“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”…. George Orwell.
La tarde de este domingo la empresa radiofónica MVS confirmó a través de su cuenta en Twitter el despido de la periodista Carmen Aristegui, el cual se habría hecho oficial -según algunos medios nacionales- en un comunicado emitido durante el mediodía. Lo que inició como dijo la propia periodista con un “pleito artificial” se convirtió en cuestión de días en una de las más feroces muestras de represión. Despedir a Aristegui con todas las implicaciones que en este momento tiene es declararle en abierto la guerra a la libertad de expresión en México.
La semana pasada le comentaba en este espacio que como generalmente ocurre cuando se da un conflicto de esta naturaleza, los argumentos a los que la empresa recurra son lo de menos. Ante la opinión pública está claro que son dos los temas que le preocupan al gobierno y a los consorcios informativos. Al primero, la creación de Méxicoleaks -plataforma para enviar y obtener información confidencial de los gobiernos- y los demás escándalos que se puedan desatar a raíz de lo que la Unidad de Investigaciones Especiales de Aristegui ha logrado investigar, por ejemplo “La casa blanca”. Al segundo conservar la concesión de su estación. Nada más.
El viernes pasado la periodista a través del espacio del que hasta ese día fue titular, manifestó públicamente su rechazo a la decisión de la empresa de despedir a Daniel Lizárraga e Irving Huerta, dos de los reporteros de la Unidad de Investigaciones que lograran la exclusiva no solo de “La casa blanca” del Presidente, también de la casa en Malinalco del Secretario Luis Videgaray y quienes además seguían muy de cerca el caso Tlatlaya.
Con este último asunto Carmen Aristegui y su equipo de reporteros prácticamente obligaron al gobierno federal, a la Procuraduría General de la República, al Ejército y al propio Instituto Federal de Acceso a la Información a abrir archivos catalogados como confidenciales a la opinión pública. Las versiones sobre lo que ocurrió ese día, en el que elementos del Ejército abatieron a 22 civiles, resultaban con cada expediente nuevo al que los reporteros tenían acceso, completamente contrarias y al tratarse de las instituciones de mayor prestigio en el país, el asunto se convirtió en una bomba de tiempo.
Para el día de mañana, habría adelantado Aristegui el viernes pasado, su equipo presentaría avances sobre esta investigación. También advirtió en la que sería su última transmisión por MVS, que durante varias semanas pidieron al Secretario de Hacienda y Crédito Público Luis Videgaray, información sobre la propiedad de más de 7.5 millones de pesos que adquirió en Malinalco, y “sobre otras propiedades más que no están muy claras”, dijo Aristegui también durante su espacio.
A pesar que la periodista insistió, con todo y Ombudsman en la línea telefónica, que la mejor manera de solucionar el conflicto era entablando un dialogo responsable con los directivos de la empresa, dejó en claro en todo momento que la recontratación de Daniel Lizárraga e Invirng Huerta era requisito indispensable, ya que el acuerdo que ella sostenía con la radiodifusora incluía que se le tomara en cuenta para decisiones que afectaran los contenidos editoriales. Esto último a decir de MVS es lo que provocó el despido de la periodista… “El ultimátum” que les puso.
“Ultimátum” llama a la empresa al acto de CONGRUENCIA y LEALTAD de la periodista hacia su equipo de trabajo. La decisión de despedirlos la tomó MVS de manera unilateral porque la intención pareciera ser esta, orillarla a enfrentarse con la empresa por defender el trabajo de sus colaboradores y darles de esta manera el argumento -ya importa poco en este país si es creíble o no- que necesitaban para despedirla, para castigarla, para demostrarle que ni siquiera siendo la líder de opinión más respetada en América Latina puedes librarte del lazo justiciero. La decisión de correrla la tomó MVS seguramente hace mucho, tal vez desde la primera nota de la primer “casita”.
Por su parte la periodista publicó en su portal Aristegui Noticias, una frase que movilizó de manera inmediata a las redes sociales, en un par de horas más de 27 mil personas la estaban compartiendo….. “Esta Batalla, no lo dude nadie, es por nuestra libertad”. Y vaya que lo es.
Son muchas las libertades y los derechos que están en juego. La libertad de informar, de pensar, de expresar, de decidir entre realizar un trabajo profesional y honesto o uno que te mantenga en el inmoral círculo de los siempre serviles sin que esto implique que se te cierren todas las puertas o pierdas la vida. Respecto a los derechos, y aquí hay que hacer hincapié porque no corresponde a los periodistas también esta lucha sino a la sociedad, se vulnera el derecho a ESTAR INFORMADO, a decidir con base a esta información la opinión que tendrás sobre quien o quienes manejan nuestro dinero y nuestro futuro.
Este mi estimado lector es el punto medular. No hay quien pueda solo contra un monstruo. La batalla entre un reportero o reportera, periodista -por más que se trate de la favorita, de la más respetada y admirada como Carmen Aristegui- y un gobierno es completamente desproporcionada y por tanto injusta. No es a Aristegui a quien silencian, sino a un país entero a quien le quitan la posibilidad de estar informado para que no tenga nada que gritar. De la reacción y el apoyo de la ciudadanía dependerá que sigan existiendo voces críticas o no. Así de simple.
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fuente : NOTIVER