, Mexicanos contra la Corrupción y la
Impunidad, reveló que el gobierno de Veracruz había desaparecido casi 700 millones
de pesos a través de empresas fantasma. Para entonces, Videgaray había ordenado
al jefe del SAT, Aristóteles Núñez, una investigación, y armó un expediente
donde cuando menos 50 empresas en forma directa, y 230 en forma indirecta,
estaban involucradas en la presunta red de corrupción de Duarte. Informado
Duarte de esta investigación, presentó ante la Presidencia documentación que,
alegaban sus representantes, probaban su inocencia. Duarte pidió además una
cita con el presidente, que le negaron. Cuando la volvió a pedir, se la
programaron pero la cambiaron. Le dijeron que volverían a dársela, pero no le
confirmaron fecha.
Peña Nieto había hablado con políticos cercanos confiables para él y
Duarte, para transmitirle el mensaje de que bajara su perfil. El 6 de junio, la
mañana después de que el PRI perdió la elección para gobernador en Veracruz,
Duarte se desconectó del mundo: apagó su BlackBerry y ya no volvió a contestar
mensajes en forma directa. “Sólo me hablan para darme el pésame”, se quejó con
cercanos. El presidente autorizó que Hacienda, el SAT y la PGR trabajaran
intensamente para documentar lo que Videgaray había dicho desde un año antes:
los desvíos de recursos públicos para enriquecimiento del gobernador y sus
socios, a fin de que se revisaran los resultados a finales de junio y tomara
una decisión sobre Duarte.
Un mes después de la elección, el nuevo líder del PRI, Enrique Ochoa,
comenzó a hablar de la corrupción en su partido como uno de los factores que
fueron determinantes en las derrotas, lo que parecía ser el principio del fin
del gobernador. Otra vez equivocados. Peña Nieto recibió finalmente al
gobernador, y según confió Duarte a sus cercanos, le dijo que no se preocupara
porque todo era un problema de medios y que las olas de críticas en la prensa
se diluirían y todo acabaría. Duarte regresó feliz a Veracruz.