MEMORANDUM
29.- http://www.gobernantes.com
“La violencia
y la impunidad no dan tregua en México”, es la nota principal de la primera
plana de la edición América del diario español El País, para este sábado 4 de
julio, que como bajantes de ese encabezado, tiene dos subtítulos: “Los autores
de la matanza de Tlatlaya obedecieron órdenes del estamento militar, según un
documento. Asesinados dos periodistas en Oaxaca y Veracruz”, y para vergüenza
de una buena parte de la “prensa amiga” de “la prosperidad” que aún cree en los
Reyes Magos y esperan que a cambio de su silencio cómplice les paguen lo que
les deben, la muerte de Juan Mendoza Delgado, el periodista veracruzano, y
Filadelfo Sánchez Sarmiento, el comunicador oaxaqueño, tiene más repercusión,
más resonancia, en el extranjero que en México, donde el cinismo y la
complicidad invaden por igual a funcionarios que a editores, aunque aún existen
muy honrosas excepciones. La entrada de la nota principal de la edición América
de El País, es ejemplo del periodismo bien escrito y comprometido con la
verdad: “El periodismo avanza entre tumbas en México. Las últimas son las de
Filadelfo Sánchez Sarmiento y Juan Mendoza Delgado. Al primero le esperaron a
la salida de la redacción, al otro lo secuestraron en su coche. Un tiro y un
atropello. Sus muertes, ocurridas en menos de una semana y en dos Estados
cargados de crímenes contra la libertad de expresión, vuelven a poner a México
frente al espejo de la terrible inseguridad que sufren los periodistas. Sólo en
Veracruz y Oaxaca, donde se registraron los dos últimos casos, han matado a
siete informadores desde 2014, casi la mitad que en todo el país. No hay
parangón en América”. Narra la nota del periodista español que actualmente
tiene a su cargo la corresponsalía de El País en México lo ocurrido con
Filadelfo Sánchez Sarmiento, quien dirigía la estación radiofónica La Favorita,
en Miahuatlán, Oaxaca, y señala que “el jueves, al salir de la emisora, fue
sorprendido por dos sicarios. Siete balazos acabaron con su vida. Tanto la
autoría como la causa permanecían ayer en la oscuridad. Pero Sánchez Sarmiento,
el locutor estrella de La Voz de la Sierra Sur, había recibido, como sus
compañeros, amenazas de muerte de poderes locales y el narco”. Y por cuanto
hace al colega veracruzano Juan Mendoza Delgado señala que “la última vez que se
le vio con vida fue el martes pasado en la localidad veracruzana de Medellín
(de) Bravo. El periodista, que dirigía un modesto portal de noticias locales
llamado Escribiendo la verdad, se dirigía a cumplir su turno de taxista,
trabajo que compatibilizaba con sus tareas informativas. El jueves por la tarde
su cadáver fue hallado con signos de violencia. Supuestamente lo habían matado
pasándole un coche encima. Su muerte fue considerada un asesinato por la
organización de defensa de la libertad de expresión Article 19”, y demostrando
lo que es la investigación, la intuición, esa que “autoridades” y “periodistas
mercenarios” pretenden evadir fingiendo demencia, señala: “El crimen de Mendoza
Delgado trajo a la memoria el reciente caso de Moisés Sánchez Cerezo, el editor
del pequeño semanario comunitario La Unión, en el mismo municipio. También
trabajaba como taxista y también denunciaba los supuestos abusos en la
localidad. El pasado 2 de enero, nueve hombres armados y encapuchados
irrumpieron en su casa. Delante de su mujer y sus hijos, le arrebataron el
ordenador, la cámara de fotos y el teléfono móvil. Después, se lo llevaron. Ese
mismo día fue degollado. La orden supuestamente había partido del jefe de la
Policía Local y escolta del alcalde, principal sospechoso. A diferencia de
otros casos, destinados al olvido, este desató una fuerte ola de solidaridad.
La impunidad con que se perpetró el asesinato, pero sobre todo la macabra suma
de casos en Veracruz, ante la indiferencia de las autoridades del Estado, gobernado
por el polémico Javier Duarte, que intentó restar importancia al crimen
alegando que era un taxista, detonaron una ola de protestas que culminaron con
una durísima carta abierta de 300 intelectuales y 20 organizaciones y la
decisión de los directores del encuentro cultural Hay Festival de cancelar su
edición en Xalapa, capital de Veracruz”. Así, el diario español confirma lo que
este modesto espacio y otros medios comprometidos con la verdad han dicho desde
el principio: sólo la ceguera de quien dice gobernar el estado, y la de sus
ujieres como el fiscal general y su “general” secretario de seguridad pública,
no ven la realidad de Veracruz o buscan minimizarla con la “ayuda” de sus
amigos “periodistas”.
El País también recuerda en la edición de este sábado 4
de julio que estas dos nuevas muertes “vuelven a confirmar lo que es un
diagnóstico bien conocido. México, con 86 asesinatos desde 2000, es uno de los
países más peligrosos del mundo para ser periodista. Y Oaxaca y Veracruz, sus
puntos negros. “Esta ola de muertes es fruto de la impunidad. Hay actores
políticos y criminales que aún ven la eliminación de periodistas como una
solución a sus problemas, y se sienten con licencia para hacerlo. Lo demuestra
que en Veracruz y Oaxaca hayan muerto más de la mitad de los periodistas
asesinados desde 2014”, señaló Javier Garza, experto del proyecto Periodistas
en Riesgo, de Freedom House”.
El remate de la información no deja lugar a dudas
de lo que se piensa en España y otras naciones sobre la violencia contra el
periodismo en México: “Las víctimas escogidas por el narco o las autoridades
suelen ser informadores modestos. Periodistas rebeldes de medios pequeños y sin
capacidad de defensa. En la mayoría de los casos, según Garza, las muertes
vienen precedidas del secuestro y la consiguiente tortura. Y las
investigaciones pocas veces culminan en la detención de los verdaderos
culpables. En estas condiciones, el ejercicio de la libertad de expresión se
convierte en muchas zonas de México, como Tamaulipas o Veracruz, en una
ficción. Y los propios diarios evitan las informaciones vinculadas al narco. A
la muerte, el linchamiento o simplemente la amenaza, le sigue la autocensura.
Es la ley del silencio. Y quien la rompe, paga. Las muertes de Filadelfo
Sánchez Sarmiento y Juan Mendoza Delgado lo recuerdan”.