La pobreza en el país no se va a reducir combatiendo al
comercio informal, sino a la delincuencia cobijada bajo la corrupción e impunidad, que
crece a pasos agigantados sin que las corporaciones policiacas hagan frente a
quienes realmente perjudican a la sociedad.
Las autoridades capitalinas y de las principales ciudades
del país atentan en contra de miles de personas que ejercen de manera honesta y
que son detenidas o extorsionadas por policías o inspectores que intentan
amedrentar a quienes buscan tener un ingreso para sus familias. Es reprobable
la criminalización del comercio informal.
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