El asesinato del negro
estadounidense George Floyd ha revelado que el racismo es una forma disfrazada
de la esclavitud moderna. Hay que decirlo bien alto: todo trabajo o empleo cuyo
salario no cubre la canasta básica es un trabajo esclavo. En Europa y otros
países industrializados, las y los trabajadores lograron en mayo de 1968 la
equivalencia entre la canasta básica y el salario mínimo, sabiendo que cada fin
año se vuelve a calcular el monto de la canasta básica.
Recordemos también que
fue también en estos levantamientos europeos de 1968 que se logró igualar el
salario de la mujer con el del varón. En Ecuador estamos lejos de la cuenta: a
medio camino si se considera que actualmente la canasta básica ecuatoriana ha
llegado a los 800 dólares y creo que no cubre todos los elementos que incluye
la canasta europea. Nos engañamos si creemos que algún buen gobierno nos va a
regalar este derecho del salario mínimo equiparado a la canasta básica: los
derechos se conquistan en duras luchas, cuando se ha hecho conciencia de su
necesidad y se está organizado en consecuencia. En Ecuador no es el pan que
hace falta, es nuestra falta de conciencia, organización y valentía.
¿Qué es lo que nos
puede motivar para esta lucha? Partamos de la semana laboral. Mediante
numerosas luchas y mucha sangre derramada por la represión, se había logrado
que la semana de trabajo fuera de 6 días con 8 horas de trabajo diario y de un
día de descanso obligatorio. La mal llamado ley ecuatoriana recién aprobada de
‘apoyo humanitario’ ha derrumbado este logro sin que muchas ni muchos
protestáramos por este atropello mayúsculo. Así se pierden los derechos que no
somos capaces de defender. No sólo hay que echar la culpa al gobierno de los
empresarios, banqueros y corruptos, sino a nuestra indiferencia, cobardía e
insolidaridad.
Aprovechemos que
creemos todavía que somos ‘país católico’ paras echar un ojo a la Biblia. La
organización del tiempo en ‘semanas’ de 7 días viene de las religiones del
Medio Oriente que adoraban a la Luna. Esta organización fue asumida por el
pueblo de Moisés y el día de descanso fue insertado en los 10 mandamientos hace
más de 1,000 años antes de nuestra era. Leamos lo que dice este mandamiento en
el libro bíblico del Éxodo: “Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo.
Trabaja seis días, y en ellos haz todas tus faenas. Pero el día séptimo es día
de descanso, consagrado a Yavé, tu Dios. Que nadie trabaje: ni tú, ni tus
hijos, ni tus hijas, ni tus siervos, ni tus siervas, ni tus animales, ni los
forasteros que viven en tu país”.
Tal vez nos
sorprendemos de este largo mandamiento más de 3 veces milenario. En ese tiempo
el día de descanso era el día sábado, primero de la semana. Para marcar la
nueva era en tiempos de Jesús de Nazaret el día de descanso pasó a ser el
domingo, reconocido igualmente como primer día de la semana. Curiosamente en
los tiempos modernos, por razones de economía turística, se consideró el
domingo como último día de la semana y se lo unió al sábado para invitarnos a
ir de paseo… Pero el paseo alcanza a pocos trabajadores… Perversamente se
levantó la costumbre del descanso dominical obligatorio con el fin de abrir los
supermercados y otros negocios. ¡El descanso incluye no sólo a las y los
vendedores sino también a las y los compradores!
Digo ‘perversamente’
porque la justificación bíblica del descanso semanal tiene 2 motivos: Era
“consagrado a Yavé” el Dios del Pueblo de Moisés. El otro motivo es señalado en
el texto bíblico en la introducción a los 10 mandamientos: "Yo soy Yavé,
tu Dios, el que te sacó de Egipto, país de la esclavitud”. La finalidad de los
10 Mandamientos era la negación de la esclavitud. Con el paso de los siglos se
transformaron los 10 Mandamientos en preceptos individualistas y
espiritualistas, cuando originalmente era el resumen de la Carta Magna del
Pueblo de Moisés que buscaba proclamar que ya no eran esclavos ni se hacían
esclavos unos a otros. Por reafirmar esta libertad frente a la esclavitud de
Egipto y de los pueblos vecinos dejaban de trabajar un día a la semana, varones
y mujeres, extranjeros y hasta los animales. Veían en este propósito la mano de
Dios que los quería libres, fraternos y creyentes. ¡Cómo han cambiado los
tiempos en 3 milenios! Y no me parece ser un avance humanitario, sino más bien
lo contrario. El trabajo dominical es actualmente, además de los salarios de
miseria, los grandes signos de la esclavitud moderna. Tal vez nos hayamos
olvidado de que Dios es un Dios liberador de los esclavos y de las víctimas de
las injusticias… porque la fe no es sólo creer en Dios, es vivir como hermanos
iguales y de manera equitativa, o sea, que cada uno tenga satisfechas sus
necesidades básicas…
¡Cuán lejos estamos del
proyecto de Moisés, que es el proyecto de Dios, que es también el proyecto de
Jesús! ¿De qué sirve que nuestra Constitución “invoque el nombre a Dios” si lo
transforma en el dios de los opresores? Que esta reflexión sobre el descanso
dominical nos haga valorar nuestra dignidad, reconocer nuestros derechos,
construir una fraternidad equitativa, desbancar este sistema neoliberal y ser
varones y mujeres libres, libres para trabajar, libres para descansar, libres
para conformar un país donde vivamos en paz.