10 de febrero de 2015

HSBC SUIZA Y EL PARAÍSO FISCAL PERDIDO (¿HABRÁ PARAÍSO FISCAL RECOBRADO?)

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@FedericoArreola
{“Botín fue tan bueno que cuando murió fue directo al paraíso fiscal”. Eso dicen en España del banquero Emilio Botín al que se le descubrieron cuentas en el HSBC de Suiza. Cuentas por más de 2 mil millones de dólares, algo así. Cualquier baba de perico, pues.

Paraíso y cielo son la misma cosa. Y también son sinónimos de gloria o edén. Pero no tienen el mismo atractivo el paraíso, el cielo, la gloria o el edén de los cristianos que el paraíso, el cielo, la gloria o el edén de los que no pagan impuestos.

“La gloria eres tú”, dice el bolero. Debería decir: “La gloria es la banca privada”. Y tendrá que modificarse otra canción, aquella de “ven, ven, ven, vamos a Tabasco, que Tabasco es un edén”. Una versión más adecuada es: “Ven, ven, ven, vamos al HSBC, que el HSBC es un edén”.

Es lo que cantaron durante años más de mil mexicanos que hoy aparecen en la lista Falciani del HSBC en Suiza. Los más conocidos, Carlos Hank Rohn, Jaime Camil Garza, Luis Téllez Kuenzler, Alfredo Elías Ayub y Eugenio Ebrard Casaubón.

El sueño de todos ellos es el de irse, después de morir,  al cielo de los que evaden impuestos sin que se les moleste.

Algunos de los exhibidos ya dijeron que sus fortunas son perfectamente legales y fueron oportunamente reportadas al SAT o la SHCP. Otros, como el hermano de Marcelo Ebrard, han afirmado que su cuenta se canceló en 2009 y que, por lo tanto, él no ha hecho nada malo.

¿Les creemos? No hay ninguna razón para no hacerlo. Pero mejor, para salir de dudas, que se les investigue. Y santo remedio.

La peor pesadilla de los mil mexicanos de la lista Falciani era la de ser expulsados del paraíso fiscal suizo. Y, con esta balconeada, quizá ya corrieron la suerte de Adán y Eva cuando fueron echados, de muy mala manera, del paraíso terrenal. Y vaya que, de paraíso a paraíso, el terrenal es mucho menos apetecible que el fiscal.

Desde que nació el capitalismo, el dinero es el verdadero dios de casi toda la gente. No se conoce a ricos que se hayan suicidado porque falleció alguno de sus hijos. Eso sí, sobran los que se lanzan al vacío desde grandes alturas –como niños héroes– por perder sus fortunas o parte de ellas.

La mala noticia es que, como el cielo de los católicos en el que ya nadie cree, los paraísos fiscales están dejando de existir.

Las filtraciones de empleados bancarios asqueados de ser lavadores, las investigaciones periodísticas multinacionales y la decisión de los gobiernos más poderosos de ya obligar a los ricos a pagar sus impuestos, están despertando a los multimillonarios del sueño de que pueden evadir eternamente sus impuestos y ocultar para siempre sus patrimonios.

Leía en los comentarios de los lectores de un diario suizo la reflexión de un tipo: No se preocupe usted si tiene su dinero en un paraíso fiscal y su nombre todavía no se ha hecho del dominio público, ya aparecerá usted en cualquier lista.

Nadie está salvo en los tiempos del periodismo de investigación, de las vulnerable tecnología informática, y sobre todo en la era de los grandísimos gobiernos con crecientes necesidades de dinero para financiar sus proyectos políticos, sociales o económicos.

La buena noticia, para las autoridades fiscales de cada país, es que ya cuentan con numerosos nombres para investigarlos, lo que harán, o no –la discrecionalidad siempre juega a favor de los políticos–, dependiendo del criterio o de las necesidades de cada gobierno.

En cualquier caso, las personas cuyos nombres integran las listas de los paraísos fiscales tendrán que seguir portándose bien con los hombres y las mujeres en el poder, o empezar a hacerlo rápidamente, si no quieren que se les pregunte cómo, cuándo y dónde pagaron impuestos por esos dineros que tanto esconden, que además también podrían ser sospechosos de tener oscuros orígenes en el crimen organizado. Porque el narco tiene su papel en esta historia, claro que sí.

No sé si sea buena noticia, pero es un hecho que los gobiernos con estos escándalos ganan fuerza frente a los multimillonarios, sobre todo frente a los excesivamente ricos que, a veces, en los países con autoridades débiles caen en tentaciones desestabilizadoras.

En fin, como en el poema de John Milton, creo que podemos hablar ya de los paraísos fiscales perdidos.

Aunque, como en el caso de la obra de Milton, siempre existe el riesgo de que el paraíso perdido tenga como secuela el paraíso recobrado.


Los banqueros, vivos y mañosos, van a intentarlo todo para volver a cometer sus fechorías burlándose de la ley.



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