"Supongan, dijo, que un hombre
se encuentra frente a un gran río. Si necesita cruzar a la otra orilla, pero no
hay ninguna barca para llevarlo, ¿qué haría? Cortaría algunos árboles, los
ataría y construiría una balsa.
"Luego se sentaría en la balsa y
usando sus manos o ayudándose de un palo, se impulsaría para atravesar el río.
Al llegar al otro lado, ¿qué haría?
“Abandonaría la balsa porque ya no la
necesita.
“Lo que no haría sería, pensando en lo
útil que le había sido, cargarla sobre sus espaldas y continuar el viaje con
ella a cuestas.
"De la misma manera, mis
enseñanzas solo son un medio para alcanzar un fin. Son una balsa que os
transportará a la orilla del otro extremo. No son un medio en sí mismas, sino
un medio para alcanzar la iluminación".
Esta fue la parábola que Gautama Buda le contó a
sus seguidores para explicarles la importancia de practicar el desapego y no
aferrarse a las cosas, las experiencias o las relaciones. Sin embargo, ¿cuántas
veces nos aferramos a la balsa y la arrastramos con nosotros a lo largo del
viaje, a pesar de que es completamente inútil?
Algunas personas suben a la balsa y no reman. De
hecho, a veces incluso olvidan que intentaban cruzar el río, pierden la
perspectiva antes de iniciar el camino. Piensan que es mejor lograr que la
balsa sea más cómoda. Entonces construyen paredes sobre ella y un techo;
instalan muebles y utensilios de cocina; y luego invitan a sus amigos y
familiares a conocerla. Es decir, convierten la balsa en una casa y la amarran
firmemente a la orilla. No desean oír nada sobre soltar amarras o levar anclas.
Otras personas se quedan contemplando la balsa
desde la orilla y dicen: "qué balsa más bonita. Es grande
y sólida". Sacan la cinta métrica y le toman medidas. Saben
exactamente cuáles son sus dimensiones, el tipo de madera con que se ha
construido e incluso dónde y cuándo fue cortada. Algunas van un paso más allá y
elaboran una ficha descriptiva que sirva para vender balsas al por mayor. Sin
embargo, por muchas balsas que vendan, nunca se han subido a una y ni siquiera
han pensado en cruzar el río. “Es demasiado arriesgado”,
piensan.
También hay otras personas que se quedan en la
orilla y dicen: "La balsa no está bien construida. Debían
haberla fabricado con más troncos y amarrado con mayor firmeza. Tampoco me
gusta como flota en el agua. Construirá una balsa que sea más grande y segura".
Sin embargo, se quedan en la orilla haciendo consideraciones, discutiendo y
peleando, sin construir la balsa ni ir a ninguna parte.
Hay quienes creen que la balsa es demasiado
sencilla, tosca y poco atractiva. La miran y niegan con la cabeza: "Parece un manojo de troncos mal atados". Así que
deciden embellecerla, para ello la pintan, la decoran y la cubren con flores,
pero nunca llegan a subirse a ella, ni se les ocurre remar hasta la otra
orilla.
"La orilla en la que nos
encontramos, explico el Buda, es el presente, la existencia que se encuentra
atada al ego. La otra orilla es lo que aspiramos ser, representa nuestras metas
y sueños. La balsa nos ayuda a cruzar las aguas, esa es su función, pero
después debemos dejarla atrás”.
Por supuesto, la balsa no se refiere únicamente a
las posesiones materiales, es todo aquello que nos ata y nos impide alcanzar
nuestro potencial. Por tanto, pueden ser relaciones interpersonales que han
perdido su razón de ser o incluso determinados rasgos de personalidad o
creencias que nos mantienen atados.
Esta parábola budista nos alerta sobre nuestra
tendencia a aferrarnos a las cosas y situaciones, malgastando nuestra vida
criticando, intentando proteger lo que hemos conseguido o simplemente
alimentando demasiado miedo como para descubrir lo que hay en la otra orilla.
También nos alerta sobre el hecho de que, en
algunas etapas de la vida, lo que pudo ser útil deja de serlo, forma parte del
cambio y el crecimiento. Si seguimos atados a esas formas de hacer y
relacionarnos, no podremos avanzar. Por eso, una de las lecciones más
importantes y difíciles de aprender es que los mismos lazos que en un momento
te sostuvieron, luego te atan. En ese momento, ha llegado el momento de
deshacerse de ellos.
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