Por: José Miguel Cobián
http://www.josecobian.blogspot.com/ miguelcobian@gmail.com
@jmcmex
Estado fallido, gobierno inepto, cleptocracia, ineptocracia, inepto-clepto-cracia, ¨ni son honrados ni saben cómo hacerlo¨, son algunos de los epítetos más comunes que se escuchan el día de hoy sobre la administración del país. (Y eso que el autor evitó los calificativos más fuertes y sonoros).
Todo parece indicar que México no tiene rumbo. La última vez que se estableció un rumbo, fue durante el salinato, con la preeminencia de la tendencia neoliberal en todos los asuntos públicos. Hoy, ese modelo está demostrando fases avanzadas de agotamiento y no se observa un nuevo rumbo, un nuevo proyecto de nación, un cambio para bien de los mexicanos. De ahí el título de esta colaboración, pues pareciera que no llevamos rumbo, sin embargo, el no llevar rumbo, nos lleva a un rumbo específico.
En principio, el no tener un gobierno que funcione y me refiero al federal, -para que no haya duda-, (pues es quien define el destino del país), implica mayor anarquía y caos, y dadas las circunstancias del país, mayor inseguridad. Esto a su vez, convence a más y más mexicanos de que la democracia no es lo nuestro, no funciona cambiar al PRI por el PAN pues parece competencia para ver cuál es peor cuando ocupa la presidencia de la república. Por cierto, si sumamos la actitud de gorilas y cavernícolas que ha asumido una parte del PRD, esto explica la elevada ventaja del puntero del PRI en las encuestas nacionales.
Si se llega a la conclusión de que la democracia no funciona, los culpables son en general la clase política, los gobernantes en general, los altos funcionarios y de allí para abajo, el resto de la burocracia, que sólo vive pensando en sus beneficios, sin entender que el país se les escurre de control como agua entre los dedos. Y si la democracia no funciona, no brinda desarrollo económico ni seguridad, y mucho menos justicia y paz, la conclusión obligada es que se necesita un caudillo.
Los caudillos generalmente se originan de la derecha o de las fuerzas armadas, y la simpatía que genera esta idea, promueve y estimula la posibilidad de establecer una dictadura en México. Dictadura que por fuerza tendría que ser de derecha, ya que los Estados Unidos no aceptarían una dictadura de izquierda en su patio trasero.
Nuestros hermanos de centro y sud america saben lo que significa tener dictadores, y lo difícil que resulta deshacerse de ellos. Conocen en carne propia el sufrimiento, el dolor, las pérdidas materiales y humanas que significa tener a alguien con poder absoluto. Los intelectuales, pensadores, filósofos y analistas saben que tener una dictadura es un paso más hacia el abismo que daría nuestro país.
También hay simpatizantes. La Iglesia y los grupos ultraconservadores podrían imponer sus ideas a sangre y fuego. Las potencias extranjeras saben que podrían explotar nuestros recursos naturales sin ningún recato, e incluso llegar a poner bases militares, para mayor protección de sus intereses económicos. Tendrían mano de obra barata, explotada y sin posibilidad de expresar su rechazo a políticas laborales esclavistas. También la clase política podría perpetuarse en el poder, sin necesidad de las engorrosas simulaciones que hoy llamamos elecciones, y sin el gasto que representa convencer o comprar a los votantes.
Habría que preguntarse si el incremento en la violencia, en la inseguridad, en la injusticia, en la desigualdad social, no son sino un proyecto con rumbo para simular que la democracia no tiene rumbo y llevarnos hacia una dictadura. O quizá convencernos de que la única salida es vender Pemex al extranjero, y de allí vender hasta a la mamá del próximo presidente, para que los mexicanos nos quedemos con nada. ¿Será ese el rumbo que aparenta no ser?
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