Platicando con Arturo y con Alberto Mario comentábamos acerca de la nueva actitud de los mexicanos ante los tiempos actuales. Actitud por cierto que yo esperaba, pues históricamente se ha dado en el resto de los países que enfrentan problemas similares.
En el caso de la violencia, decíamos que para nosotros es normal saber que hubo una balacera en tal o cual lugar, y continuar transitando por la ruta en que ocurrió. Antes ni por error viajábamos al D. F. salvo por necesidad, dado que nos sentíamos inseguros. Hoy vemos normal esa situación aún en nuestro estado. Vemos con temor un viaje por carretera a Acapulco, y vamos tranquilamente a Xalapa o al Puerto.
Nuestros hijos que han nacido y vivido bajo esta realidad, aprenden a pensar de acuerdo a esta situación. Por ejemplo, en la mesa se comentó el problema en que te metes matando a un intruso en tu casa, si lo haces con un arma de uso exclusivo del ejército, pues sales libre por la auto defensa y te detienen por tener el arma. Una niña menor de edad comentó inmediatamente la solución: tomar la pistola, ponerla en la mano del cadáver, disparar una vez, asentar las huellas digitales, y luego afirmar a las autoridades que le habíamos quitado el arma al intruso.
Pensar que una pequeña pueda pensar en esa solución y verla como lo más normal del mundo implica que le hemos fallado a nuestros hijos, todos los mexicanos como colectividad. Hoy los jóvenes están preparados para un asalto por parte de las autoridades y para actos de violencia entre civiles. Cómo nunca, hoy nuestros niños y jóvenes saben que si hay una balacera a dos cuadras, y ellos se cubren detrás de un muro y se mantienen pecho tierra, corren muy poco riesgo, pues a pesar de que las balas (algunas) puedan atravesar el ladrillo, la posibilidad de que les lleguen estando tirados en el piso es mínima. Hoy nuestros jóvenes actúan como si hubieran nacido en el barrio más peligroso de los ángeles, esos barrios que sólo en películas vemos. Falta muy poco para que nuestros jóvenes (la mayoría, no unos cuantos como hoy) sean capaces de asesinar a sangre fría y por cualquier motivo, como ya sucede en muchos casos con los jóvenes de Centroamérica, y como sucede en los países más peligrosos del mundo como los del cuerno de África o Afganistán.
La herencia que esta situación está generando, es una cultura de la muerte. Con mayor violencia, mayor inseguridad, y sobre todo, en la cual los valores como los conocimos están desapareciendo, como si una nueva era de oscurantismo estuviera llegando poco a poco a nuestro país.
Mientras hay países más pequeños que el nuestro como es el caso de Costa Rica, en dónde no hay ejército, en dónde se respeta la vida silvestre y se convive con ella, dónde los ríos y lagos están limpios, dónde el trato entre las personas es excelente, dónde el respeto a la vida y a los derechos de los demás son prioritarios, con poca corrupción y gobernantes relativamente honestos, sin el saqueo brutal que observamos aquí, en nuestro querido México hacemos exactamente lo contrario. Comparados con los Ticos, nosotros parecemos bárbaros. Bárbaros como esos que en la antigüedad atacaban sin piedad a los imperios, que por cierto también eran bárbaros, pero con cierta organización y seguridad para sus ciudadanos, exactamente como hoy son los imperios actuales. Esos imperios que definen claramente a los suyos (sus ciudadanos) y los otros (el resto del mundo) y que justifican cualquier atrocidad contra los ¨otros¨ en beneficio y protección de los ¨suyos¨. En nuestro México el problema más grave es esa falta de empatía entre mexicanos, país en el cual los ¨otros¨ son los vecinos y de allí para adelante, significa que pequeñas tribus se adueñarán de todo, matando y torturando a los ¨otros¨ aunque los ¨otros¨ sean sus propios hermanos y compatriotas.
Salvajes y bárbaros es nuestro destino si no hacemos algo HOY, por cambiarlo. Bonita herencia para las generaciones venideras. Bonita imagen de nuestro México en el mundo. No sólo república bananera, sino salvaje y bárbara.