27 de agosto de 2019

PAPI, PAPITO ¿QUÉ TE HICIERON? TESTIMONIO DE MAGALI GONZÁLEZ ALFONSO, HIJA DE JAVIER GONZÁLEZ DÍAZ PRESO INJUSTAMENTE EN EL CERESS NO 5



por  Ciudad de México
La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad, una grave violación a los derechos humanos en perjuicio de las víctimas directas e indirectas. Práctica fascista perpetrada contra luchadores sociales, revolucionarios, activistas políticos, trabajadores de la comunicación, defensores de los derechos humanos y pueblo en general, lejos de disminuir se perpetra en toda la geografía mexicana.
Así sucedió con nuestro compañero Javier Gonzáles Díaz, quien fue detenido desaparecido por 25 horas, tiempo en el que fue sometido a tortura, tratos crueles inhumanos y degradantes, para posteriormente ser presentado ante sus familiares como un “delincuente” en el CERESS No 5 de la entidad chiapaneca, así nos cuenta Magali, hija del compañero Javier.
Geineli Magali González Alfonso tiene 18 años de edad, vive en la comunidad 20 de junio, municipio de Venustiano Carranza, Chiapas. Hizo una pausa en sus estudios de preparatoria por dificultades familiares, pero tiene presente que va a continuar con ellos. Su papá es Javier González Díaz, de 45 años de edad, de origen campesino, es la fuente de trabajo y vida para su familia. Tiene seis hermanos, cuatro hombres y una mujer (una hermanita de 13 años con parálisis cerebral) su mamá está al cuidado de ella.
Como familia llevan varios años viviendo en la comunidad, son más de 20 familias las que ahí habitan. Recuerda que cuando llegaron no tenían agua, luz, electricidad ni drenaje, como era un núcleo poblacional nuevo, tenían que luchar por los servicios, pues, por sí solos no iban a llegar ni el gobierno los iba a entregar de buena voluntad.
Se le viene a la memoria lo que hace su papá para tener lo necesario en su comunidad, nunca ha escatimado participar cuando la necesidad lo requiere; siempre ha estado ahí mi papá. Como en la jornada que se hizo en mayo, por los detenidos desaparecidos, mi papá se fue a la Ciudad de México para realizar labor de denuncia y difusión y solidarizarse con los familiares del compañero Fidencio Gómez Sántiz, de los revolucionarios Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya.
El 17 de julio del presente año mí papá salió de la casa a las 8 de la mañana, era temprano, un día normal para la familia, antes de salir nos dijo, voy a hacer unas compras, llego al rato. Salió con un compañero de la comunidad, Pedro Leonel Solano, un joven de 17 años que para nosotros es como de la familia, le dice tío a mi papá, salieron en una motocicleta, el que conducía era Leonel porque mi papá no sabe manipular ni una bicicleta. Estuvimos tranquilos durante el día, nunca pensamos que le iba a suceder algo malo, nuestras actividades transcurrieron de manera normal, como siempre acostumbramos a hacerlas.
La tarde empezó a hacerse presente, mi padre no llegaba, en cierta forma no generó mucha preocupación porque en otras ocasiones llegaba un poco tarde. No nos dimos cuenta que los compañeros ya lo buscaban, no nos decían porque querían tener certeza dónde lo tenían y lo que había sucedido con él.
A las cinco de la tarde del mismo día, fueron a vernos a la casa unos compañeros, ahí nos avisan que mi padre estaba desaparecido, no sabían a dónde se lo habían llevado, las autoridades municipales de Villa Las Rosas les negaron la información, su argumento fue que no tenían conocimiento de eso.
La actitud del gobierno municipal le preocupó a los compañeros, porque Leonel, quien iba con mi papá vio que agentes vestidos de civil y otros con uniforme se llevaron a mi papá, él alcanzó a huir. En esas condiciones y por la actitud del gobierno deciden en la comunidad hacer acciones de protesta para que lo presenten con vida porque estaba muy bien claro que agentes del Estado se lo llevaron.
Toda mi familia escuchaba muy atentos, pero cuando nos dijeron que no sabían nada de papá, mis hermanitos empezaron a llorar, no daban crédito a lo que se decía, por la mañana lo vimos, nos dijo que iba a regresar y ahora nos enteramos de lo desaparecieron. En ese momento entré en un estado de shock, perdí por un momento la noción del tiempo, sólo tenía en mi cabeza las imágenes de papá cuando se despidió por la mañana, con su sonrisa y sus movimientos, con la certeza de que lo íbamos a ver al rato, pero resulta que no fue así.
Escuché el llanto de mis hermanitos, quienes insistentemente decían, ¿dónde está?, ¿ya no va a regresar?, ¿quién se lo llevó?, mamita, ¿dónde está mi papito?. Mi mamá, los abrazó no pudo contener el llanto. Al verlos, las lágrimas invadieron mi rostro, mi mente estaba presente en él, cualquier cosa podía suceder, que tal si ya no regresaba, si lo estaban torturando, incluso que tal si ya lo mataron.
