8 junio 2018
Publicado por: Raúl López Téllez
La atiborrada multitud se entrega y hasta se desespera a la caza
de la foto “del próximo presidente de México, como repite una y otra vez el
maestro de ceremonias, que le quiere meter ironía política, aunque el
respetable está en lo suyo, a la espera del de Macuspana.
Con la música triunfalista de fondo, sube al templete instalado
frente a la Pérgola del corazón uruapense, donde de inmediato lo abordan unas
indígenas y le cuelgan sendos panes con un listón de colores además de flores.
No bien acaban, sube un don y le regala a López Obrador un jorongo. “Andrez”
(sí, así con zeta), dice en la parte baja y que ya no se quitará el candidato.
Luego sube otro don, éste le regala una pintura y AMLO es paciente, espera con
él la posible foto, que el pintor busca con la mirada.
La estrella al lado del candidato presidencial es el médico José
Manuel Mireles Valverde, icono de las autodefensas, que recibe el aplauso
incluso antes de que lo presenten. El candidato a una diputación local por la
vía plurinominal, por cierto litigándose en tribunales ante la queja de quien
había sido primeramente nominado, recibe casi al final del mitin el espaldarazo
de López Obrador, quien le levanta la mano para desborde de la multitud que el
de sombrero negro agradece quitándose el sombrero y tocándose el corazón.
Ignacio Campos, candidato a diputado por el Distrito IX, resbala
en el discurso: “ya hemos escribido”, dice, y la banda reacciona de inmediato,
“¡Obrador! ¡Obrador!”, abuchean, mientras aquel se apresura a enmendar de
inmediato.
López Obrador gasta en su discurso más de 40 minutos, como lo ha
hecho en los últimos mítines en el estado. El cambio lo dibuja con cifras y con
frases -“me canso, ganso”, “becarios sí sicarios no”-, alusiones a un salario
para campesinos y jornaleros, becas para todos los estudiantes de México y
retiro de pensiones para los expresidentes, como a Fox, al que le recomienda
irse “con una matraca” como porrista de José Antonio Meade, el candidato
priísta.
No faltaron los empujones entre el aferrado equipo que resguardaba
los accesos al templete y los reporteros, con roces verbales hacia un
encaprichado guarura que provocó el empujón a la valla metálica por parte de
los comunicadores para poder ocupar un espacio en la rueda de prensa.
La gente aplaude, grita, lanza porras, agita banderas, se
arremolina ante los repartos de camisetas, más allá del infaltable mercadillo
que sigue los pasos del candidato. “También somos del movimiento”, dice la doña
que atiende la venta de gorras, llaveros, pins, playeras, artículos todos en la
órbita del candidato presidencial.
Faltan “veintitantos días”, dice AMLO, para las elecciones.
Habrá que prepararse y cuidar el voto, señala a la multitud expectante, la
misma que lo seguirá sin vacilar unas cuadras después de terminado el mitin,
hasta que el convoy del candidato se pierde calles abajo.
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