El avasallante bombardeo de publicidad, los promocionales de los partidos y sus candidatos; del árbitro electoral, y aun de los innumerables posts que inundan las redes sociales aceleran los tiempos políticos. Hoy, los contendientes son figuras cotizables en un mercado electoral donde las técnicas del marketing marcan la pauta.
Tiempo de vanidades exacerbadas, de dispendio y vacuidad donde lo mismo vale una pifia que un discurso bien estructurado… lo urgente ahora es posicionar al candidato. La realidad política parece estar hipotecada, controlada por ese marketing y por los poderes fácticos, virtuales; son ellos los que manipulan el escenario.
Atrás quedó la época en la cual los partidos difundían entre los potenciales votantes sus plataformas y sus militantes lo prometían todo para ganar el voto ciudadano. Pero la construcción de los nuevos iconos políticos llegó para quedarse. Y es en este escenario en el que el priista Enrique Peña Nieto se ha venido cobijando con el apoyo incondicional del consorcio de avenida Chapultepec.
Para el conglomerado de Emilio Azcárraga Jean, el mexiquense es el candidato-icono más conveniente: maleable, siempre correcto, ajeno a la confrontación y, acaso lo más rentable en materia política, el consentido del mítico Grupo Atlacomulco que desde mediados del siglo pasado intenta sentar a uno de los suyos en la silla presidencial.
Televisa también lleva años trabajando en esa misma dirección con Peña Nieto para colocarlo como el favorito entre el electorado. Él es el “rostro telegénico”, como escribe el reportero Jenaro Villamil en el prólogo del libro El lado oscuro de Enrique Peña Nieto (Planeta, 303 p.), que comenzó a circular a finales de abril.
El volumen reúne los trabajos de los reporteros de este semanario que han seguido paso a paso las andanzas del priista, sus padrinos políticos y virtuales, así como sus circunvoluciones políticas durante los últimos seis años.
En sus páginas, Proceso ha documentado “la otra cara de la fábula rosa que se promovió en todo el país. Incómodos los reportajes sobre la ‘sombra del narco’ en el Estado de México. Silenciados los documentos que confirmaban la existencia de un ‘Plan de Acción’ de Televisa para llevar a la Presidencia de la República a Enrique Peña Nieto, publicados desde octubre de 2005. Opacos los gastos y las alianzas para lograr la ‘recuperación electoral’ del PRI en la entidad más poblada del país.
“Bajo el rostro apuesto de un gobernante joven, telegénico, se encubren las redes del expresidente Carlos Salinas, de la tecnocracia de Ernesto Zedillo, de la operación electoral con Elba Esther Gordillo, así como los beneficios a los grandes capitales privados a través de los 120 mil millones de pesos invertidos en obras públicas incompletas”, escribe Villamil en este libro de imprescindible lectura.
En 40 reportajes, Proceso retrata con nitidez al Peña Nieto político, al candidato, al rehén de Televisa y documenta su inocultable ambición por llegar a Los Pinos acompañado por el PRI y sus nuevos aliados, como expone Villamil.
Farándula y política
Tiene 45 años y una idea fija. Una sola: ganar los comicios presidenciales del próximo 1 de julio. Lleva más de un lustro preparándose para ello. Sin embargo, desde que incursionó en la política mexiquense, apadrinado por Arturo Montiel Rojas, Peña Nieto quedó marcado por el sino de la corrupción, pues trabajó como subcoordinador financiero en la gestión de su tío, de quien tuvo que deslindarse cuando éste se vio inmerso en el escándalo.
Apenas llegó al palacio de gobierno mexiquense en 2005, Peña Nieto se acercó a Televisa y, no sin escándalos familiares y políticos –la extraña muerte de su esposa Mónica Pretelini, el irresuelto crimen de la menor Paulette Gebara Farah, la remoción de consejeros del Instituto Electoral del Estado de México en 2009, su visita al Vaticano y su boda con la actriz Angélica Rivera, La Gaviota–, inició su carrera hacia Los Pinos.
