La desaparición forzada es un
crimen de lesa humanidad, una grave violación a los derechos humanos en
perjuicio de las víctimas directas e indirectas. Práctica fascista perpetrada
contra luchadores sociales, revolucionarios, activistas políticos, trabajadores
de la comunicación, defensores de los derechos humanos y pueblo en general,
lejos de disminuir se perpetra en toda la geografía mexicana.
Así
sucedió con nuestro compañero Javier Gonzáles Díaz, quien fue detenido
desaparecido por 25 horas, tiempo en el que fue sometido a tortura, tratos
crueles inhumanos y degradantes, para posteriormente ser presentado ante sus
familiares como un “delincuente” en el CERESS No 5 de la entidad chiapaneca,
así nos cuenta Magali, hija del compañero Javier.
Geineli
Magali González Alfonso tiene 18 años de edad, vive en la comunidad 20 de
junio, municipio de Venustiano Carranza, Chiapas. Hizo una pausa en sus
estudios de preparatoria por dificultades familiares, pero tiene presente que
va a continuar con ellos. Su papá es Javier González Díaz, de 45 años de edad,
de origen campesino, es la fuente de trabajo y vida para su familia. Tiene seis
hermanos, cuatro hombres y una mujer (una hermanita de 13 años con parálisis
cerebral) su mamá está al cuidado de ella.
Como
familia llevan varios años viviendo en la comunidad, son más de 20 familias las
que ahí habitan. Recuerda que cuando llegaron no tenían agua, luz, electricidad
ni drenaje, como era un núcleo poblacional nuevo, tenían que luchar por los
servicios, pues, por sí solos no iban a llegar ni el gobierno los iba a
entregar de buena voluntad.
Se
le viene a la memoria lo que hace su papá para tener lo necesario en su
comunidad, nunca ha escatimado participar cuando la necesidad lo requiere;
siempre ha estado ahí mi papá. Como en la jornada que se hizo en mayo, por los
detenidos desaparecidos, mi papá se fue a la Ciudad de México para realizar
labor de denuncia y difusión y solidarizarse con los familiares del compañero
Fidencio Gómez Sántiz, de los revolucionarios Gabriel Alberto Cruz Sánchez y
Edmundo Reyes Amaya.
El
17 de julio del presente año mí papá salió de la casa a las 8 de la mañana, era
temprano, un día normal para la familia, antes de salir nos dijo, voy a
hacer unas compras, llego al rato. Salió con un compañero de la comunidad,
Pedro Leonel Solano, un joven de 17 años que para nosotros es como de la
familia, le dice tío a mi papá, salieron en una motocicleta, el que conducía
era Leonel porque mi papá no sabe manipular ni una bicicleta. Estuvimos
tranquilos durante el día, nunca pensamos que le iba a suceder algo malo,
nuestras actividades transcurrieron de manera normal, como siempre
acostumbramos a hacerlas.
La
tarde empezó a hacerse presente, mi padre no llegaba, en cierta forma no generó
mucha preocupación porque en otras ocasiones llegaba un poco tarde. No nos
dimos cuenta que los compañeros ya lo buscaban, no nos decían porque querían
tener certeza dónde lo tenían y lo que había sucedido con él.
A
las cinco de la tarde del mismo día, fueron a vernos a la casa unos compañeros,
ahí nos avisan que mi padre estaba desaparecido, no sabían a dónde se lo habían
llevado, las autoridades municipales de Villa Las Rosas les negaron la
información, su argumento fue que no tenían conocimiento de eso.
La
actitud del gobierno municipal le preocupó a los compañeros, porque Leonel,
quien iba con mi papá vio que agentes vestidos de civil y otros con uniforme se
llevaron a mi papá, él alcanzó a huir. En esas condiciones y por la actitud del
gobierno deciden en la comunidad hacer acciones de protesta para que lo
presenten con vida porque estaba muy bien claro que agentes del Estado se lo
llevaron.
Toda
mi familia escuchaba muy atentos, pero cuando nos dijeron que no sabían nada de
papá, mis hermanitos empezaron a llorar, no daban crédito a lo que se decía,
por la mañana lo vimos, nos dijo que iba a regresar y ahora nos enteramos de lo
desaparecieron. En ese momento entré en un estado de shock, perdí por un
momento la noción del tiempo, sólo tenía en mi cabeza las imágenes de papá
cuando se despidió por la mañana, con su sonrisa y sus movimientos, con la
certeza de que lo íbamos a ver al rato, pero resulta que no fue así.
Escuché
el llanto de mis hermanitos, quienes insistentemente decían, ¿dónde está?, ¿ya no va a regresar?,
¿quién se lo llevó?, mamita, ¿dónde está mi papito?. Mi
mamá, los abrazó no pudo contener el llanto. Al verlos, las lágrimas invadieron
mi rostro, mi mente estaba presente en él, cualquier cosa podía suceder, que
tal si ya no regresaba, si lo estaban torturando, incluso que tal si ya lo
mataron.
