Claudia Constantino/ Crónicas Urgentes
Aunque el título de esta entrega sugiere que haré una crónica de las incontables fechorías de la clase política veracruzana, para su fortuna hoy y la mía a la larga: No. Esta crónica comienza la mañana del pasado lunes en la casa de Guadalupe, que para llegar a tiempo a su trabajo (en el DIF) se ha tenido que levantar más temprano porque a sus hijos, después del fin de semana, hay que arriarlos más para que se alisten.
El sábado anterior, a pesar de ser día de las madres, trabajó ayudando con los preparativos de los festejos que en distintos puntos del estado el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) organizó. El capital político de este tipo de celebraciones bien merece invertirle, como saben de sobra los políticos de cepa.
En el ranking de lo indispensable por aprovechar se encuentra: la celebración del día de las madres en el número uno, lo siguen la navidad; el día del niño; el de los abuelos, etc.
Así, todos los munícipes “celebraron a las madres”, los sindicatos y demás instituciones hicieron lo propio y hasta se montó el show en el que el gobernador Javier Duarte, atestiguaba como 22 personas eran reintegradas a sus familias después de haber estado desaparecidas, es decir agraviados por el delito de “desaparición forzada” que aparecieron; paleando el reclamo que hacían por las calles madres de desaparecidos.
Ese fue el escenario mediático-político de la víspera del 10 de mayo, durante la jornada y varios días después: la autoridad intentó convencer de que hace todo por las madres veracruzanas: las premia, apoya, reconoce y defiende. El discurso: incendiario, solidario, de reconocimiento pleno y la promesa reiterada de defender sus derechos se escuchó en cada acto, a cualquier nivel de gobierno.
En la realidad: por todo Veracruz, hallamos madres, que en la Sierra de Huayacocotla, Zongolica o de Chicontepec, lloran por sus hijos enfermos; en la absoluta marginalidad y pobreza muchas veces no hay un doctor a tiempo o un hospital donde puedan curar o salvar la vida de sus vástagos.
En las laderas de los ríos, encontramos madres que han enterrado a sus hijos bajo un alud de tierra porque en alguna inundación, el río crecido se los llevó; producto de la falta de regulación de los asentamientos humanos.
En las colonias marginadas, encontramos madres veracruzanas que pierden a sus hijos a manos de las bandas de la delincuencia organizada que les prometen sacarlos de su miseria, y lo hacen por un tiempo, hasta que la muerte los alcanza en algún hecho violento.
En los asentamientos irregulares, encontramos madres que han perdido a sus hijas, debido a que fueron enganchadas por algún tratante de blancas o que sencillamente pensaron que irse con un tipo era correr mejor suerte que la pobreza y la ignorancia que comparten con su familia.
En las casas de las colonias ricas, encontramos a no pocas madres veracruzanas, pensando en los hijos que dejaron solos en sus casas todo el día, pues su jornada laboral es de 10 o 12 horas, único modo de que les paguen los dos o tres salarios mínimos que consiguen.
En las afueras de los mercados vemos a madres veracruzanas, improvisar un puesto de quelites, verdolagas, y demás productos de su pequeño huerto, al lado del jacal en donde sobreviven y que con sus hijos a la espalda, dormidos en el rebozo, pasan 8 a 10 horas en lo que acaban sus escasos productos de a 5 y 10 pesos por pieza.
En los cruceros, vemos a otras tantas madres veracruzanas pedir limosna, vender chicles, chocolates o limpiar parabrisas mientras sus hijos mayores hacen lo mismo y los más pequeños juegan con tierra en el camellón.
Por desgracia, desde las camionetas blindadas, seguidas de vehículos Chargers con guaruras, parece que estas madres se ven poco. Parece que desde esos vehículos y los puestos de quienes los ocupan, el mundo se ve diferente.
Tan diferente como quitarle los zapatos a uno de los hijos para que salga así en la foto oficial del 10 de mayo, en que la pareja de gobernantes del estado felicitan a las madres veracruzanas, y quitárselos porque ya no les quedan y no hay para comprar otros.
Cualquier comentario para esta columna que ve las madres a:
PLUMAS LIBRES
No hay comentarios:
Publicar un comentario