Cipriano Flores Cruz QUADRATIN IAXACA
OAXACA, Oax., 13 de
noviembre de 2016.- No es de dudarse que en alguna ocasión, tal vez en muchas,
el gobernador Cué Monteagudo, en un momento de reflexión y de conciencia, haya
querido escapar de la jaula en que lo habían situado los compañeros de viaje
del primer gobierno opositor en Oaxaca. Su estado se debió a una especie
de conspiración para desviarlo del proyecto original: el cambio.
En su
interior se debatió con intensidad la intención de dar el golpe de timón, girar
la nave del gobierno en ciento ochenta grados, había tiempo para alcanzar la
gloria, mas como prisionero, le fue confortable no asumir riesgo alguno.
Algunos analistas afirmaron que él encabezaba su propia prisión para jugar un
doble papel: de víctima y usufructuario de los bienes públicos.
Gobernar en una
misma línea, en un solo derrotero, en una sola idea, es de lo más normal y se
acomoda a nuestro gusto y placer, sin sobresaltos de gobierno, es el
sueño de cualquier dirigente de Estado. Esto es sencillamente un sueño, un
deseo, la realidad es que todo gobernante tiene que estar alerta por lo
inesperado, por lo imprevisible y tener la capacidad para hacerle frente.
“En
política ocurre a veces que cuestiones relativamente menores, carentes de
conexión obvia, se combinan para crear una atmósfera política en la que el
Gobierno parece no hacer nada a derechas”(Thatcher, Margaret. Los años de
Downing Street. Edit. Aguilar, México, 2013, p, 296). Este
elemental principio de gobierno no fue considerado por Gabino Cué Monteagudo,
la implantación de la Reforma Educativa, la tragedia de Nochixtlán, el
movimiento de los trabajadores de salud, la crisis financiera de fin de
sexenio, el abandono de sus aliados, la crítica sistemática de los hacedores de
opinión pública, la crisis de la deuda pública, habla de un gobierno
sorprendido y asombrado por estos acontecimientos, no hubo capacidad de
reacción, sólo una leve reacción, promover la supuesta obra del sexenio, sin
embargo, ya fue en altas horas de la noche, cuando el sueño había invadido a la
población. Respecto a la Reforma Educativa, Gabino Cué Monteagudo quiso, en
primera instancia, estar en el ámbito de confort, con su amasiato, complicidad,
compromiso y supeditación a las directrices de la sección XXII, fue más allá de
lo aconsejable por la buena política, promovió la propuesta de Reforma
Educativa del sindicato, sin demeritarla, sin cuestionarla, no se podía
esperar que el gobierno del Estado la aceptara sin más y sin las
consideraciones políticas de la relación con el gobierno nacional.
Era de
esperarse las consecuencias negativas para el gobierno de Gabino Cué
Monteagudo, ser obligado, sometido, maniatado, para asestar un duro revés al
sindicato magisterial: recuperar el control del Instituto de Estatal de
Educación Pública del Estado.
La falta de previsión resultó funesta para
el gobierno aliancista: se transparentó en su diafanidad el carácter del
gobierno de Gabino Cué Monteagudo: su dependencia, su subordinación, su falta
de autonomía, más que sujeto apareció como objeto, perdió grandes cantidades de
peso de legitimidad, incluso de legalidad. Nochixtlán significó la expresión de
la más perfecta imprudencia.
Para el maestro Platón, es más mal sufrir la
injusticia que cometerla (Platón. Diálogos. Edit. Porrúa. México, 1991), el
largo caminar de algunos ciudadanos de esa comunidad en búsqueda de justicia no
es comparable del sentimiento de culpabilidad de los gobiernos federal y
estatal, así como de los grupos instigadores de esa acción. Evidentemente, no
se tomaron todas las previsiones del caso para el desalojo de vía de
comunicación de Oaxaca- México.
