3 de enero de 2021

SPINOZA, LA ANOMALÍA SALVAJE

EL DESARMADOR POLITICO EN LA CULTURA


A PESAR DE SU EXCOMUNIÓN, LA POSTERIDAD RECUERDA AL FILÓSOFO COMO EL SÍMBOLO DE UNA SABIDURÍA ALEGRE Y VALIENTE, QUE INTENTO LIBERAR AL HOMBRE DEL MIEDO Y LA SUPERSTICIÓN.



RAFAEL NARBONA

23 junio, 2020

Acercarse a Baruch Spinoza significa hablar de un hombre maldito y execrado. Excomulgado por cuestionar dogmas de la teología judía, su humilde labor como pulidor de lentes convivió con la serena exaltación de la alegría. Hijo de padres judíos de origen portugués y español, nació en Ámsterdam en 1632.

Fue alumno del médico y rabino Saúl Levi Morteira, que —sin alejarse de la ortodoxia judía— practicaba un fructífero diálogo con los humanistas cristianos. De joven, leyó a Lucrecio, Thomas Hobbes, Cervantes, Quevedo, Góngora y Giordano Bruno. Se ha dicho que fue uno de los primeros ateos de la historia, pero su filosofía es una meditación sobre Dios. No del Dios trascendente que creó el tiempo, la materia y el espíritu, sino del Dios que es tiempo, materia y espíritu. Totalidad viva y palpitante que no cesa de producir formas y que nunca se enreda en las pasiones humanas.

Lector minucioso del Talmud y el Antiguo Testamento, Spinoza leyó a Maimónides, Crescas y Gersónidas, pero su curiosidad le animó a salir del gueto para frecuentar los medios intelectuales cristianos, donde conoció la filosofía de Descartes y se adentró en los laberintos de la física y la geometría. Acusado de ateo y librepensador, los ancianos de la sinagoga decretaron su excomunión, logrando que las autoridades civiles añadieran la pena de destierro por blasfemar contra las Escrituras. Se instaló en Voorburg, a media legua de La Haya, trágicamente distanciado de su familia y su comunidad. Acogido por los círculos protestantes liberales de convicciones pacifistas (menonitas, colegiantes), su carácter dulce y su inteligencia le atrajeron numerosos amigos. No transigió con privilegios que pudieran menoscabar su independencia, como honores, rentas y cargos oficiales o privados.

No se encerró en su estudio. Defendió la libertad de pensamiento, la hegemonía de la razón y la convivencia pacífica. Partidario de Jan De Witt, Gran Pensionario de las Provincias Unidas, y su hermano Cornelio, ambos protectores de las libertades civiles y la tolerancia religiosa, salió a la calle para expresar su repulsa cuando una muchedumbre los asesinó con horrible ensañamiento, obedeciendo órdenes de Guillermo III de Inglaterra. El filósofo dejó una nota en el lugar del crimen, donde se leía: Ultimi barbarorum ("El colmo de la barbarie").

Admirador del estoicismo, Spinoza cultivó la austeridad, la sencillez y la prudencia. Su elogio de la alegría como pasión superior a la tristeza le hizo condenar el ascetismo, que ensombrece la mente y denigra el cuerpo. No invocaba el hedonismo, sino la vida contemplativa exaltada por los griegos, según la cual el hombre superior dedica su existencia a la sabiduría, el arte y la contemplación de la Naturaleza. Enfermo de tuberculosis, la muerte sobrevino en La Haya en 1677. Dejó inconcluso su Tratado Político, pero nos legó casi una docena de obras donde destacan su Tratado teológico-político y su magistral Ética demostrada según el orden geométrico. Se hizo un inventario de sus bienes tras su fallecimiento: una cama, una pequeña mesa de roble, otra de esquina con tres patas, dos mesitas auxiliares, un equipo de pulir lentes, unos ciento cincuenta libros y un tablero de ajedrez. La herencia de un hombre que vivió para el espíritu, indiferente a los placeres mundanos.