Los
compañeros empezaron a tranquilizarnos para no angustiar más nuestra pena, iban
a realizar movilizaciones de protesta para exigir al gobierno de Chiapas que
presente con vida a mi papá, porque es muy evidente que se lo llevaron por
participar en la organización. Uno de mis hermanos nos dio más ánimos, nos
dijo no lloren, lo vamos a encontrar, lo agarraron por cuestiones
políticas lo vamos a encontrar con las actividades de denuncia que haga la
organización.
Eso
nos dio ánimos, también nada ganaba con llorar, así no iba a encontrar a mi
papá. Por la noticia no comimos, el hambre se nos fue, era mucha la angustia de
no saber dónde estaba. Al día siguiente, fui con otros dos compañeros de la
comunidad a preguntar al municipio de Villa Las Rosas si ahí lo tenían, nos
dirigimos a la agencia municipal, ahí pregunté, está detenido aquí
Javier Gonzáles Díaz. No, respondió de manera prepotente una persona
de sexo masculino en la recepción, no tengo conocimiento de ese suceso.
Al
ver la actitud prepotente del funcionario decidimos salir del lugar, no nos iba
a dar más información. Un policía estaba afuera me acerque a él y le
pregunté, sabe
usted si mi papá Javier González Díaz está aquí o conoce a dónde se lo
llevaron. No
sé, contestó, desconozco el tema, no he escuchado sobre ese suceso. Volví
a insistir, estaba muy preocupada, por favor, dígame la verdad, estoy muy preocupada por mi
papá. El
hombre volvió a decir, no
sé, ve a buscarlo a Teopisca o a Comitán, posiblemente esté ahí, pero aquí no
ha llegado nadie con ese nombre.
Salimos
de la agencia, no habíamos conseguido nada, no querían decirnos la verdad sobre
el paradero de mi papá. Nos regresábamos a la comunidad cuando recibe una
llamada mi compañero Samuel para avisarle que ya habían visto a mi papá, estaba
en un lugar conocido como Las Granjas, en el mismo municipio, por lo que nos
trasladamos hasta allá.
No
conocíamos ese lugar, tuvimos que preguntar para llegar ahí, en ese momento
eran muchas emociones las que me invadían, quería ver a mi papá. Al llegar
vimos un lugar muy aislado de la población, rodeada de una valla metálica,
adentro había muchas patrullas de la policía municipal y estatal, motocicletas
y varios elementos policíacos, como si fuera el lugar a donde llega toda la
policía. En la entrada estaba una caseta con policías adentro, ahí pregunté por
mi papá, la policía empezó a buscar en una libreta y encontró el nombre de
Javier Gonzáles Díaz, afirmó que ahí estaba. Me emocioné mucho porque al fin lo
iba a ver.
Sólo
dos personas podíamos entrar a verlo, por lo que fui acompañada de un
compañero, el otro nos esperó afuera, caminamos por el pasillo que nos
indicaron, el lugar daba miedo, había muchos tubos, lazos y un silencio total,
que tal vez si las paredes hablaran denunciarían las atrocidades que comete
esta policía contra el pueblo que detienen.
Llegamos
a un cuarto de dos metros por dos, sucia, en total abandono. En las paredes
estaban las señales de que ahí encierran a los detenidos, quizá testigos de la
tortura que materializan con los presos. En ese lugar estaba mi papá, quería
encontrarlo como lo dejamos la última vez, pero mi sorpresa fue que no, estaba
en el suelo boca arriba, todo hinchado del rostro por los golpes que le dieron
en el momento de la tortura.
Me
acerqué y le hablé, papi,
papito, ¿qué te hicieron? , me dio mucha tristeza
verlo así, empecé a llorar, me tocaba la cara, los ojos, no daba a crédito lo
que veía, fue demasiado fuerte para mí verlo en esas condiciones. Esa parte no
la puedo olvidar, está muy presente en mí, recordar a mi papá en esa situación
me impactó que a la fecha cada vez que lo cuento la voz se me quiebra y empiezo
a llorar.
Mi
papá con mucho trabajo se sentó pues le dolía todo el cuerpo, se apoyó como
pudo de la pared, dame
agua, hijita, tengo mucha sed, no he comido nada ni tomado agua, me hinqué y le di
en una botella agua, tomó poco a poco, pues le dolía su garganta, la tenía muy
hinchada, su ojo izquierdo estaba muy hinchado se le veía la sangre, su nariz y
pómulos estaban en las mismas condiciones, incluso tenía lastimadas las encías muy
resecas, sus manos muy lastimadas. En su abdomen tenía marcas muy evidentes por
los golpes que le dieron, su cintura le dolía mucho, me comentó que le pegaron
con un tubo, varios fueron los golpes que recibió en la cintura.
Platicábamos
con él, cuando llegó una patrulla, a toda velocidad con cuatro elementos
policíacos y uno vestido de civil, el de civil se nos acercó y nos dijo que le
iban a leer sus derechos, mientras nos decía eso, los otros cuatro sacaron a mi
papá, pese a que estaba muy adolorido y golpeado lo empujaban, le decían, ¡apúrate cabrón! , ¡vamos , mi papá les
decía, ayuda,
ayuda, pero no le hacían caso.
