Por José Miguel Cobián
Hay días que el columnista pone tonterías de título a sus colaboraciones, como la del día de hoy. (Así se expresó el director de este medio al leer la presente). Sí, es cierto, se gobiernan como mexicanos, pero… ¿Qué habrá querido decir el tal José Miguel?
He ahí la duda existencial que si no es disipada, no dejará vivir en paz el resto de sus años, a unos cuantos lectores asiduos a esta columna. La respuesta va como sigue:
El gobierno en democracia, tiene una raíz: La Razón del Pueblo. Es decir, se gobierna por el pueblo y para el pueblo. La razón de ser de la democracia es el interés común, la búsqueda del bien común que ya incluyó la derecha en el lenguaje político nacional. Sin embargo, en México, se gobierna a nuestro estilo, y esto significa que en nuestra democracia, el pueblo sirve para votar, para elegir a candidatos previamente seleccionados por los grandes electores de los partidos políticos.
Ejemplos los encontramos donde quiera, en nuestro estado podemos voltear a municipios grandes, medianos o pequeños, y en todos los casos el cabildo es un adorno más, que justifica la acción del ganador de la elección. Aquél principio democrático que buscaba que el cabildo fuera una representación del pueblo, que sugiriera, aconsejara y hasta acotara al presidente municipal, simplemente no existe en nuestro país.
Los ediles –por muy bravos y radicales que sean- acaban siendo adquiridos por el alcalde en turno. Los adquiere de muchas maneras, la más burda es mediante la selección de sus ediles (los de su partido) previo a la elección. Esos, serán incondicionales normalmente. Después de ganar la silla, el segundo paso es encontrar el punto débil de los ediles de oposición. Puede ser una necesidad económica, puede ser algún vicio satisfecho, puede ser algún manejo del ego, como la posibilidad de aparecer en todos los actos y en todos los medios, etc., al final el resultado es el mismo. El presidente municipal actúa sin límite, sin control y sin restricción alguna. Cuando quiere (la mayoría de los casos), esconde información vital, de índole económica (no se muestran detalles de la cuenta pública), o de índole política o social, y sólo informa al cabildo lo que le conviene. Toma las decisiones sin consultar a nadie, decide por todo su municipio y obviamente por todo su cabildo. Así, no es de extrañar que ante el poder absoluto del presidente municipal en turno, los ciudadanos le achaquen tanto los aciertos como los errores de toda su administración.
A veces, cuando un edil renuncia y su suplente también, si quien renuncia viene de la oposición, le hace el mayor favor del mundo al alcalde, pues entonces deja en una minoría más sensible a su grupo edilicio, y las decisiones las toma el alcalde, hasta en el reparto de comisiones, mismas que se convierten en un premio o en un castigo para el edil en turno. Hay lugares dónde un solo edil absorbe siete comisiones, mientras otros se quedan únicamente con una, y no pasa nada, todo por obra y gracia de la voluntad del alcalde en turno.
Así, al comenzar la democracia en México, se perdió primero el control del presidente de la república sobre el congreso de la Unión, y al mismo tiempo sobre los gobernadores, lo cual generó un rey y treinta y dos virreyes en la nueva España. Además, se perdió también el control de los gobernadores sobre los presidentes municipales, y así, tenemos gobernantes de ínsulas baratarias al por mayor, sin la mínima limitación a su ejercicio, pues los ciudadanos estamos acostumbrados a voltear a otro lado cuando vemos mala actuación o tropelías en nuestro ayuntamiento. Es normal y es costumbre.
He ahí el peor error de los gobernados. Dejar hacer, dejar pasar está bien como teoría económica, pero en la cultura gubernamental es un error. Lo peor es que ni siquiera sabemos reclamar en las urnas, pues en tiempos de elecciones el pueblo vende o cambia su voto por algunos satisfactores momentáneos. Así, una vez más, la conclusión es clara. El pueblo de México tiene el gobierno que se merece, y es su responsabilidad el atraso en que esta el país, independientemente de que el pueblo tenga conciencia de ello o no.
Mientras tanto, tendremos que seguir sufriendo gobernadorcitos de ínsulas baratarias que es en lo que hemos convertido a nuestros municipios. Y gozando muy de vez en vez, de verdaderos estadistas que logran triunfos reales para la ciudadanía que gobiernan. Léase el siguiente párrafo con ritmo de marcha de protesta: ¨El pueblo agachado, siempre será abusado¨