Para Spinoza, la sabiduría es el placer soberano, la dicha más perfecta y legítima. La gloria es la alegría de participar en la vida de Dios. No de un Dios personal y trascedente que interviene en la historia, sino de un Dios impersonal e inmanente. Dios es la Naturaleza, la totalidad de lo existente (Natura naturata) y la fuente y origen que sostiene el dinamismo de la vida (Natura naturans), renovando ininterrumpidamente sus formas. No hay ninguna finalidad en Deus sive Natura (Dios o la Naturaleza), solo un conjunto de leyes que producen fenómenos por medio de analogías, contrastes y oposiciones. Esta red de relaciones es inteligible porque las ideas no son “pinturas mudas”, sino un aspecto más del dinamismo, la unidad y el orden de la Naturaleza. El orden creador y el orden intelectual coinciden cuando el pensamiento es conocimiento verdadero: “el orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas”. La filosofía no es un reflejo, sino saber reflexivo o, si se prefiere, intuición perfecta. El entendimiento, correctamente orientado, conoce las cosas tal como son en sí mismas. Es absurdo elaborar un método, como hizo Descartes, salvo cuando se presupone una separación ontológica entre Dios y el mundo. Spinoza abandonó las tesis de su Tratado sobre la reforma del entendimiento cuando comprendió que solo se vive y se conoce en el Ser. No hay nada más allá. No hay una trascendencia opuesta a la inmanencia. Dios no es padre y no se preocupa por el hombre. Cuando decimos lo contrario, formulamos una analogía absurda que obedece  a nuestros miedos y deseos. Es un acto de ignorancia.

Dios es absolutamente infinito, afirmación absoluta que excluye toda negación o determinación. “Dios no tiene derecha ni izquierda, ni se mueve ni está parado, ni se halla en un lugar, sino que es absolutamente infinito y contiene en sí todas las perfecciones”. Su creatividad es inextinguible. Ningún ser es idéntico a otro.

Cada individuo constituye una novedad absoluta. Dios es lo uno y lo múltiple. Para conocerlo, solo tenemos que observar y estudiar la totalidad de la que formamos parte. Dios no está en lo alto, sino en el aquí y ahora. En la filosofía de Spinoza no hay ninguna concesión a la trascendencia. Dios no es lo que está más allá, sino la red infinita que nos envuelve. Al señalar la extensión como atributo infinito de Dios, Spinoza impugna la idea bíblica de la creación, donde la materia solo es una herramienta o sustrato, no algo divino. El filósofo holandés niega que la creación sea fruto de una elección libre de la voluntad de Dios. Dios, por esencia, es una fuerza creadora y no puede substraerse a su naturaleza. Decir que Dios ha creado el universo por amor al bien, significa subordinarlo a un destino, cuestionando su perfección y autosuficiencia. Decir que Dios elige conlleva limitar su libertad, pues elegir siempre implica una renuncia y una deliberación. Además, Dios es eterno y en la eternidad no hay un antes o un después. Decir que Dios podría haber elegido otra cosa es como decir que Dios podría no ser Dios, pues una decisión siempre modifica en mayor o menor grado al que la adopta. Dios crea libre, pero necesariamente. No es creador por elección, sino por esencia.

Los seres finitos se caracterizan por su duración. No son eternos. Spinoza no cree en la inmortalidad individual. El hombre no es “un imperio dentro de otro imperio”. Forma parte de la Naturaleza y su libertad es ilusoria. Cree que es libre porque desconoce las causas que determinan sus actos. Participa del conatus o impulso por perseverar en la existencia común a todos los seres vivos. Esa es su “chispa divina”, no la quimérica humanidad de Dios. El alma del hombre solo es una idea, la conciencia reflexiva de su realidad corporal. Dado que Dios o la Naturaleza es un solo individuo (Facies totius universi), el ser humano posee una dimensión mística, pues su alma, en tanto idea, permanece en Dios, pero no como conciencia individual. Spinoza afirma que “un círculo existente en la Naturaleza, y la idea de ese círculo existente, son una misma cosa”. El círculo que conocemos por medio de la razón es un modo de Dios y, en cuanto idea, un atributo divino. Evidentemente, no se puede rezar a un Dios así, tan impersonal como el Dios aristotélico.


Pintura de Samuel Hirszenberg 
(terminada en 1907), representando el rechazo frente al filósofo por parte de los judíos en Ámsterdam 

Spinoza elogia las pasiones alegres, que constituyen un éxito de la vida, y aboga por la superación de las pasiones tristes, que solo evidencian un fracaso. Las pasiones tristes nos separan de la vida, cegándonos para apreciar sus dones.

