“La pederastia no puede ser aceptada por la Iglesia, ni en la Iglesia, ni en nuestras escuelas o en nuestros colegios, ni en el mismo recinto sagrado se puede aceptar un colaborador que abuse de un niño”, dijo el arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, al concluir la ceremonia conmemorativa en Tehuacán por sus 50 años de servicio sacerdotal.
El 1 de julio de este año, el cardenal fue recibido en el Seminario Menor sólo por unos doscientos de los más de dos mil fieles previstos por los organizadores del festejo eclesiástico. Algunos agitaron banderitas blancas con amarillo, los colores de El Vaticano, en señal de júbilo. Entre ellos destacó la activista Ingrid Barrios Hernández, pues enarboló una hoja en blanco tamaño carta con la leyenda escrita a mano y en mayúsculas: "Norberto, protector de pederastas".
El señalamiento de Ingrid hizo referencia a un crimen que sigue impune: abuso sexual contra niños cometido por el entonces sacerdote Nicolás Aguilar Rivera, el caso más grave en esta Diócesis creada en 1962, bajo el liderazgo de Rafael Ayala Ayala, fundador del Seminario Regional del Sureste (Seresure).
El 5 de noviembre de 1985, Norberto relevó a Ayala Ayala por decisión del entonces Papa Juan Pablo II. Trató por todos los medios de desaparecer a los sacerdotes de izquierda. Gonzalo Hallo del Salto fue deportado a Ecuador, su país de origen. Otros más tuvieron que dejar el sacerdocio: Bulmaro Gutiérrez y Francisco Machorro Alcalá. Y finalmente acabó con el Seresure.
Las acusaciones contra el padre Nicolás aumentan
Un día de 1986, con Rivera Carrera a la cabeza de la Diócesis de Tehuacán, el padre Nicolás fue encontrado mal herido. Un fuerte golpe en la cabeza lo había dejado inconsciente en la calle. Sangraba profusamente. Estaba acusado de tener relaciones sexuales con dos muchachos de Cuacnopalan. Por esos días, una mujer, de oficio maestra, lo acusó de haber violado a su hijo.
En 1987, ante el escándalo creciente, Rivera Carrera envió al sacerdote a la Diócesis de Los Ángeles, California, Estados Unidos. Arguyó que tenía problemas de "salud" y "familiares". Sin embargo, poco tiempo después, el entonces cardenal estadunidense, Roger Mahony, señaló una "situación grave y urgente".
En una carta enviada por Mahony al purpurado mexicano el 4 de marzo de 1988, advirtió "las acciones depravadas y criminales de este sacerdote durante su tiempo en la Arquidiócesis de Los Ángeles (...). Es casi imposible determinar precisamente el número de jóvenes acólitos que él ha molestado sexualmente, pero el número es grande".
En otra misiva del 17 de ese mes y año, Norberto Rivera dijo a Mahony que era "muy doloroso" para él esa información; pero, sobre todo, subrayó algo que asombró al jerarca católico de ese país norteño: "en la carta de presentación del 27 de enero de 1987 incluí una fotografía de identificación y una carta CONFIDENCIAL (sic) del 23 de marzo del mismo año le hice un resumen de la problemática homosexual del padre".
Con base en esta carta, Mahony respondió también por escrito. Destacó que estaba "sorprendido y trastornado", pues la justificación para enviar a Nicolás Aguilar eran "motivos familiares y de salud"; "si usted me ha escrito que el padre Aguilar tenía algún problema homosexual, le aseguró que no lo hemos recibido aquí en esta Arquidiócesis", redactó con subrayado y en negritas.
La impunidad, un ingrediente más
De acuerdo con la periodista San Juana Martínez, en 1989, el padre Nicolás huyó a México. Fue recluido en una clínica. Más tarde volvió a estar a cargo de los monaguillos.
En 1995, violó al niño Joaquín Aguilar. Después se trasladó a Tehuacán. Allí se hizo cargo de la preparación de la primera comunión de los niños, pese a sus crímenes. Trabajó en la parroquia de la Virgen de Juquilita y en la iglesia de San Vicente Ferrer, en San Nicolás Tetitzintla de Tehuacán, Puebla.
En 2001, Nicolás Aguilar declaró ante el Juzgado Penal de Tehuacán, debido a que estaba acusado de violar en noviembre de 1997 a los menores Sergio, Joaquín, Felipe y Efrén, en Nenetzintla. Se declaró inocente. No fue detenido, pese a que pesaba en su contra una orden de aprehensión. Tenía amparo.
Nicolás Aguilar Rivera habría violado a 26 niños en Estados Unidos y a otros 60 en México. A la fecha, su nombre está en la lista de los 10 delincuentes más buscados por la Fiscalía General del Estado. Dicen que se le ha visto en las sierras Norte y Negra. También en la Mixteca. Actualmente, tendría 75 años, de los cuales 15 ha estado prófugo de la justicia y más de 30 abusando sexualmente de menores de edad. Este caso es el más grave en Puebla; pero no es el único... ni siquiera en la iglesia católica.
En el panorama general
De acuerdo con el Censo Nacional de Justicia elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en Puebla se han registrado 576 casos de abuso sexual infantil, desde tocamiento, exhibicionismo y violación.
Según el doctor en Psicología, Héctor Cerezo Huerta, los casos de abuso sexual en contra de infantes se agravan porque muchos son ocultados ante la desconfianza hacia los especialistas que atienden este problema.
Con base en datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), destacó que en nuestro país seis de cada 10 niños sufren violencia, es más, destacó que de cada 10 víctimas 5.5 sufren abuso sexual.
A pesar de que hay profesionales en psicología, psiquiatría y abogacía, las personas que actualmente atienden a los niños con abuso sexual, carecen de entrenamiento y sensibilidad necesarias para hacer un buen trabajo.
Desde su punto de vista, “no tienen entrenamiento ni formación sensible", por lo que durante las entrevista con las víctimas menores de edad, no son certeros y a veces ni siquiera concluyen que han sufrido abuso sexual, ante la complejidad de esta situación.
La fe, un impedimento para la denuncia de curas pederastas
Por otra parte, el doctor en Antropología, Luis Arturo Jiménez Medina, opinó que la religión católica mantiene un peso muy importante en la sociedad mexicana, pese a los errores de sus líderes, lo que resta posibilidades a tener en contra denuncias por cualquier delito; incluso, si se trata de abuso sexual contra infantes.
Para empezar, destacó que la fe impide al feligrés ver a su sacerdote en la comisión de un delito y, además, la religión católica minimiza el hecho, lo que se traslada al Ministerio Público, donde teóricamente no debe de concederse ninguna consideración, la mayoría de las veces son exculpados o encubiertos.
El caso de Nicolás Aguilar Rivera no está cerrado. No hay visos para la aprehensión próxima del sacerdote. El tema prácticamente ha quedado en el olvido, víctima del carpetazo, bañado de polvo, oculto, esperando que la sociedad sepulte el tema o la vida sepulte al supuesto pederasta.
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