Los compañeros empezaron a tranquilizarnos para no angustiar más nuestra pena, iban a realizar movilizaciones de protesta para exigir al gobierno de Chiapas que presente con vida a mi papá, porque es muy evidente que se lo llevaron por participar en la organización. Uno de mis hermanos nos dio más ánimos, nos dijo no lloren, lo vamos a encontrar, lo agarraron por cuestiones políticas lo vamos a encontrar con las actividades de denuncia que haga la organización.
Eso nos dio ánimos, también nada ganaba con llorar, así no iba a encontrar a mi papá. Por la noticia no comimos, el hambre se nos fue, era mucha la angustia de no saber dónde estaba. Al día siguiente, fui con otros dos compañeros de la comunidad a preguntar al municipio de Villa Las Rosas si ahí lo tenían, nos dirigimos a la agencia municipal, ahí pregunté, está detenido aquí Javier Gonzáles Díaz. No, respondió de manera prepotente una persona de sexo masculino en la recepción, no tengo conocimiento de ese suceso.
Al ver la actitud prepotente del funcionario decidimos salir del lugar, no nos iba a dar más información. Un policía estaba afuera me acerque a él y le pregunté, sabe usted si mi papá Javier González Díaz está aquí o conoce a dónde se lo llevaron. No sé, contestó, desconozco el tema, no he escuchado sobre ese suceso. Volví a insistir, estaba muy preocupada, por favor, dígame la verdad, estoy muy preocupada por mi papá. El hombre volvió a decir, no sé, ve a buscarlo a Teopisca o a Comitán, posiblemente esté ahí, pero aquí no ha llegado nadie con ese nombre.
Salimos de la agencia, no habíamos conseguido nada, no querían decirnos la verdad sobre el paradero de mi papá. Nos regresábamos a la comunidad cuando recibe una llamada mi compañero Samuel para avisarle que ya habían visto a mi papá, estaba en un lugar conocido como Las Granjas, en el mismo municipio, por lo que nos trasladamos hasta allá.
No conocíamos ese lugar, tuvimos que preguntar para llegar ahí, en ese momento eran muchas emociones las que me invadían, quería ver a mi papá. Al llegar vimos un lugar muy aislado de la población, rodeada de una valla metálica, adentro había muchas patrullas de la policía municipal y estatal, motocicletas y varios elementos policíacos, como si fuera el lugar a donde llega toda la policía. En la entrada estaba una caseta con policías adentro, ahí pregunté por mi papá, la policía empezó a buscar en una libreta y encontró el nombre de Javier Gonzáles Díaz, afirmó que ahí estaba. Me emocioné mucho porque al fin lo iba a ver.
Sólo dos personas podíamos entrar a verlo, por lo que fui acompañada de un compañero, el otro nos esperó afuera, caminamos por el pasillo que nos indicaron, el lugar daba miedo, había muchos tubos, lazos y un silencio total, que tal vez si las paredes hablaran denunciarían las atrocidades que comete esta policía contra el pueblo que detienen.
Llegamos a un cuarto de dos metros por dos, sucia, en total abandono. En las paredes estaban las señales de que ahí encierran a los detenidos, quizá testigos de la tortura que materializan con los presos. En ese lugar estaba mi papá, quería encontrarlo como lo dejamos la última vez, pero mi sorpresa fue que no, estaba en el suelo boca arriba, todo hinchado del rostro por los golpes que le dieron en el momento de la tortura.
Me acerqué y le hablé, papi, papito, ¿qué te hicieron? , me dio mucha tristeza verlo así, empecé a llorar, me tocaba la cara, los ojos, no daba a crédito lo que veía, fue demasiado fuerte para mí verlo en esas condiciones. Esa parte no la puedo olvidar, está muy presente en mí, recordar a mi papá en esa situación me impactó que a la fecha cada vez que lo cuento la voz se me quiebra y empiezo a llorar.
Mi papá con mucho trabajo se sentó pues le dolía todo el cuerpo, se apoyó como pudo de la pared, dame agua, hijita, tengo mucha sed, no he comido nada ni tomado agua, me hinqué y le di en una botella agua, tomó poco a poco, pues le dolía su garganta, la tenía muy hinchada, su ojo izquierdo estaba muy hinchado se le veía la sangre, su nariz y pómulos estaban en las mismas condiciones, incluso tenía lastimadas las encías muy resecas, sus manos muy lastimadas. En su abdomen tenía marcas muy evidentes por los golpes que le dieron, su cintura le dolía mucho, me comentó que le pegaron con un tubo, varios fueron los golpes que recibió en la cintura.