Nos enemistan con los otros, pues atribuyen una importancia irracional a las cosas perecederas. Nos hacen codiciar la riqueza y el placer, sin comprender que su valor es muy inferior a la sabiduría. La verdadera felicidad consiste en sacudirse la servidumbre de las pasiones tristes. La virtud es obrar bajo la luz de la razón, con una comprensión adecuada de las cosas, intentando no ser objetos pasivos de las circunstancias y las emociones. La virtud nos hace obrar bien y no hay mayor felicidad. El sabio ama a Dios y a los hombres, lo cual le

permite amarse a sí mismo, pues entiende que su existencia es necesaria y participa del milagro de la vida. Todos somos parte del entendimiento infinito de Dios y estamos indisolublemente unidos al resto de los hombres. Lejos de la adoración clásica de Dios, que implica humildad y humillación, Spinoza postula un amor que es sabiduría y conciencia de la pluralidad. El amor intelectual de Dios es el grado más alto de una religión filosófica que exalta el conocimiento como forma más elaborada de piedad. El sabio contempla el universo “sub specie aeternitatis”, es decir, como un todo regulado por la razón y la necesidad.

La religión filosófica de Spinoza no es solo metafísica, sino una guía para el buen uso de la vida. Nos incita a ejercer la libertad y expresar nuestros sentimientos, combatiendo los prejuicios. Una lucha que no puede estar asociada a la violencia, sino a la argumentación y la persuasión. Spinoza se muestra partidario de analizar las Escrituras desde una perspectiva crítica, empleando las herramientas de la historia, la lógica y la filología. Solo así podremos lograr una comprensión racional que nos aleje de lo mítico e incongruente. Su conclusión es que únicamente merece la pena conservar de los textos bíblicos su incitación a la caridad y la justicia. No es un precepto exclusivo de la tradición judía, sino un mandato universal inscrito en el corazón de todos los hombres. Las instituciones, las ceremonias y los hechos históricos que aparecen en la Biblia solo reflejan el punto de vista del hombre. A veces, son invenciones, fantasías; otras, simples aberraciones. Solo los preceptos más sencillos, como el amor al prójimo, proceden de Dios y pueden aglutinar a todos los hombres de buena voluntad, sin necesidad de organizar ritos y establecer jerarquías.

En el campo de la política, Spinoza sostiene que la república siempre es preferible a la monarquía, pues promueve la libertad y la igualdad. Los reyes solo defienden sus privilegios, implicando a las naciones en guerras inmorales. El clero debe estar sujeto al poder temporal. Las iglesias no deben inmiscuirse en los asuntos del Estado. El “derecho de Dios” es el poder de la vida, desplegándose en grados diferentes, no una ley con autoridad para coaccionar al poder civil.

La política debe gozar de autonomía y proceder con realismo. Hay que comprender al ser humano con sus flaquezas y virtudes, sin esperar una quimérica transformación. El mito del “hombre nuevo” es pura ilusión. No se puede reinventar al hombre, solo cabe educarlo, fomentando la responsabilidad cívica. Hay que estudiar “los actos y apetitos humanos como si fuesen líneas, superficies y cuerpos”. El conatus puede enfrentarnos con otros individuos, pero ese conflicto debe resolverse mediante la razón, mostrándonos que la asociación en el seno del Estado incrementa las posibilidades de sobrevivir: “Nada es más útil a un hombre que otro hombre”. Solo hay una vida plenamente humana cuando el poder de cada uno se suma al de los demás, alumbrando una sociedad que garantiza derechos y libertades. Los escolásticos tenían razón cuando afirmaban que el hombre es un animal político. Spinoza carece del pesimismo de Hobbes y Maquiavelo: los hombres no viven en sociedad solo para garantizar su seguridad, sino por la esperanza de una existencia libre y racional. Frente a la violencia del primitivo estado de naturaleza, la convivencia ordenada por leyes ofrece la posibilidad de resolver las querellas pacíficamente. El Estado democrático es más poderoso que una monarquía absoluta, pues basa su fuerza en la voluntad de la mayoría, lo cual neutraliza el riesgo de insurrecciones y mitiga la amenaza de guerras civiles. El hombre no es bueno ni malo por naturaleza. Está sujeto a las pasiones y expuesto al error. Por eso, hay que legislar con buen criterio, pues solo la ley puede librarnos de la violencia y la arbitrariedad.  

Spinoza es una anomalía salvaje, como apuntó Toni Negri, un filósofo intempestivo que exaltó la libertad desde la dulce Holanda, abogando por un mundo gobernado por la razón.