El gobierno de Gabino Cué Monteagudo trató de
alejarse, de poner distancia de toda responsabilidad, incluso mentir sobre el
caso (los policías no iban armados), sin embargo, la renuncia, por ese hecho,
de dos de sus secretarios de Estado devolvió el acontecimiento en el seno del
gobierno de la Alianza.
El movimiento de los trabajadores de salud, obligarlos
a tomar las calles no es cosa sencilla ante la magnitud de sus
responsabilidades, pues afectan al pueblo más pobre, no fue más que
producto de los malos manejos de los recursos de las instituciones de este
sector que los trabajadores exigieron lo estipulado en su contrato
colectivo de trabajo parece de lo más normal y civilizado, el gobierno no
previó tal recurso, parece increíble.
Dejar un gobierno y administración en insolvencia
para cubrir sus gastos más elementales fue considerado, en el ámbito de la más
pura expresión, de ausencia de toda responsabilidad. Para los ciudadanos,
pequeños empresarios, fue insólito, increíble, inconcebible. Gabino Cué
Monteagudo, con un dejo de cinismo dejó la responsabilidad al gobierno y no
asumió la suya, para él son las instituciones y no los hombres los que, en su
caso, dejan toda responsabilidad en la administración de las cosas.
Así, Gabino
Cué inauguraba una nueva teoría política, los hombres no son responsables ante
los ciudadanos, son las instituciones. Es norma de las sociedades democráticas
y libres que los ciudadanos y gobernantes aprendan a obedecer antes que ser
obedecidos, esta relación entre obediencia y responsabilidad convierte a las
sociedades en estables y prósperas. La tesis zapatistas de mandar obedeciendo,
que Gabino Cué Monteagudo hiso suya, es expresión genuina de esa relación.
Sin
embargo, la fuerza de los hechos se impuso una vez más sobre la maltratada faz
de la sociedad oaxaqueña; el imperativo del poder fue la norma a seguir en el
lapso de 2010 al 2016, los gobernantes esperaron ser obedecidos sin más, la
impunidad sepultó cualquier intento, sólo el deseo de exigir responsabilidad.
La burocracia política gabinista le fue ajeno, ignorado, desconocido, el
principio zapatista.
El arribismo se expresó en su forma más vulgar y salvaje.
La relación entre obediencia y responsabilidad o entre el mandar y obedecer, se
hiso trizas durante el gobierno de la Alianza, el orden jurídico fue
constantemente vulnerado en el ejercicio de gobierno en el territorio, salvo
los pueblos indígenas, la responsabilidad y la rendición de cuentas estuvo
ausente, la impunidad ganó terreno, espacio, lo más grave y dramático, ganó
lugar en la costumbre y en las instituciones. Grave daño moral, se tardarán
años para implantar una nueva ética de la responsabilidad en el Estado
oaxaqueño.
A pesar de que el éxito le fue ajeno, distante, en una actitud
cercana al autismo político, al final del sexenio, el gobierno de la Alianza
dilapidó el recurso público para magnificar algunos pequeños logros de su
administración, al fracaso lo intentaron en convertir en éxito, sin percatarse
que al hacerlo produjeron más problemas, entre ellos, los de
credibilidad, legitimidad, ampliación de información y de desmentidos públicos,
la desaprobación de la gran mayoría anuló la falta de verdad del estamento
gobernante.
El gobierno de la Alianza, durante todo el sexenio, catalogó sus
logros como históricos, la magnitud de la acción fue una especie de
inicio de los tiempos, que anunciaba la buena nueva, así se catalogaron los
presupuestos, los cambios en la Constitución local, por poner dos ejemplos.
Vale decir que Gabino Cué Monteagudo le puso demasiado acento a los adjetivos y
demasiado poco en los nombres y en los resultados.
El texto original de este artículo fue publicado por la Agencia Quadratín en la siguiente dirección: https://oaxaca.quadratin.com.mx/gabino-cue-monteagudo-iii/
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