Tenía sólo unas semanas despachando como gobernador cuando en estas páginas se publicó el reportaje El Plan Televisa, en el que se glosaba el “plan de trabajo” de Peña Nieto con el consorcio de Azcárraga Jean:
“Tan sólo durante el primer año –decía el texto del 23 de octubre de 2005–, el erario del Estado de México le destinará a Televisa, a través de TV Promo y Radar, 742 millones de pesos, de los cuales 691 serán para spots y para la ‘compra’ de espacios en noticiarios y en programas de espectáculos.
“… Por la parte del gobierno mexiquense, el negociador con Televisa es David López, identificado por Rubén Islas Ramos, representante del PRD ante la autoridad electoral mexiquense, como uno de los tres gestores que negociaron con Televisa el ‘paquete’ de cuatro campañas simultáneas que sirvieron para maquillar el verdadero gasto de Peña Nieto en spots electorales durante la campaña. Los otros dos gestores fueron Otto Granados y Óscar Ignorosa.
“… La diferencia es que el proyecto de Peña viene acompañado de un ambicioso plan para prepararlo como candidato presidencial para 2012 y de una sospechosa y escandalosa ruptura con su antecesor, Arturo Montiel, a través de la difusión del escándalo sobre diversos movimientos financieros y compras de bienes raíces que involucran a los hijos y a la esposa del ahora exaspirante priista.”
El 14 de enero de 2007 Proceso publicó: “Desde que decidió que la televisora manejara su destino político, a Enrique Peña Nieto se le ve muy activo: su imagen se promueve en casi todos los noticiarios y barras informativas de Televisa: sus obras de gobierno se multiplican en la pantalla, lo mismo que sus recorridos y actos públicos por el Estado de México. La televisora lo sigue por todas partes y no faltan los acercamientos de cámara hasta en los actos deportivos, donde siempre se destaca su mejor perfil”.
Tres años después, 30 de mayo de 2010, en el reportaje Una maraña de complicidades, este semanario expuso: “La muerte de la niña Paulette Gebara Farah le generó la peor crisis de opinión pública al gobierno de Enrique Peña Nieto, cuya actuación en el caso, de acuerdo con encuestas de las que Proceso tiene copia, se califica en 80% como ‘mal’ y ‘muy mal’.
“… Ni las presiones políticas ni el manejo mediático ni la airada reacción del propio Peña Nieto contra el ‘lucro’ partidista del caso Paulette han borrado las contradicciones de la investigación que encabezó el propio (procurador Arturo) Bazbaz y su subprocurador Alfredo Castillo Cervantes, señalado por la prensa local como autor de la teoría del ‘accidente’ y encargado del despacho desde la renuncia de Bazbaz el martes 25 de mayo de 2005.
Meses atrás, posicionado el PRI mexiquense en unas elecciones en las cuales Eruviel Ávila retuvo la gubernatura para su partido que, como en los viejos tiempos, se quedó con 37 de los 40 distritos federales electorales, Proceso incluyó el reportaje Todo y todos con el delfín, en su edición del 12 de julio de 2009:
“Y ahora que los resultados vuelven a posicionar a este partido ante el electorado, Arturo Montiel, Emilio Chuayffet, César Camacho, Alfredo del Mazo e Ignacio Pichardo, quienes se reúnen cada mes con Enrique Peña Nieto, el delfín del Grupo Atlacomulco, promueven, de la mano de Televisa, al mandatario estatal, al que consideran el ‘mejor candidato presidencial’ de su partido para 2012.
“Los cinco (exgobernadores) movilizan ya recursos económicos y logísticos para recuperar el control político de la entidad y ganar la Presidencia de la República, una de las obsesiones de la clase política mexiquense.
“‘Desde Adolfo López Mateos no hemos vuelto a tener otro presidente’, dice Arturo Montiel a sus allegados.”
“Marketing”, mafias y otras cosas
Frente a está farándula mediática y de alianzas políticas a modo, El lado oscuro… incluye el reportaje Saldos del trueque, publicado por este semanario el 31 de julio de 2011 y que resulta central porque expone las falacias del proyecto peñanietista y desenmascara a turiferarios, como Vicente Fox, que cada día observan la política con diferente color.