No planteó una fría utopía, sino un modo de vida basado en la esperanza, la compasión y el consenso. Desnudó los dogmas, mostrando que solo eran odiosas supersticiones o errores absurdos. “No presumo de haber encontrado la mejor de todas las filosofías —escribió a Alberto Burgh, joven convertido al catolicismo—, pero sí sé que conozco la verdadera, y si me preguntas que cómo lo sé, te responderé que del mismo modo que tú sabes que los ángulos de un triángulo valen dos rectos…”. Cartesiano y casi volteriano, Spinoza solo respetaba a los cristianos liberales que propugnaban la separación de la Iglesia y el Estado. Su espíritu tolerante corrió paralelo a su rigor geométrico. Su prosa carece de plasticidad porque su pretensión es trasladar la exactitud matemática al terreno de la filosofía. El conocimiento nunca podrá ser perfecto y total pues “Dios o la Naturaleza” es lo absolutamente infinito.

¿Cuál será el camino de perfección hacia una sabiduría superior? “Cuanto más conocemos las cosas singulares, más conocemos a Dios”. Dios está en el polvo de cristal de una lente tallada minuciosamente por unas manos expertas. En la circunferencia trazada por un compás y en el barro que se acumula en los caminos. No es un Dios padre que vela por nosotros. Frente a la adversidad, solo cabe responder con entereza y dignidad. No debemos pensar en la muerte. Unhombre libre reserva sus pensamientos y emociones para la vida, donde se halla la única dicha posible. Un hombre libre reserva su sabiduría para meditar sobre la vida, no sobre el morir. Arrepentirse es un gesto estéril. El que lo hace es “doblemente miserable e impotente”. Hay que abstenerse de condenar. Lo esencial es comprender, especialmente nuestros propios errores, y saber que “no queremos, apetecemos, ni deseamos algo porque lo juzgamos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo queremos, apetecemos y deseamos”.

El decreto de excomunión o “herem” contra Spinoza es implacable: “Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando regresa. Que el Señor no lo perdone. Que la cólera y el enojo del Señor se desaten contra este hombre y arrojen sobre él todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley. El Señor borrará su nombre bajo los cielos”. ¿Por qué tanto odio? ¿Solo porque fue un hereje o quizás un ateo? Toni Negri afirma que la anomalía de Spinoza fue salvaje porque es una invitación a rebelarse contra los órdenes políticos que no hayan sido libremente establecidos por las mayorías populares. Negri exacerbó la dimensión revolucionaria, olvidando que Spinoza reprueba la violencia, pero advirtió con nitidez su inconformismo radical. Pese a su airada excomunión, el nombre de Spinoza no se ha borrado. La posteridad lo recuerda como el símbolo de una sabiduría alegre y valiente, que intentó liberar al hombre del miedo y la superstición, inculcándole la pasión del conocimiento y la serenidad estoica frente al dolor. “Libre de la metáfora y del mito”, escribió Borges en un bello y clásico soneto sobre el filósofo judío, nos regaló

“el infinito mapa de Aquel que es todas Sus estrellas”.

 

https://elcultural.com/spinoza-la-anomalia-salvaje

ANNA OLÉGIVNA MUZYCHUK ES UNA GRAN MAESTRA DE AJEDREZ UCRANIANA


FEMINISMO, SORORIDAD Y LUCHA POR LA IGUALDAD.

Anna Olégivna Muzychuk ​​ es una gran maestra de ajedrez ucraniana, triple campeona del mundo. De 2004 a 2014 jugó para Eslovenia. Es la cuarta mujer, después de Judit Polgar, Humpy Koneru y Hou Yifan, en superar la puntuación Elo de 2600, llegando a alcanzar una calificación de 2606 en julio de 2012.

Y es noticia por negarse a jugar en Arabia Saudí a pesar de perder sus dos títulos mundiales por esa decisión, ha declarado que va a defender sus principios y no piensa jugar en un lugar en el que tiene que ir con hiyab y solo puede salir a la calle acompañada.

Ha dicho en una entrevista que lo más decepcionante de todo es que a nadie le importa, pero claro que es importante y muchas mujeres agradecerán ese gesto solidario, ésto es feminismo, sororidad y lucha por la igualdad.