Nos
mandaron a un cuarto para que ahí lo esperáramos, pero cuando llegamos estaba
cerrado, nos engañaron, lo que querían era sacar a mi papá. En ese momento me
dio mucho coraje, por qué actúan así los policías, nos fuimos inmediatamente
con la policía que estaba en la caseta, muy molesta le dije, no está mi papá, a dónde se lo llevaron. No quería decirnos
nada, me sentía tan indignada que le dije, no se haga ¡pendejo!, usted sabe dónde
está, si le pasa algo es su responsabilidad.
Era
tanto el reclamo que se vio forzado a hablar por teléfono, ahí nos avisa que lo
trasladaban al CERESS No. 5 en San Cristóbal de Las Casas. Me dio tanto coraje,
indignación, impotencia por lo que nos hicieron, nos engañaron, en nuestros
ojos se llevaron a mi papá sin decirnos de qué lo acusaban ni las razones del
por qué lo tenían ahí.
Nos
regresamos a la comunidad, en la casa me solté a llorar de coraje e impotencia,
nuevamente perdíamos a mi papá, ahora sabíamos que estaba en las garras del
gobierno, les dije a mis hermanos que mi papá estaba bien, al día siguiente nos
fuimos a San Cristóbal de Las casas para ver cómo estaba en el CERESS No 5 de
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Lo pude ver, pero ahora el gobierno lo
acusaba de robar una moto, cuando en todo momento lo golpearon, ni siquiera
sabe manejar una motocicleta, es mentira lo que le dicen, es un engaño.
Los
compañeros de la organización nos dicen que es un preso político, estaba como
rehén político, esas palabras no las entendía muy bien, así que me puse a
investigar para conocer, de esa manera supe que un preso político es una
persona que es detenida por motivos políticos por el gobierno mexicano, que por
su forma de pensar y lucha es detenido. Por eso el gobierno de Chiapas lo
mantiene como rehén político porque quieren que la organización deje de luchar.
Ahora
me doy cuenta de todo lo hacemos en la organización para exigir la libertad
inmediata e incondicional de mi padre, en ningún momento me han dejado sola,
todo el tiempo han estado conmigo, me animan, eso me motiva, me fortalece para
no doblegarme y continuar con esta lucha.
Estar
aquí con ustedes me fortalece, la primera vez que hablé en público me sentí
mal, porque no sabía qué decir, pero después me fueron ayudando para vencer ese
miedo, sobre todo recordar a mi papito me da valor para hablar. Vencí el miedo
y la vergüenza, pensar positivamente es lo mejor para no permitir que nos
traten como delincuentes, porque no somos eso, somos luchadores por el
socialismo, defendemos la tierra y nuestros derechos. La organización nunca ha
dejado solo a mi papá, no lo van a dejar, me siento con más confianza saber que
no está solo y que están con nosotros para exigir su libertad.
Magali
es una joven, víctima indirecta de la violencia desenfrenada que ejerce el
gobierno del estado de Chiapas contra el pueblo organizado, su papá es víctima
de la desaparición forzada, tortura y detención ilegal, que por las acciones
políticas de masas que hizo la organización lo presentan con vida. Ahora pasa
por un proceso de detención ilegal con delitos fabricados.
Es
evidente la práctica fascista que ejecuta el gobierno chiapaneco, en este caso,
Javier Gonzáles Díaz es detenido y desaparecido durante 25 horas por agentes
del Estado, lo trasladan a un lugar desconocido donde fue brutalmente
torturado; las autoridades en todo momento negaron tenerlo, cuando fueron a
preguntar los familiares al municipio de Villa Las Rosas por él, lo negaron,
pese a que ahora se sabe que en ese lugar fue torturado brutalmente y de ahí
fue trasladado a Las Granjas, lugar donde lo pudo ver Magali. Este es sólo un
ejemplo de muchos casos que suceden en el país y en específico en esta entidad
chiapaneca.
El
gobierno chiapaneco para justificar su política criminal empezó a realizar una
campaña mediática de odio y linchamiento para criminalizar nuestra lucha, misma
que a la fecha no ha terminado, mantiene a nuestro compañero en calidad de
preso político, es un rehén político del Estado, no existen argumentos
jurídicos para mantenerlo en sus mazmorras, lo que quieren es destruir a
nuestra organización en el estado de Chiapas.
No
vamos a dejar de denunciar, a exigir JUSTICIA por nuestras víctimas del terrorismo
de Estado, ésta se logra en la medida que se conoce la verdad, se enjuicia y
castiga a los responsables materiales e intelectuales y se erradiquen estas
prácticas fascistas. Mientras no se logre esto la impunidad persistirá como
política de gobierno.
Atentamente
Frente Nacional de Lucha
por el Socialismo
FNLS
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