por Roberto Morales
La pregunta es para qué nos sirven los escándalos políticos, para qué se acusan los políticos y quién gana cuando los políticos se sacan sus trapos, se insultan, se agravian y ventilan sus odios y resentimientos. ¿Quién gana? O simplemente quién sale perdiendo.
Veracruz ha vivido dos semanas de metralla pura desde que la familia Yunes exhibió un video y una decena de audios en que se revela cómo lucran los priístas con los programas sociales, con Oportunidades, con 65 y Más, con el abasto de leche a precio popular, con las despensas y con todo aquello que les permite integrar su ejército electoral.
Se ve y escucha a lo más granado del equipo del gobernador Javier Duarte de Ochoa, hablar con todo desparpajo del uso de los recursos federales —porque eso son, recursos federales— para asignarlos a los beneficiarios afines y marginar a quienes se identifican con otro partido, o simplemente a quienes no les son útiles al PRI.Se les oye proferir expresiones tajantes, instruir para dejar fuera de los programas de la Secretaría de Desarrollo Social a vocales y beneficiarios que no reúnan el perfil del votante rojo, y no sólo excluirlos de un programa sino darlos de baja de toda ayuda federal.
El impacto fue, como era de esperarse, similar a una bomba de varios megatones. Protestó el PAN y le siguió el PRD. Ejercieron presión y anunciaron que no irían a uno más de los eventos del Pacto por México, en respuesta a la desafortunada declaración del presidente Peña Nieto cuando le dijo a su secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles Berlanga, que aguantara la embestida y que quienes criticaban a SEDESOL eran quienes estaban más preocupados por la política y por las elecciones y no por la pobreza.
El líder del PAN, Gustavo Madero, anunció que no acudiría a la presentación de la iniciativa de reforma financiera. Horas después, el dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano, hizo lo mismo. O sea, dejaron al PRI y a Peña Nieto sin interlocución y al Pacto por México en punto muerto, prácticamente hablando solos. Y todo gracias al desastroso episodio de los mapaches fidelistas-duartistas de Boca de Río.
La respuesta del priismo fue exhibir a Miguel Ángel Yunes Linares y a su vástago, Miguel Ángel Yunes Márquez, ex coordinador estatal de Oportunidades, con siete audios en los que supuestamente operan programas federales a favor de panistas, incluida una conversación con el alcalde de Agua Dulce, Alejandro Torruco Vera.
La respuesta del clan de Javier Duarte y su antecesor, Fidel Herrera Beltrán, sin embargo, es endeble. Los audios carecen de afirmaciones categóricas sobre manipulación de los programas sociales o la exclusión de beneficiarios porque no sean priístas o porque sean antifidelistas o antiduartistas.
En los audios sobre Yunes Márquez no se escucha que el presidente Calderón sea el “jefe máximo”, el “cerebro” o el “coordinador de la estructura”, como sí ocurre con los de los priistas, donde se identifica claramente al gobernador de Veracruz como el principal líder de ese operativo para usar los programas sociales federales con fines electorales.
El otro golpe que le asestan a Miguel Ángel Yunes Linares es en referencia a una fotografía en que aparece junto a dos mujeres, una de ellas identificada como Sandra Ortega Rivas, supuestamente su amante, y su hija, presumiblemente de ese amorío. La gráfica corresponde a un viaje a la Riviera Maya. Sin embargo, tampoco implica un daño al erario público o al manejo de programas sociales con intención de convertirlos en votos.
Mientras el ataque entre ambos bandos se daba, comparecía ante el Senado de la República Rosario Robles Berlanga, para explicar la implicación de los funcionarios de SEDESOL en el caso de mapachería en Boca del Río y los alcances de la Cruzada Contra el Hambre, el programa punta de lanza del gobierno de Peña Nieto en materia social.
Rosario Robles fue acribillada. Se le cuestionó, se le acusó y hasta se le pidió la renuncia, tal como lo hiciera el senador perredista Manuel Camacho Solís. Y a todo respondió y dijo que no renunciaría porque no hizo nada malo ni su nombre se menciona en los audios.
Horas después, la Secretaría de Gobernación anunció el reinicio de las reuniones con PRI, PAN y PRD, a fin de revitalizar el Pacto por México, corregir los yerros y blindar los programas sociales para evitar su uso electoral. El Presidente Peña Nieto ya había advertido que no permitiría que ningún partido lucrara con ellos.
Los daños colaterales del episodio de los mapaches de Boca del Río son enormes. Javier Duarte, por omisión, por descuido, por torpeza, propició el primer descalabro político del presidente Peña Nieto y el riesgo de una fractura mayor en el Pacto por México, al evidenciarse que el PRI sigue en las mismas y que nada va a cambiar, pese a lo que se promete en campaña.
Ese es, con todo lo deleznable que parece, el juego de los políticos. Se desatan guerras de lodo, ataques feroces, imputaciones graves y descarnadas, mientras la sociedad lo que espera de sus gobiernos son soluciones a los grandes problemas y respuesta a los reclamos de cada ciudadano.
El pueblo nada gana con saber que los duartistas se roban Oportunidades en Veracruz y que a los Yunes los acusan de lo mismo. Nada le reporta que Salvador Manzur, el secretario de Finanzas de Veracruz, sea acusado de participar en el desvío de recursos federales; o que el ex titular de Salud, Pablo Anaya Rivera, haya mostrado el lado rudo exhortando a los mapaches a amedrentar a las beneficiarias de los programas o expulsarlas.
Esos pleitos, si acaso, le permiten saber el bajo nivel en que se desarrolla la política en Veracruz.
Le sirve al pueblo, en todo caso, para medir la ética y moral con que se conduce el secretario de Finanzas Manzur, a quien se le ve llevar el mando en la reunión de operadores priistas,y hablar y citar que está ahí porque a eso lo envió el jefe de la estructura, el gobernador Javier Duarte de Ochoa.
El pueblo es escéptico y sabe que nada va a cambiar, porque tras los ataques, el escándalo y las descalificaciones, todo seguirá igual, reflejo de la impunidad con que se conducen los políticos y que los lleva a ser voraces, inhumanos e implacables con la sociedad.
La impunidad es su aliada. Pueden robarse los programas sociales y nada ocurre. No se les aplica la ley. Y cuando no se aplica la ley, hay injusticia. De ahí el desdén de la sociedad por la clase política y su resistencia a creer.
FUENTE: PLUMAS LIBRES