Por José Miguel Cobián
Sabemos que es inevitable, tarde o temprano todos nos marchamos de este mundo. En México incluso celebramos a la muerte, a los muertos. Tenemos presente en nuestra vida la muerte, no sólo por los noticieros, mucho más por las tradiciones, por nuestras raíces indígenas para quienes la muerte era un misterio por explicar, una ausencia por entender, y un adiós irreparable.
Hoy me enteré de la muerte de un familiar muy cercano de un amigo mío. Hace poco me enteré de la muerte de Facundo Cabral a quien admiraba y de quien algo debo de haber aprendido. Unos días antes, me enteré de la muerte de un familiar cercano y muy querido. La tristeza ha rondado en mis cercanías. Me entristece ver seres queridos sufriendo la pérdida, me entristece la propia pérdida, y sobre todo me entristece pensar en tantos y tantos mexicanos que están sufriendo las mismas pérdidas sin una razón natural, todos aquéllos que han perdido a alguien en esta guerra sin sentido. Ambos bandos (o será mejor decir todos los bandos) están conformados por mexicanos, por seres humanos, por hijos, hermanos, esposos, parejas, padres…
Hoy entiendo la frase que en tantas ocasiones se escribió en la historia de la humanidad. ¨Son tiempos oscuros¨. Oscuros porque el alma se torna gris cuando la cubre la nube del miedo, de la tristeza, del dolor. Tiempos oscuros porque la solidaridad, el mutuo apoyo, el amor al prójimo, están lejos y ausentes de nuestra convivencia. Hay pequeños rayos de luz, muy pequeños, muy esporádicos. Lo malo es que hoy, la oscuridad es más fuerte que la luz. Y los que supuestamente debieran ser mensajeros de la luz, tienen sus mentes obnubiladas por la ambición, por la soberbia, por el poder…
Todos habremos de pasar por esa última despedida. Primero diciendo adiós a los que se nos adelantan en el camino, y luego siendo nosotros mismos los que nos alejemos de nuestros seres queridos… Hace tiempo leí un texto que decía que todos somos prestados, y simplemente habremos de acompañarnos por un trecho en el camino de la vida. La compañía de amigos, de familiares, de conocidos es siempre momentánea, pues unas cuantas horas, unos cuantos días, unos cuantos años no son más que un momento en la eternidad.
Por ello, creo que no vale la pena gastar ese momento en pleitos, en envidias, en ambiciones que al final del camino no servirán de nada. Allí es cuando entiendo que el ser humano hubiera inventado al demonio, para justificar esa mala sangre que todos llevamos dentro y que unos controlamos mejor que otros. Allí es cuando entiendo el mensaje de las principales religiones del mundo, ese de ¨Ama al prójimo como a ti mismo¨, porque sólo viendo al prójimo como una extensión de nosotros mismos es que podemos alegrarnos de sus alegrías y entristecernos de sus tristezas.
Estudiosos del comportamiento humano han descubierto que a mayor empatía, mejor el trato entre semejantes. Por ello, los líderes oscuros que buscan separar al ser humano y convertirnos en enemigos los unos de los otros, siempre están buscando diferencias. Azules distintos a rojos. Buenos distintos a malos. Ellos, los otros, los diferentes por simpatía a un equipo, por distinto color de piel, por cualquier razón que los haga distintos a nosotros, así se rompe la empatía, y se puede lograr que un ser bueno haga daño a otro ser bueno, (porque la bondad está dentro de la naturaleza humana), y logre sacar lo malo de sí mismo para dañar a los demás, a esos otros que no merecen nuestro respeto porque son diferentes, a ellos, que son distintos a nosotros, y por ello nos justificamos para dañarlos en cuerpo y alma.
El día que los mexicanos entendamos que todos somos ¨nosotros¨, que no hay ellos, y luego eso lo extrapolemos al resto de la humanidad, volveremos a ver la luz y saldremos de esta oscuridad que hoy nubla nuestra razón y nuestra Nación. He aquí un enfoque diferente para resolver los problemas de hoy. Recordar que todos somos lo mismo, que todos somos uno. Que fácil y que difícil a la vez.