Basado en una entrevista con Rubén Mendoza Ayala, el texto recoge revelaciones que ayudan a comprender los entresijos del poder y los acuerdos palaciegos:
“Entre el gobierno de Vicente Fox y el PRI hubo un ‘acuerdo cupular’ para garantizar el triunfo de Enrique Peña Nieto en el Estado de México, a cambio de que el PAN ganara los comicios presidenciales de 2006”, asegura el excandidato panista a la gubernatura mexiquense en 2005, Rubén Mendoza Ayala:
“A seis años de distancia, tras las recientes declaraciones de Fox a favor de Enrique Peña Nieto, Mendoza Ayala concluye en entrevista con Proceso que el presidente y su esposa, Marta Sahagún, ‘estaban amarrados con Arturo Montiel a través de la venta de leche y de los negocios de los hijos’ de ella. No le sorprenden las declaraciones del exmandatario panista realizadas en junio de 2011 al periódico puertorriqueño Nuevo Diario. Fox dijo que era inminente el retorno del PRI a la Presidencia y afirmó que ‘hay una nueva generación de priistas cuyos miembros crecieron en un ambiente democrático. Enrique Peña Nieto –puntualizó– pertenece a esa generación.
“… ‘Que nadie se equivoque: hay una mafia política y económica que no ha podido ser superada y que administra el país. Simplemente utilizaron al PAN como vehículo, lo hicieron a su modo y ahora ya no les sirve para nada. El costo lo va a tener el PAN forever and ever. El único partido que se medio salvó, y digo medio, es el PRD’, reflexiona.
“–¿Por qué elige esa mafia a Peña Nieto?
“–Porque es maleable. ¿Cuáles son sus logros? Sus indicadores son terribles; creció el desempleo y el subempleo, hay más inseguridad. A él lo quieren como un buen administrador. Él se opone a las candidaturas ciudadanas diciendo que existe el riesgo de que el narcotráfico las financie. ¡Por favor!”
En esta época de reacomodos y revanchismos, impotente el panismo para resolver los innumerables problemas nacionales que ha detonado –violencia sistémica, 60 mil muertes en la inútil guerra contra el narco, asesinato de periodistas, entre ellos el de Regina Martínez Pérez, corresponsal de Proceso en Veracruz–, Peña Nieto se erige como el candidato conveniente para el establishment político, la élite económica y los poderes fácticos.
Es él quien les garantiza el retorno del PRI a Los Pinos para que los tecnócratas de ese partido encabezados por el expresidente Carlos Salinas escriban el que quizá sea el último capítulo del neoliberalismo. Y aunque Peña Nieto aparente estar rodeado de sus Golden Boys, los verdaderos cerebros que están detrás de él son los salinistas José María Córboba Montoya, Pedro Aspe Armella y Santiago Levy (Proceso 1851).
Ya se vio en el debate del domingo 6 cómo se comporta el aspirante priista, quien maneja datos falsos pero no aporta ideas ni propuestas concretas. Y así seguirá en lo que resta de la campaña electoral. Hasta ahora y aun cuando sus asesores se afanan en posicionarlo como el político moderno de los “compromisos cumplidos”, su imagen no acaba de ser aceptada en las redes sociales, esa esfera que cada vez cobra más relevancia política entre los jóvenes, sobre todo entre los primovotantes.
Quizás esa sea una de las debilidades más notables en Peña Nieto, quien se ha mostrado poco hábil para manejarse en ese ámbito. A ello se debe que en la última semana haya sido más estridente el eco informativo que el propio debate. Hoy, los intelectuales cercanos a Televisa y aun los que trabajan para ella –de manera notable Héctor Aguilar Camín– insisten en posicionar al mexiquense y en descalificar a los críticos del candidato priista.
Y mientras esto sucede, conviene repasar la historia reciente que ofrece el libro El lado oscuro de Enrique Peña Nieto, publicado por Planeta en su colección Temas de Hoy.