Era
mayo de 2011, Javier Duarte empezaba a saber para qué servía el dinero público.
Esa tarde mandó montar un escenario faraónico para la presentación del programa
eje de su gobierno, Adelante. Con todo el dispendio del presupuesto hizo
alfombrar el espacio de la biblioteca que está a un lado de la escuela Normal
Veracruzana, en la esquina de la calle Villahermosa con la Av. Xalapa. El
escenario era magnífico, hasta parecía que se podría presentar un cantante de
la talla de Elton John.
Acudieron
cientos de líderes sociales, líderes sindicales como Romero Deschamps o el
recientemente nombrado Juan Callejas Roldán. En ese fastuoso escenario Javier
Duarte habría de presentar Adelante, un programa con el que habría de disminuir
la pobreza de los veracruzanos en un 50%. A los sensatos les pareció
disparatada la apuesta. Unos días antes de ese evento, en una plática de café,
un catedrático de la UNAM me refería que en 10 años en Veracruz los índices de
pobreza antes que bajar subieron. No mucho según él, pero la pobreza en
Veracruz no cede. La meta de disminuir los índices de pobreza en un 50% era
para él, no sólo desmesurada, sino imposible. Ya la sola meta de reducir esos
índices en cifras de un sólo dígito sería una labor titánica.
Llamaba
la atención que el programa Adelante no tuviera presupuesto. Cada dependencia
aportaría parte de su presupuesto para que Adelante fuera todo un éxito. En
aquel tiempo en mi columna escribí sobre algunas de las acciones que cada
dependencia llevaría a cabo: “Quien la tiene fácil es la Secretaría de Gobierno
de Gerardo Buganza, la cual sólo aporta el programa “Certificacion (sic) y
Apostillamiento de Documentos Oficiales”. Me pregunto, ¿cómo esto puede aportar
a que los índices de pobreza disminuyan? El Instituto Veracruzano del Transporte
se pondrá con el “Curso para la Obtención de Licencias del Transporte Publico
(sic) en General” y me hago la misma pregunta, ¿este programa en qué
contribuye?, ¿se requiere licencia para manejar un burro de carga? ¿Para qué le
sirve una licencia a un indígena que ni siquiera tiene auto y mucho menos
caminos?”. Otras acciones eran en verdad ridículas: “Lecturoterapia prenatal” y
“Lecto-turismo”, ¿cómo sirve eso para dejar de ser pobre?
Todo
indicaba que Adelante sería un fracaso, y lo fue.
Hace
unos días la revista Forbes en su versión digital publicó los datos del
Coneval, Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social,
sobre la pobreza en México. Forbes destacó los 10 estados con más pobreza en el
país y Veracruz es el estado número 6, de los 10 más pobres en el país. Según
el Coneval en Veracruz el 58% de su población son pobres.
En
Veracruz, apenas iniciando el programa Adelante, en 2012, la cantidad de
personas en “pobreza” era de 4 millones 141 mil personas. Para 2014, a dos años
de implementado el programa que habría de reducir en un 50% la pobreza en el
estado, ya había 4 millones 634 mil pobres, es decir un aumento del 11.9%; 492
mil pobres nuevos. La pobreza se califica así cuando el ingreso de la persona
“es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para
satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias”.
En
“pobreza extrema” el aumento fue más dramático. En 2012 había 1 millón 122 mil
personas en pobreza extrema, para 2014 había ya 1 millón 370 mil en pobreza
extrema, es decir 22.1% de aumento; 248 mil personas más. De acuerdo con el
glosario de Coneval, la pobreza extrema se define así: “Las personas en esta
situación disponen de un ingreso tan bajo que, aun si lo dedicase por completo
a la adquisición de alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios
para tener una vida sana”. ¡Y todavía falta la evaluación de 2014-2016!
No cabe
duda, Duarte fracasó, ya se veía venir, no pudo combatir la pobreza. En unos
cuantos años se quedó sin dinero, pues sus funcionarios más cercanos se
dedicaron a saquear las arcas. Repentinamente empezaron surgir los nuevos
ricos. Gabriel Deantes, quien hasta hace algunos años vendía celulares en un
mercado de Tampico, levantó un edificio en una esquina de la avenida Orizaba
desde donde opera cada que hay elecciones en el estado. Frente a ese edificio
Gina Domínguez compró casi media cuadra de la avenida Orizaba donde puso las
oficinas de Quadratín, un restaurante llamado La flor de la vida, otro llamado
La cueva del dragón y hasta las oficinas de la fundación Colosio de la que dice
ser la presidenta.
Y así
podríamos enumerar a muchos de sus funcionarios, muchos de ellos señalados por
la Auditoria Superior de la Federación, Édgar Spinozo, Carlos Aguirre, Jorge
Carvallo, Érick Lagos, Gerardo Buganza y muchos otros de segundo, tercero y
hasta de quinto nivel. Todos saquearon al estado y se volvieron nuevos
millonarios, exhibiendo sus propiedades en Facebook, o realizando fiestas
pantagruélicas, como Vicente Benítez el día de su cumpleaños, quien nunca ha
tenido cargo de secretario, pero era el encargado de transportar las maletas
llenas de dinero al aeropuerto de Toluca, ¿quién sabe para quién?
¡Y
todavía el fracasado gobernador de Veracruz se pone a exonerar a estos delincuentes!
¡Vaya caradura!
Postdata 1: Hartos, todos estamos hartos
Hartos
estamos de la corrupción, dijo Héctor Yunes en su informe, hartos de los
funcionarios que se enriquecen y la justicia no los alcanza. Ojalá en realidad
se ponga un alto a los funcionarios que ante la permisividad de un gobernador,
inocuo para ellos, toman los dineros del estado como si se tratara de su propio
patrimonio.
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