Platicábamos con él, cuando llegó una patrulla, a toda velocidad con cuatro elementos policíacos y uno vestido de civil, el de civil se nos acercó y nos dijo que le iban a leer sus derechos, mientras nos decía eso, los otros cuatro sacaron a mi papá, pese a que estaba muy adolorido y golpeado lo empujaban, le decían, ¡apúrate cabrón! ¡vamos , mi papá les decía, ayuda, ayuda, pero no le hacían caso.
Nos mandaron a un cuarto para que ahí lo esperáramos, pero cuando llegamos estaba cerrado, nos engañaron, lo que querían era sacar a mi papá. En ese momento me dio mucho coraje, por qué actúan así los policías, nos fuimos inmediatamente con la policía que estaba en la caseta, muy molesta le dije, no está mi papá, a dónde se lo llevaron. No quería decirnos nada, me sentía tan indignada que le dije, no se haga ¡pendejo!, usted sabe dónde está, si le pasa algo es su responsabilidad.
Era tanto el reclamo que se vio forzado a hablar por teléfono, ahí nos avisa que lo trasladaban al CERESS No. 5 en San Cristóbal de Las Casas. Me dio tanto coraje, indignación, impotencia por lo que nos hicieron, nos engañaron, en nuestros ojos se llevaron a mi papá sin decirnos de qué lo acusaban ni las razones del por qué lo tenían ahí.
Nos regresamos a la comunidad, en la casa me solté a llorar de coraje e impotencia, nuevamente perdíamos a mi papá, ahora sabíamos que estaba en las garras del gobierno, les dije a mis hermanos que mi papá estaba bien, al día siguiente nos fuimos a San Cristóbal de Las casas para ver cómo estaba en el CERESS No 5 de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Lo pude ver, pero ahora el gobierno lo acusaba de robar una moto, cuando en todo momento lo golpearon, ni siquiera sabe manejar una motocicleta, es mentira lo que le dicen, es un engaño.
Los compañeros de la organización nos dicen que es un preso político, estaba como rehén político, esas palabras no las entendía muy bien, así que me puse a investigar para conocer, de esa manera supe que un preso político es una persona que es detenida por motivos políticos por el gobierno mexicano, que por su forma de pensar y lucha es detenido. Por eso el gobierno de Chiapas lo mantiene como rehén político porque quieren que la organización deje de luchar.
Ahora me doy cuenta de todo lo hacemos en la organización para exigir la libertad inmediata e incondicional de mi padre, en ningún momento me han dejado sola, todo el tiempo han estado conmigo, me animan, eso me motiva, me fortalece para no doblegarme y continuar con esta lucha.
Estar aquí con ustedes me fortalece, la primera vez que hablé en público me sentí mal, porque no sabía qué decir, pero después me fueron ayudando para vencer ese miedo, sobre todo recordar a mi papito me da valor para hablar. Vencí el miedo y la vergüenza, pensar positivamente es lo mejor para no permitir que nos traten como delincuentes, porque no somos eso, somos luchadores por el socialismo, defendemos la tierra y nuestros derechos. La organización nunca ha dejado solo a mi papá, no lo van a dejar, me siento con más confianza saber que no está solo y que están con nosotros para exigir su libertad.
Magali es una joven, víctima indirecta de la violencia desenfrenada que ejerce el gobierno del estado de Chiapas contra el pueblo organizado, su papá es víctima de la desaparición forzada, tortura y detención ilegal, que por las acciones políticas de masas que hizo la organización lo presentan con vida. Ahora pasa por un proceso de detención ilegal con delitos fabricados.
Es evidente la práctica fascista que ejecuta el gobierno chiapaneco, en este caso, Javier Gonzáles Díaz es detenido y desaparecido durante 25 horas por agentes del Estado, lo trasladan a un lugar desconocido donde fue brutalmente torturado; las autoridades en todo momento negaron tenerlo, cuando fueron a preguntar los familiares al municipio de Villa Las Rosas por él, lo negaron, pese a que ahora se sabe que en ese lugar fue torturado brutalmente y de ahí fue trasladado a Las Granjas, lugar donde lo pudo ver Magali. Este es sólo un ejemplo de muchos casos que suceden en el país y en específico en esta entidad chiapaneca.
El gobierno chiapaneco para justificar su política criminal empezó a realizar una campaña mediática de odio y linchamiento para criminalizar nuestra lucha, misma que a la fecha no ha terminado, mantiene a nuestro compañero en calidad de preso político, es un rehén político del Estado, no existen argumentos jurídicos para mantenerlo en sus mazmorras, lo que quieren es destruir a nuestra organización en el estado de Chiapas.
No vamos a dejar de denunciar, a exigir JUSTICIA por nuestras víctimas del terrorismo de Estado, ésta se logra en la medida que se conoce la verdad, se enjuicia y castiga a los responsables materiales e intelectuales y se erradiquen estas prácticas fascistas. Mientras no se logre esto la impunidad persistirá como política de gobierno.
Atentamente 
Frente Nacional de Lucha por el Socialismo
FNLS


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