MÁS INFORMACIÓN:

https://raelmexico.org/anna-olegivna-muzychuk-%E2%80%8B%E2%80%8B-es-una-gran-maestra-de-ajedrez-ucraniana/

LA PLAYA GAY DE PUERTO VALLARTA ESTÁ LLENA DE MEXICANOS Y EXTRANJEROS


La playa gay de Puerto Vallarta está llena de mexicanos y extranjeros que no le tienen miedo al COVID. Es una falta de respeto para toda la gente que está sufriendo y para los médicos. Se llama egoísmo y valemadrismo.

En plena crisis en materia de salud, se llenan las playas en el país, dejando notar su poco interés en cumplir las medidas sanitarias gubernamentales.

https://mantamarvallarta.com/es/blog/por-que-se-dice-que-puerto-vallarta-es-la-ciudad-mas-gay-friendly-de-mexico

EL LOCO, KHALIL GIBRÁN (1918)

El Desarmador Politico en la Cultura


Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:

Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:

-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!

Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:

-Miren! ¡Es un loco!

Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:

-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!

Así fue que me convertí en un loco.

Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.

 

DIOS

 

En los días de mi más remota antigüedad, cuando el temblor primero del habla llegó a mis labios, subí a la montaña santa y hablé a Dios, diciéndole:

-Amo, soy tu esclavo. Tu oculta voluntades mi ley, y te obedeceré por siempre jamás.

Pero Dios no me contestó, y pasó de largo como una potente borrasca.

Y mil años después volví a subir a la montaña santa, y volví a hablar a Dios, diciéndole:

-Creador mío, soy tu criatura. Me hiciste de barro, y te debo todo cuanto soy.

Y Dios no contestó; pasó de largo como mil alas en presuroso vuelo.

Y mil años después volví a escalar la montaña santa, y hablé a Dios nuevamente, diciéndole:

-Padre, soy tu hijo. Tu piedad y tu amor me dieron vida, y mediante el amor y la adoración a ti heredaré tu Reino. Pero Dios no me contestó; pasó de largo como la niebla que tiende un velo sobre las distantes montañas.

Y mil años después volví a escalar la sagrada montaña, y volví a invocar a Dios, diciéndole:

-¡Dios mío!, mi supremo anhelo y mi plenitud, soy tu ayer y eres mi mañana. Soy tu raíz en la tierra y tú eres mi flor en el cielo; junto creceremos ante la faz del sol.

Y Dios se inclinó hacia mí, y me susurró al oído dulces palabras. Y como el mar, que abraza al arroyo que corre hasta él, Dios me abrazó.

Y cuando bajé a las planicies, y a los valles vi que Dios también estaba allí.

 

AMIGO MÍO

 

Amigo mío… yo no soy lo que parezco. Mi aspecto exterior no es sino un traje que llevo puesto; un traje hecho cuidadosamente, que me protege de tus preguntas, y a ti, de mi

negligencia.

El «yo» que hay en mí, amigo mío, mora en la casa del silencio, y allí permanecerá para siempre, inadvertido, inabordable.

No quisiera que creyeras en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, pues mis palabras no son otra cosa que tus propios pensamientos, hechos sonido, y mis hechos son tus propias esperanzas en acción.

Cuando dices: «El viento sopla hacia el oriente», digo: «Sí, siempre sopla hacia el oriente»; pues no quiero que sepas entonces que mi mente no mora en el viento, sino en el mar.

No puedes comprender mis navegantes pensamientos, ni me interesa que los comprendas. Prefiero estar a solar en el mar.

Cuando es de día para tí, amigo mío, es de noche para mí; sin embargo, todavía entonces hablo de la luz del día que danza en las montañas, y de la sombra purpúrea que se abre paso por el valle; pues no puedes oír las canciones de mi oscuridad, ni puedes ver mis alas que se agitan contra las estrellas, y no me interesa que oigas ni que veas lo que pasa en mí; prefiero estar a solas con la noche.

Cuando tú subes a tu Cielo yo desciendo a mi infierno. Y aún entonces me llamas a través del golfo infranqueable que nos separa: » ¡Compañero! ¡Camarada!» Y te contesto:

» ¡Compañero! ¡Camarada!, porque no quiero que veas mi Infierno. Las llamas te cegarían, y el humo te ahogaría. Y me gusta mi Infierno; lo amo al grado de no dejar que lo visites. Prefiero estar solo en mi Infierno.

Tu amas la Verdad, la Belleza y lo Justo, y yo, por complacerte, digo que está bien, y simulo amar estas cosas. Pero en el fondo de mi corazón me río de tu amor por estas entidades. Sin embargo, no te dejo ver mi risa: prefiero reír a solas.

