FOTO: MISAEL VALTIERRA/CUARTOSCURO / Archivo
En los primeros seis meses de este año
ocurrieron más homicidios en México que en el mismo periodo de los últimos 20
años, cuando empezaron los registros.
Bajo el título de
“El año más violento en México, visto desde uno de los municipios más
peligrosos”, el diario The New York Times publicó este viernes un amplio reportaje, al que pertenecen
estos fragmentos:
Por Azam Ahmed
TECOMÁN,
México — Estaba desparramado en una silla blanca, con el cuello torcido a la
derecha. A pocos centímetros había un teléfono celular, como si justo hubiera
terminado una llamada. Tenía puesto unos zapatos con las agujetas desamarradas;
era una imagen mórbida de lo que se ha convertido la “vida” en este poblado
colimense.
Israel
Cisneros tenía 20 años. Murió de manera instantánea en la casa de su padre.
Cuando llegó la policía a la escena del crimen, el segundo homicidio reportado
esa noche, la sangre que salía del ojo izquierdo de Cisneros –donde recibió el
balazo– ya estaba algo endurecida y comenzaba a agrietarse; la cara y el cuello
de Cisneros parecían tener escamas de color rojo.
Alguna
vez, Colima fue uno de los estados más seguros de México y un lugar al que iban
en busca de santuario los mexicanos que querían huir de los enfrentamientos con
narcotraficantes. Ahora los funcionarios de Tecomán, un pueblo agricultor en la
costa del Pacífico, apenas y se encogen de hombros cuando ocurren dos
homicidios en unas pocas horas. Ya no es algo fuera de lo común.
El
año pasado, Tecomán fue de los municipios más mortíferos de México, con una
tasa de homicidio de 151,8 por cada 100 mil habitantes, según un análisis
independiente de datos oficiales. (El promedio para todo Colima fue de 42,12
homicidios dolosos por 100.000 habitantes y el promedio nacional, de 16,81, de
acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública). La cifra de Tecomán bien podría aumentar al doble este año, lo que lo
vuelve uno de los ejemplos más claros de una crisis nacional.
México
se acerca a su momento más mortífero en décadas: más de 100.000 muertes, 30.000
desaparecidos y miles de millones de dólares en la hoguera de la lucha contra
el crimen organizado, y las flamas siguen vivas.
En
los primeros seis meses de este año ya se han dado más homicidios a nivel
nacional que en el mismo periodo de los últimos veinte años, cuando empezaron
los registros.
En
algunas de esas escenas del crimen, como la habitación en la que Cisneros terminó
tirado en una silla, solo hubo una víctima. En otras hubo varias. Pero la mayor
frecuencia de estos es indicativa de la creciente violencia del narcotráfico.
Los grupos criminales llegan cada vez más a zonas antes seguras y han dejado un
rastro de homicidios que, según algunos conteos, es mayor al vivido en el punto
más crítico de la guerra contra el narco, en 2011.
“Lo
que está pasando aquí está pasando en todo el estado, todo el país”, dijo José
Guadalupe García Negrete, el presidente municipal de Tecomán. “Es como un
cáncer”.
Las cifras ya no
encajan con la narrativa oficial
Es
una tendencia que, para el presidente Enrique Peña Nieto, representa mucho más
que un vapuleo de la estrategia para combatir al crimen organizado. También es
un reto fundamental a la narrativa principal de su gobierno: que México se
mueve en el sentido opuesto a la violencia y la inseguridad.
Antes
de llegar al cargo, Peña Nieto aseguró que cambiaría la imagen del país en el
mundo al transformarla de una nación agobiada a una reconocida a nivel global
como líder en materia energética, educativa, comercial y en telecomunicaciones.
Funcionó,
por un tiempo. Sus reformas económicas avanzaron en el Congreso y, aun cuando
la violencia se hizo evidente con la desaparición de 43 estudiantes en
septiembre de 2014, aumentó el turismo y cayeron las tasas de homicidio; era
algo que el presidente mencionaba en sus discursos.
Pero
las cifras ya no encajan con esa narrativa. Los números totales de homicidios
van en aumento. La violencia se ha hecho sentir hasta en zonas turísticas como
Los Cabos, en Baja California Sur.
“El
gobierno de Peña Nieto subestimó muy seriamente, o malentendió, la naturaleza
del problema que vivía México”, dijo David Shirk, profesor de la Universidad de
San Diego que ha estudiado la guerra contra el narco. “Pensaron que con usar
mercadotecnia cambiarían la conversación y enfocarían la atención de la gente
en todas las cosas buenas que estaban pasando para alejarla del problema de
violencia que pensaron era exagerado”.
El
gobierno afirma que ha encarado a la violencia con toda la seriedad. Pero el
aumento en los homicidios lo causan diversos factores: la debilidad de la
policía local y estatal, la fractura de los grupos criminales después de que
sus líderes han sido arrestados, el incremento en la demanda de drogas en
Estados Unidos y el flujo de dinero y armas que manda a México.
“El
gobierno de la República se ha pronunciado públicamente sobre el repunte de
violencia como un asunto de atención prioritaria”, mencionó el secretario de
Gobernación en un comunicado. Agregó que las fuerzas armadas han sido
desplegadas a ciudades peligrosas como Tecomán.
Ahora,
ante las cifras, los funcionarios han presentado a un nuevo presunto culpable:
dicen que las reformas al sistema jurídico promovidas por el gobierno anterior
fracasaron y eso es lo que ha vuelto a México más peligroso que nunca.