5 de julio de 2015

“LA VIOLENCIA Y LA IMPUNIDAD NO DAN TREGUA EN MÉXICO”

MEMORANDUM 29.- http://www.gobernantes.com
“La violencia y la impunidad no dan tregua en México”, es la nota principal de la primera plana de la edición América del diario español El País, para este sábado 4 de julio, que como bajantes de ese encabezado, tiene dos subtítulos: “Los autores de la matanza de Tlatlaya obedecieron órdenes del estamento militar, según un documento. Asesinados dos periodistas en Oaxaca y Veracruz”, y para vergüenza de una buena parte de la “prensa amiga” de “la prosperidad” que aún cree en los Reyes Magos y esperan que a cambio de su silencio cómplice les paguen lo que les deben, la muerte de Juan Mendoza Delgado, el periodista veracruzano, y Filadelfo Sánchez Sarmiento, el comunicador oaxaqueño, tiene más repercusión, más resonancia, en el extranjero que en México, donde el cinismo y la complicidad invaden por igual a funcionarios que a editores, aunque aún existen muy honrosas excepciones. La entrada de la nota principal de la edición América de El País, es ejemplo del periodismo bien escrito y comprometido con la verdad: “El periodismo avanza entre tumbas en México. Las últimas son las de Filadelfo Sánchez Sarmiento y Juan Mendoza Delgado. Al primero le esperaron a la salida de la redacción, al otro lo secuestraron en su coche. Un tiro y un atropello. Sus muertes, ocurridas en menos de una semana y en dos Estados cargados de crímenes contra la libertad de expresión, vuelven a poner a México frente al espejo de la terrible inseguridad que sufren los periodistas. Sólo en Veracruz y Oaxaca, donde se registraron los dos últimos casos, han matado a siete informadores desde 2014, casi la mitad que en todo el país. No hay parangón en América”. Narra la nota del periodista español que actualmente tiene a su cargo la corresponsalía de El País en México lo ocurrido con Filadelfo Sánchez Sarmiento, quien dirigía la estación radiofónica La Favorita, en Miahuatlán, Oaxaca, y señala que “el jueves, al salir de la emisora, fue sorprendido por dos sicarios. Siete balazos acabaron con su vida. Tanto la autoría como la causa permanecían ayer en la oscuridad. Pero Sánchez Sarmiento, el locutor estrella de La Voz de la Sierra Sur, había recibido, como sus compañeros, amenazas de muerte de poderes locales y el narco”. Y por cuanto hace al colega veracruzano Juan Mendoza Delgado señala que “la última vez que se le vio con vida fue el martes pasado en la localidad veracruzana de Medellín (de) Bravo. El periodista, que dirigía un modesto portal de noticias locales llamado Escribiendo la verdad, se dirigía a cumplir su turno de taxista, trabajo que compatibilizaba con sus tareas informativas. El jueves por la tarde su cadáver fue hallado con signos de violencia. Supuestamente lo habían matado pasándole un coche encima. Su muerte fue considerada un asesinato por la organización de defensa de la libertad de expresión Article 19”, y demostrando lo que es la investigación, la intuición, esa que “autoridades” y “periodistas mercenarios” pretenden evadir fingiendo demencia, señala: “El crimen de Mendoza Delgado trajo a la memoria el reciente caso de Moisés Sánchez Cerezo, el editor del pequeño semanario comunitario La Unión, en el mismo municipio. También trabajaba como taxista y también denunciaba los supuestos abusos en la localidad. El pasado 2 de enero, nueve hombres armados y encapuchados irrumpieron en su casa. Delante de su mujer y sus hijos, le arrebataron el ordenador, la cámara de fotos y el teléfono móvil. Después, se lo llevaron. Ese mismo día fue degollado. La orden supuestamente había partido del jefe de la Policía Local y escolta del alcalde, principal sospechoso. A diferencia de otros casos, destinados al olvido, este desató una fuerte ola de solidaridad. La impunidad con que se perpetró el asesinato, pero sobre todo la macabra suma de casos en Veracruz, ante la indiferencia de las autoridades del Estado, gobernado por el polémico Javier Duarte, que intentó restar importancia al crimen alegando que era un taxista, detonaron una ola de protestas que culminaron con una durísima carta abierta de 300 intelectuales y 20 organizaciones y la decisión de los directores del encuentro cultural Hay Festival de cancelar su edición en Xalapa, capital de Veracruz”. Así, el diario español confirma lo que este modesto espacio y otros medios comprometidos con la verdad han dicho desde el principio: sólo la ceguera de quien dice gobernar el estado, y la de sus ujieres como el fiscal general y su “general” secretario de seguridad pública, no ven la realidad de Veracruz o buscan minimizarla con la “ayuda” de sus amigos “periodistas”. 
El País también recuerda en la edición de este sábado 4 de julio que estas dos nuevas muertes “vuelven a confirmar lo que es un diagnóstico bien conocido. México, con 86 asesinatos desde 2000, es uno de los países más peligrosos del mundo para ser periodista. Y Oaxaca y Veracruz, sus puntos negros. “Esta ola de muertes es fruto de la impunidad. Hay actores políticos y criminales que aún ven la eliminación de periodistas como una solución a sus problemas, y se sienten con licencia para hacerlo. Lo demuestra que en Veracruz y Oaxaca hayan muerto más de la mitad de los periodistas asesinados desde 2014”, señaló Javier Garza, experto del proyecto Periodistas en Riesgo, de Freedom House”. 
El remate de la información no deja lugar a dudas de lo que se piensa en España y otras naciones sobre la violencia contra el periodismo en México: “Las víctimas escogidas por el narco o las autoridades suelen ser informadores modestos. Periodistas rebeldes de medios pequeños y sin capacidad de defensa. En la mayoría de los casos, según Garza, las muertes vienen precedidas del secuestro y la consiguiente tortura. Y las investigaciones pocas veces culminan en la detención de los verdaderos culpables. En estas condiciones, el ejercicio de la libertad de expresión se convierte en muchas zonas de México, como Tamaulipas o Veracruz, en una ficción. Y los propios diarios evitan las informaciones vinculadas al narco. A la muerte, el linchamiento o simplemente la amenaza, le sigue la autocensura. Es la ley del silencio. Y quien la rompe, paga. Las muertes de Filadelfo Sánchez Sarmiento y Juan Mendoza Delgado lo recuerdan”.

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