Amigo mío, eres bueno, discreto y sensato; es más: eres perfecto. Y yo, a mi vez, hablo contigo con sensatez y discreción, pero… estoy loco. Sólo que enmascaro mi locura. Prefiero estar loco, a solas.

Amigo mío, tú no eres mi amigo. Pero, ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi senda no es tu senda y, sin embargo, caminamos juntos, tomados de la mano.

 

EL ESPANTAPÁJAROS

 

-Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo- dije en día a un espantapájaros.

-La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa- me dijo.

Tras un minuto de reflexión, le dije:

-Es verdad; pues yo también he conocido esa dicha. -Sólo quienes están rellenos de paja pueden conocerla -me dijo.

Entonces, me alejé del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o minimizado.

Transcurrió un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo.

Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían anidado bajo su sombrero.

 

LAS SONÁMBULAS

 

En mi ciudad natal vivían una mujer y sus hija, que caminaban dormidas.

Una noche, mientras el silencio envolvía al mundo, la mujer y su hija caminaron dormidas hasta que se reunieron en el jardín envuelto en un velo de niebla.

Y la madre habló primero:

– ¡Al fin! -dijo-. ¡Al fin puedo decírtelo, mi enemiga! ¡A ti, que destrozaste mi juventud, y que has vivido edificando tu vida en las ruinas de la mía! ¡Tengo deseos de matarte!

Luego, la hija habló, en estos términos:

– ¡Oh mujer odiosa, egoísta .y vieja! ¡Te interpones entre mi libérrimo ego y yo! ¡Quisieras que mi vida fuera un eco de tu propia vida marchita! ¡Desearías que estuvieras muerta!

En aquel instante cantó el gallo, y ambas mujeres despertaron.

-¿Eres tú, tesoro? -dijo la madre amablemente.

-Sí; soy yo, madre querida -respondió la hija con la misma amabilidad.

 

EL PERRO SABIO

 

Un día, un perro sabio pasó cerca de un grupo de gatos. Y viendo el perro que los gatos parecían estar absortos, hablando entre sí, y que no advertían su presencia, se detuvo a escuchar lo que decían.

Se levantó entonces, grave y circunspecto, un gran gato, observó a sus compañeros.

-Hermanos -dijo-, orad; y cuando hayáis orado una y otra vez, y vuelto a orar, sin duda alguna lloverán ratones del cielo.

Al oírlo, el perro rió para sus adentros, y se alejó de los gatos, diciendo:

-¡Ciegos e insensatos felinos! ¿No está escrito, y no lo he sabido siempre, y mis padres antes que yo que lo que llueve cuando elevamos al Cielo súplicas y plegarias son huesos, y no ratones?

 

LOS DOS ERMITAÑOS

 

En una lejana montaña vivían dos ermitaños que rendían culto a Dios y que se amaban uno al otro.

Los dos ermitaños poseían una escudilla de barro que constituía su única posesión.

Un día, un espíritu malo entró en el corazón del ermitaño más viejo, el cual fue a ver al más joven.

-Hace ya mucho tiempo que hemos vivido juntos -le dijo-. Ha llegado la hora de separarnos. Por tanto, dividamos nuestras posesiones.

Al oírlo, el ermitaño más joven se entristeció.

-Hermano mío -dijo-, me causa pesar que tengas que dejarme. Pero si es necesario que te marches, que así sea. Y fue por la escudilla de barro, y se la dio a su compañero, diciéndole

-No podemos repartirla, hermano; que sea para ti.

-No acepto tu caridad -replicó el otro-. No tomaré sino lo que me pertenece. Debemos partirla.

El joven razonó:

-Si rompemos la escudilla, ¿de qué nos servirá a ti o a mí? Si te parece, propongo que la juguemos a suerte.

Pero el ermitaño persistió en su empeño.

-Sólo tomaré lo que en justicia me corresponde, y no confiaré la escudilla ni mis derechos a la suerte. Debe partirse la escudilla.

El ermitaño más joven, viendo que no salían razones, dijo:

-Está bien: si tal es tu deseo, y si te niegas a aceptar la escudilla, rompámosla y repartámosla.

Y entonces el rostro del ermitaño más viejo se descompuso de ira, y gritó:

– ¡Ah, maldito_ cobarde! no te atreves a pelear, ¿eh?