Por Ricardo Monreal
Hace 12 años AMLO vivía
su mejor momento político. El lunes 8 de septiembre del 2003, el diario Reforma
desplegaba el siguiente titular: “Aventaja AMLO hacia 2006”. Su encuesta
reportaba 37% de intención de voto para López Obrador, 23% para Santiago Creel
y 20% para Roberto Madrazo, mientras que “ninguno” era de 7% y “no sabe” 13%.
Aunque también advertía que, por partidos, la preferencia era otra: PAN 29%,
PRI 22% y PRD 16%.
En aquel año, AMLO, además de ser el gobernante de la capital de la
República, era un político popular (83% de aprobación, con 7.7 de
calificación), acababa de darle carro completo al PRD en la Asamblea
Legislativa y el triunfo en 14 delegaciones en julio de ese año, mientras que
sus programas sociales y las obras viales gratuitas (las de hoy son de paga), ya
se escuchaban en el resto del país. Mejor, imposible.
Vendría después toda una operación de Estado para desbarrancarlo: los
videoescándalos de Gustavo Ponce y René Bejarano, recorte de partidas federales
en la capital de la República, los señalamientos de “populismo mesiánico” y el
proceso de desafuero mancomunado PRI-PAN, que culminaría con la campaña de “un
peligro para México”. Una larga guerra de lodo y golpeteo que inició en enero
de 2004 y concluyó en términos mediáticos en diciembre de 2006: casi 36 meses
de sobreexposición. Así se incubó y se inoculó la amlofobia.
El pasado domingo el mismo diario Reforma, como suele hacerlo al
acercarse la segunda parte de un sexenio, publica la primera encuesta para la
carrera presidencial del 2018. “Inicia AMLO adelante”, con 42% de las
preferencias entre ciudadanos, seguido de Margarita Zavala 28%, Miguel Mancera
25%, Jaime Rodríguez “El Bronco” con 19% y Miguel Ángel Osorio Chong con
18%, entre los aventajados.
La vueltas que da la vida. Sin cargo público de por medio; con una
exposición mediática o informativa prácticamente nula; ignorado por los grandes
noticieros electrónicos; con discretos recorridos semanales a ras de tierra
que, si se anuncian, es mediante perifoneo o volantes fotocopiados;
y con una Amlofobia inoculada y cultivada en el inconsciente colectivo, López
Obrador tiene una preferencia electoral ¡7 puntos mayor! a la que reportaba
hace 12 años, en el cenit de su carrera política.
Con dos ingredientes adicionales: hoy somos 16 millones de mexicanos más y un
padrón incrementado en 14.5 millones de nuevos electores.
La conclusión del diario (que nadie en su sano juicio calificaría como
lopezobradorista), es puntual: “Actualmente no hay nadie mejor posicionado que
AMLO rumbo al 2018. Pero la carrera es larga y con obstáculos”.
Y vaya si los habrá: desde una segunda versión de desafuero, como el
juicio que pretende promover el PRI en el INE por presuntos “actos anticipados
de campaña” y “exceso de gastos”, hasta la inmadura comparación con Nicolás
Maduro que hacen algunos panistas (ya se les murió Hugo Chávez). “El peligro
para México” seguramente será reeditado como “el peligro para tu empleo y tus
ahorros”. Pero pocos se tragan dos veces un mismo anzuelo.
Algunos dirán que AMLO está de regreso. La verdad es que nunca se ha
ido. Liderazgos políticos de esta especie, con raíces y alma social, fraguados
en caminos de brecha y no en autopistas mediáticas, no existen en el país.
Solo falta que cada día más ciudadanos se den cuenta que la carrera de
AMLO no es una obsesión, sino una visión de principios y valores; no es una
fijación, sino una vocación; y no es una necedad, sino una necesidad de cambio,
para que ahora sí, la tercera sea la vencida.