El ambiente internacional se
encuentra en un estado de incertidumbre y a la expectativa ante las recientes
declaraciones del actual presidente de los Estados Unidos, sin embargo, es
preciso destacar las explicaciones que de manera particular emiten periodistas,
analistas e intelectuales para brindar un cuadro de la realidad imperante en el
mundo. La principal tesis que se formula es explicar el fenómeno a partir de la
actitud petulante y xenófoba de Donald Trump, no obstante, esta forma de
entender las cosas dista mucho de ser objetiva.
La actitud del presidente de los
Estados Unidos de Norteamérica respecto a los países de Venezuela y Corea del
Norte, en particular, se debe expresar desde la perspectiva de clase, desde la
posición que ocupa su país en relación a los demás países que se mueven al
margen del imperialismo, de los intereses económicos a los que obedece y no
desde los rasgos de su personalidad.
La política injerencista e
intervencionista del imperialismo yanqui con respecto a estos países debe ser
colocada en su justa dimensión, representa una agresión imperialista que
amenaza con escalar decibeles cuyo letal desenlace puede ser la detonación de
una confrontación a nivel internacional.
En las declaraciones del
presidente estadounidense se observa una defensa a ultranza de los intereses de
las empresas trasnacionales, sobre todo de aquellas cuyo capital se encuentra
invertido en la industria armamentista; éstas espolean una salida fascista a la
crisis económica, para incrementar sus tasas de ganancia a través de la guerra.
La política militarista del
actual mandatario yanqui es con el objetivo de favorecer a las empresas
bélicas, son ellas las que fustigan una confrontación belicista para ampliar su
poder económico por medio de la guerra que se realiza contra los pueblos; es la
expresión inhumana de imperialismo norteamericano, la barbarie que no tiene
escrúpulos que pretende aniquilar a millones de seres humanos para satisfacer
sus cuotas de plusvalía.
Una confrontación militar a
escala ecuménica no da visos de garantías para nadie, dado el arsenal que cada
una de las potencias imperialistas tiene en su poder y la que otros países
generaron para hacer frente a un escenario como el que se avecina, por lo que
resulta paradójico que un enfrentamiento en estos términos pondría a la
humanidad en el umbral del exterminio, esta es la naturaleza del imperialismo.
Queda expresado con mucha mayor
claridad que el imperialismo es el enemigo número uno de la humanidad, por lo
que el abanico de la lucha popular se amplía para formar la conciencia
antiimperialista que abone a luchar en todas sus manifestaciones que éste se
presente. No se trata de endilgar sobre la personalidad de cualquier
mandatario, eso constituye una verdadera irresponsabilidad porque aleja al
pueblo trabajador de sus objetivos históricos.
En imperialismo condena a la
humanidad a la animalización, en sus guerras y en la explotación voraz lo que
más se consume son vidas humanas, las masas trabajadoras son cercenadas de su
capacidad creadora, condenados a realizar eternamente el mismo movimiento, se
les despoja a pedazos no sólo el producto de su trabajo, sino la vida misma.
Esta es la esencia del capitalismo en su fase actual, es la ruta por donde nos
quieren conducir los representantes del imperialismo.
Los objetivos de esta política
intervencionista están suficientemente claros, hoy se fijan en aquellos
gobiernos legítimamente elegidos por sus pueblos, en los hechos constituye una
venganza política por tomar la determinación de conducirse de manera
independiente de la lógica imperialista, por lo que están en su legítimo
derecho de defender su autodeterminación como pueblos.
El gobierno mexicano se devela
como un alfil en este tablero internacional, expresa con total nitidez su papel
servil y funcional al imperialismo norteamericano, porque en él se condensa el
ariete ofensivo de esta política del gobierno estadounidense; lo anterior queda
de manifiesto con singular elocuencia en las declaraciones en boca del
presidente de la República Enrique Peña Nieto y en varios representantes de la
política gubernamental, de manera puntual, los dichos de Luis Videgaray, quien
en su persona se puede ver con toda nitidez la actitud servil a las exigencias
del imperialismo.
Tales funcionarios señalan con el
dedo inquisidor las “violaciones” a los derechos humanos por el gobierno de
Maduro, sin embargo, de lo que acontece en nuestro país no se emite juicio
alguno de condena por los cientos de miles de crímenes de lesa humanidad, por
el contrario, se desgarran las vestiduras para colocar los “logros” considerables
del actual gobierno; el ladrón grita agarren al ladrón, diría la
sabiduría popular.
Para los pueblos del mundo que
nos identifica la pobreza y la miseria, el padecer en carne propia los flagelos
represivos que se desprenden de la política imperialista, nos debe quedar claro
que pertenecemos a una misma clase social, somos los proletarios sobre quienes
se descarga todo el odio de clase que destila la oligarquía internacional, por
lo tanto, son los lazos de solidaridad que se deben tender en estos momentos.
La solidaridad entre hermanos de clase debe alcanzar al pueblo de
Venezuela y de Corea del Norte, por ser a ellos sobre quienes el imperialismo se pretende cebar;
solidaridad que también debe cobijar al pueblo cubano y hacia todos los pueblos
explotados del mundo. Particularmente contra Cuba, el actual mandatario de la
Casa Blanca manifiesta su intención de echar atrás los logros obtenidos con el
anterior gobierno.
De todo este escenario
internacional, nuestro país no está exento y es aquí donde se manifiesta la
actitud pelele de los representantes del gobierno mexicano, porque ante la
renegociación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), un
acuerdo comercial entre Estados Unidos, Canadá y México que a todas luces se
expresa su rasgo expoliador, distintos representantes de la política interna se
muestran complacidos por los importantes logros de este acuerdo en la economía
mexicana.
Para una economía funcional y
dependiente al imperialismo este tipo de tratados no significan nada alentador,
en los hechos son el mecanismo por medio del cual se despoja de manera
irracional la riqueza nacional; la supuesta apertura del mercado constituye en
una medida neoliberal para favorecer la acumulación y centralización de
capital, porque en los hechos asegura materia prima para los capitales de
Estados Unidos y Canadá, a la vez que se súper explota la fuerza de trabajo
mexicana.
¿A qué se debe el argumento de que este tratado sólo dejó
beneficios para México? ¿Por qué el empecinamiento en insistir que acuerdos no
representan saldos favorables para el capital monopolista trasnacional? La explicación está en que mediante
este acuerdo despojaron a diestra y siniestra los recursos de nuestro país que
les dejó súper beneficios, pero sumidos en la actual crisis no les es
suficiente, por lo que ahora requieren agrandar aún más sus tasas de ganancias.
Nada bueno nos depara a las masas
trabajadoras, ninguno de nosotros debe sentirse representado en cualquiera de
los negociantes, mucho menos en los representantes de las cámaras
empresariales, desde aquí queda expresado los verdaderos intereses que se
defienden, por lo que la brecha de la explotación y opresión amenaza con
hacerse más grande.
Son momentos convulsos, de
constantes vaivenes en la coyuntura y la correlación de fuerzas, por lo que
entre el pueblo trabajador debe hacerse de las herramientas teóricas y
metodológicas para enfrentar un proceso de agudización de la lucha de clases,
para desplegar en todo el esplendor las banderas de la lucha independiente y hacer
florecer la creatividad e iniciativa que descuelle en combatividad en las
acciones políticas de masas.
Porque enemigo es el poder que
explota y oprime, porque es contrario aquel que condena a las masas a la
bestialidad, unámonos contra ese enemigo que es común a todos.
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